La auto exigencia
la comida
el cuerpo
el qué dirán.
La auto exigencia
el baile
los hombres
la música
el entrenamiento
los mareos
la comida otra vez.
La sal, el azúcar
los ensayos
los sueños (los de dormir, no los de desear).
La auto exigencia.
La auto indulgencia.
Así, más o menos, conocemos a Lorena, la bailarina protagonista de El Gusto.
Así la conocemos en el primer capítulo, cuando sus mareos parecen serle indiferentes de lo crónicos que son. Y cuando dormirse en sus ensayos le importa poco en tanto no puede evitarlo.
Una fragilidad contada como si no lo fuera. Con particular ritmo, desde el detalle y hacia el detalle de algo que nunca se nombra, pero que siempre está. Una chica tan sola que sólo puede coquetear con la idea de no estarlo. Que solo puede estar consigo misma, y de la peor forma. Más preocupada por “estilizar la postura” al caminar, que por caminar simplemente y a la que lo mejor que le puede pasar es compararse con un maniquí.
Forma parte del Ballet del Teatro Colón, incluso la seleccionan como protagonista de la obra que se está ensayando, pero esto no hace más que endulzar un poco una idea todavía no madurada del prestigio.
Obsesionada por cómo deberían ser las cosas (léase: su cuerpo), sólo puede ocuparse de lo que come y lo que deja de comer. El resto (léase: vida en general) parece de fácil y rápida digestión. Aunque, por supuesto, no lo es.
“Sin darse cuenta, a los pocos metros, los ojos se le van otra vez para el lado de las vidrieras. Necesita chequear su cuerpo en el reflejo (…) Piensa que podría estar mejor, que debería.”
Se empecina en imaginar la vida útil de las cosas porque también imagina la suya. Cómo las cosas se pudren, las frutas y las personas. Las frutas se pudren y las personas, en sus sueños, se transforman en pelusa. Sueños que son cada vez más raros y más esclarecedores a la vez, al punto que podrían formar parte de esta pequeña realidad calculada de Lorena.
Así la conocemos. Y así seguirá a lo largo de 130 páginas, sin saber nunca muy bien qué es lo que quiere. Todo lo que consigue, poco tarda en abandonarlo. A su manera. Y en alguno de los modos que usa el desprecio para manifestarse.
El Gusto
Leticia Martin