“El ombligo de las naranjas” tiene 51 páginas y la suficiente lucidez como para no tener ni una sola palabra de más. Todas y cada una de ellas tienen su utilidad, pero no solo como herramientas de algún sistema a codificar (uso más habitual de las palabras), sino una utilidad puesta en juego.
Atrevidas, inocentes, arriesgadas, construyen una música especial en la cabeza. Una música particular con silencios casi siempre abismales, que desbordan los márgenes y se animan a hacernos preguntas.
Me cuesta mucho seleccionar algo del libro. No lo hago al azar, pero tampoco sé justificarlo.
Fragmento de “Domésticos”
Ella dijo: si no pudiera ser persona
me gustaría ser una excepción a la regla
Él quería estar dentro de las excepciones
para gozar juntos del desconcierto
En algo ella era constante:
en amar todos sus cambios.
Su rostro políglota,
Sus ojos opíparos.
Su boca monoteísta.
Es el tiempo elemental para quererte.
La paz que reina debajo de tus uñas.
No me canso nunca de vos ni de tus pantalones anchos,
No me cansa ninguno de los elementos que te rozan.
Es tu torpeza para mí una rara forma del amor.
Fragmento de “Privación”
No confío.
Tengo las manos secas.
Partí un cuchillo.
Lloré por teléfono.
No sé decir.
Golpeo con un puño al pie dormido.
Insulto.
Pienso él.
Me dulcifico.
Música para fieras.
Fumo.
Costumbre masculina.
Pulmón humo.
Pulmón verde.
Visto amarillo.
Visto negro.
Miro al sol: amarillo y negro.
Detrás del negro, duermo rojo.
Bostezo hipoxia.
Bostezo lágrima.
Bostezo aliento.
Extraño devaneo.
Extraño libro araña.
Extraño voces portuguesas.
Cargo con un estómago.
Cargo con un dolor.
Cargo con una ausencia.
Pierdo objetos como regalos.
Entierro.
Escondo.
Me pesan las horas.
Me pesan los días.
Me pesan pesadillas por kilos.
Por diamantes.
Por barras.
Por enfermas esmeraldas.
Luciana Ravazzani nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1981. Es licenciada en psicología. Publicó El ombligo de las naranjas (Pánico el pánico 2011) e Intenciones de hablarte (Pánico el pánico 2012).