El sueño de ellas es el quinto libro de poesía de Lucas Soares, delicada y contundente propuesta, dividida en tres partes, cada una de ellas con una figura femenina como protagonista.
Noe es viaje, movimiento; es correr, subir escaleras, cruzar un mar. Pola es el ritmo de lo consuetudinario y el aislamiento. Li es observación y la poderosa intimidad de las relaciones. Las tres (los cuatro, incluyendo al autor), buscando el mejor paisaje, el bienestar en imagen.
Resumir cualquier libro de poesía siempre me parece una tarea engorrosa. Así que me saco el trabajo de encima y te paso la pelota. ¿Cómo resumirías vos El sueño de ellas?
El punto de partida del libro fue un trabajo sobre sueños y relatos escuchados, que fui recopilando con el tiempo, hasta que en un momento se me ocurrió intervenirlos, reescribirlos e impostar esos sueños en tres personajes femeninos, Noe, Pola y Li, cuyas voces representan los universos onírico-poéticos disímiles, y a la vez complementarios, que componen el libro. Fue como una especie de ready made poético, donde fui al encuentro de un material que ya estaba ahí, esperando cobrar forma a partir de una escucha que se apropiara de él y lo reversionara.
¿Cómo lo fuiste trabajando? ¿Siempre lo tuviste bajo control?
Primero fue delimitar un corpus textual entre los sueños y relatos recopilados. Después, encontrar y fijar tópicos centrales en función de cada personaje, atendiendo a las resonancias e interferencias que se daban entre cada uno. Fue como un armado por capas. Hoy, a posteriori, te diría que fue un trabajo de montaje y collage poético. Una obra que en ese sentido operó como fuente de inspiración para este libro fue “Los sueños” de Grete Stern, dado que ella intervino los sueños ajenos que interpretaba Gino Germani bajo seudónimo, pero a partir del montaje y collage fotográfico.
Te traslado las preguntas más básicas que me aparecieron en la primera lectura de tu libro: ¿Qué son estos sueños? ¿Por qué ellas y no ellos?
No se trata sólo de sueños, sino también de un mirar dormir y soñar. O mejor, de tres modos de soñar, dormir y despertar. Lo que me interesaba era justamente que el lector no supiera si lo que está leyendo es o no un sueño; reproducir algo de aquello que vivenciamos en el sueño de no saber que estamos soñando. Difuminar los límites y toda consistencia. Por eso los poemas quedan abortados, como si a todos les faltara un verso final, regidos por el decurso arbitrario y expulsivo del sueño. Se trata de personajes femeninos porque, en gran parte, la fuente de esos sueños y relatos fueron mujeres, y también porque hay algo de la desmesura del sueño femenino que -de Freud a la fotografía de Grete Stern- siempre me interesó mucho.
El libro está ligado a lo femenino pero indefectiblemente atravesado por una mirada masculina. Entonces, ¿cuánto hay de sueño de ellas, y cuánto de un él soñándolas?
Están efectivamente los sueños de ellas, de esos tres personajes; pero también hay un “él” que se entromete como testigo y fotógrafo de esos sueños; un “él” que se apropia de ellos al mirarlas dormir. Para ese narrador no se trata del sueño de cada una, sino del sueño de ellas, como si fuera un continuo.
Construís cada parte/mujer con distintas voces. A veces habla la protagonista, a veces una especie de observador, una voz más descriptiva, narradora. ¿Cómo organizaste esas voces?
Ese intercambio entre la primera y la tercera persona, así como también entre las tres voces femeninas y la cuarta del narrador-observador, tiene que ver con un desplazamiento que para mí es característico del sueño, donde podemos llegar a pasar, en un mismo sueño, de la posición de narradores omniscientes en tercera persona, a ser los protagonistas en primera. Me interesaba reproducir en la escritura algo de esa transposición y desdoblamiento entre los lugares de enunciación que se produce en el sueño. La organización de esas voces se ajustó al criterio de un álbum de fotos desenfocadas y con encuadres irregulares, que apuntan más al fuera de campo que a lo que subrayan.
¿Hay algo más íntimo que los sueños de alguien? Cada uno de los poemas, podría ser una especie de invasión a la privacidad y sin embargo no dejan de ser sólo insinuaciones sensoriales.
Si el sueño es como una larga insinuación puesta en imágenes, el poema sería para mí una insinuación puesta en palabras. El sueño y la poesía son géneros autistas, cerrados sobre sí mismos, donde podemos trazar muchos paralelos entre el montaje onírico y el poético. Ya Heráclito, contraponiendo las figuras de los “despiertos” y los “dormidos”, decía en sus fragmentos que los dormidos construyen y se repliegan en mundos particulares. La poesía, al igual que el sueño, es siempre lo que está por decirse; un hablar por señas. Uno de los ejes del libro pasa por dar cauce a esa disolución, tan propia de los sueños, de las barreras que separan lo que está dentro y fuera del sueño, lo propio de lo ajeno, lo poético de lo narrativo.
¿Cada mujer podría ser un poema distinto? ¿O cada sueño podría expresar un tipo de poema?
Iría más por lo segundo. Siempre me interesaron los paralelos entre el saber onírico y el saber poético. Esa idea de que nos vamos del sueño sabiendo menos, ya que se trata de un saber que, con el paso de las horas, se va esfumando gradualmente, y se halla siempre en constante fuga. Y de alguna manera el saber poético también pasa por un saber menos, en tanto es incapaz de retener el sentido de la escena que monta; pero un saber menos que, al colocarnos en un estado de fuerte vacilación lingüístico-existencial, permite paradójicamente una mayor ampliación perceptiva, cognitiva y emocional. Del sueño como de la poesía te vas siempre con dudas y tanteos; son formas de experiencia en las que anclamos por un rato en el misterio y en lo no conclusivo. Creo que lo más interesante que dejan en pie ambos saberes es que lo único realmente permanente es lo que se nos escapa.
A la hora de ponerte a escribir, ¿qué aparece primero?
Lo que siempre aparece primero es un eje conceptual fuerte (sin el cual no puedo escribir), y, por lo general, un tratamiento más novelado y fotográfico del material poético, que suele apoyarse en la recursividad, los encabalgamientos y un sistema de reenvíos entre los poemas. Me interesa alcanzar una poesía lo más fotográfica posible, sacar fotos con palabras. De alguna manera es la poesía que hoy más me gusta leer. Me expulsa lo lírico impostado, lo forzadamente “poético”.
¿Cómo se mantiene la amistad con la poesía? ¿Qué te mantiene apegado a ella?
En mi caso se mantiene tratando de aceptar a diario al poeta que puedo ser. Con paciencia para esperar el trance poético y, tras la inmediatez de lo escrito, rigor para descartar y podar. Se mantiene apuntando siempre a la “suprema sinceridad expresiva”, como decía Henry James. Y tratando, en lo posible, de no repetirme, para que cada libro se desmarque del anterior. Y la verdad no sé bien qué es lo que me mantiene apegado a ella. Como lector, me sigue fascinando experimentar ese momento en el que un poema me deja tildado mirando un punto muerto. Y como poeta, creo que escribir poemas es lo más parecido a hacer origamis: un delirio obsesivo que me puede.
Una pregunta que siempre me gusta hacer: ¿en qué momento algo se convierte en solo posible decir a través de la poesía?
Cuando tengo la palabra en la punta de la lengua y no puedo decirla.
“El sueño de ellas” – Lucas Soares
Bajo la luna, 2014
48 pág.