El viento que arrasa es la primera novela de Selva Almada, publicada originalmente en 2012 por Editorial Mardulce, y a su vez la primera parte de una trilogía que continuó con Ladrilleros (2013) y que completó con No es un río (2020). Las tres partes están situadas en el monte chaqueño: el calor, el monte, los sonidos y la naturaleza logran saltar de la quietud de las páginas escritas a la realidad a través del tono descriptivo como idiosincrasia propia de sus textos.
Reeditada este año por Penguin Random House, la novela cuenta la historia de un pastor protestante nómade y de viaje por el norte argentino con su hija que sufre un desperfecto en su auto y cruzarán su historia con un mecánico que vive con su “protegido” en el medio de la nada. La sencillez solo aparente de este comienzo va a dejar al descubierto un desarrollo que, además de la poderosa carga de cada uno de los cuatro únicos personajes del libro, nos lleva a sentir en el cuerpo una atmósfera en aumento.
La autora perfecciona la interacción entre un fanático pastor y el rudo trabajador no solo con sus diálogos y modismos, sino acompañándolos de un sutil conflicto que no es nuevo para ellos, que arrastran y traen pegados a sus cuerpos y conciencias hace mucho tiempo. Esto queda enfatizado en los capítulos que contienen solo el discurso exacerbado del pastor marcando una de las dos posturas a fuego para el entendimiento de lo que vendrá.
El viento que arrasa puede confundirse con una novela estática en su desarrollo, pero la textura poética que nos propone Almada no permite al lector atento quedarse en esa capa sutil. Si uno presta atención, los estereotipos de personajes cruzados y sus discursos sufrirán en contraparte las historias paralelas de sus hijos: Tapioca, el hijo protegido y local que vivirá una revelación y Leni, la hija del pastor que se siente más atrapada que la chatura del paisaje que la rodea. A través de algunos recuerdos desparramados, el texto nos da a conocer a estos personajes en profundidad y el análisis de su psicología se vuelve una dialéctica más en el texto. Los cruces involuntarios, un paisaje que es un personaje más, la ausencia de maternidad, el recuerdo en carne viva de los hijos de ambos, nos irán revelando los silencios contenidos y búsquedas personales de cada uno. Paralelamente, in crescendo una tormenta y un viento feroz que pueden cambiarlo todo. Un viento que arrasa en el sentido más literal de la palabra.