Oliverio Girondo fue un bardero lexicográfico, una trampa rimbombante para la ratonera y porteña humanidad de esos días. En el diccionario Girondesco se pueden entrever exquisitísicas respuestas, enlunamientos, ideítas reputitas, ideonas reputonas; un monstruo torvo sorbo del malogro y de lo pornodrástico.
Para saber un poco de su vida copio y pego los pocos datos que aparecen en wikipedia:
“Nació en Yapeyú, pero vivió casi toda su vida arriba de un caballo, un caballo ilusionado en convertirse en el primer equino musical por lo que Oliverio solía alimentarlo de trombones, flautas y violines. Desesperado y lleno de guita se alejó todo lo que pudo de Puan, con el mismo caballo llegó hasta medio oriente y termino estudiando en París y luego en Londres, o al revés. Integró el grupo Florida, el primero o uno de los primeros grupos vanguardistas de la historia Argentina, lo tuvo de compañero a Francisco Luis Bernárdez; un groso del soneto, (una práctica ya olvidada) y hermano de Aurora, quien se convertiría en esposa de Cortázar. “
En la Masmédula, lo último que publicó, llevó el lenguaje hasta sus últimas consecuencias. Allí, las palabras te cagan a trompadas y salen corriendo, engañan a una pobre anciana le roban el monedero y los ruleros, te matan al perro, te desconectan el cable, te secuestran tu hijo, te mienten, te embarullan, finalmente te dan un abrazo, y cuando estás distraído te vuelven a golpear.
Las fluctuantes paredes donde amanece el vino las raíces la frente todo canto rodado su corola los muslos los tejidos los vasos el deseo los zumos que fermenta la espera las campanas las costas los transueños los huéspedes sus panales lo núbil las praderas las crines la lluvia las pupilas su fanal el destino pero la luna intacta es un lago de senos que se bañan tomados de la mano.
Este 17 de agosto cumpliría 121 años, pero como no era una tortuga sino una mezcla de tigre con ñandú, murió bastante antes. Cuando era joven y creía que la poesía iba a cambiar el mundo, en una pared de Neuquén escribí antes de que me agarre la policía:
Del mar, a la montaña,
por el aire,
en la tierra,
de una boca a otra boca,
dando vueltas,
girando,
entre muebles y sombras,
displicente,
gritando,
he perdido la vida,
no sé dónde,
ni cuándo.
En la Masmédula
Oliverio Girondo
1953