La editora Caja Negra acaba de publicar una edición de Escribir en el agua, un libro que reúne una amplia selección de cartas escritas por John Cage en el periodo de 1930 a 1992. En ellas, y a través de los años, el autor va escribiendo involuntariamente su propia biografía y relata los vaivenes de su época.
Entre los tópicos que el compositor estadounidense aborda hay algunos escritos clave que al día de hoy cobran aún más importancia: el problema de la tecnología; la globalización económica y cultural; la disidencia sexual; las relaciones entre distintas mentalidades (oriental, europea, norteamericana); la alimentación; la comunidad y la crítica del sujeto moderno y del antropocentrismo.
“Necesitamos un nuevo lenguaje que pueda ser experimentado por todos los seres humanos en forma inmediata y que al mismo tiempo les otorgue a los animales, a las plantas, al aire, al agua y a la tierra un lugar equivalente en la creación. Los ideogramas chinos lo hacían, antiguamente. Necesitamos ideogramas que hagan eso ahora”, dice un fragmento de los textos de Cage.
Por otro lado, y siguiendo esa línea, la obra permite dos rutas de lectura. En primer lugar, las cartas cuentan la historia de vida del autor y su carrera. En este sentido, el libro funciona como una perfecta guía de escucha del siglo XX; un itinerario comentado por obras que su autor estudia y compara, y por sus propios proyectos también.
En segundo lugar, mientras Cage deja expuesto su lado más sensible e íntimo, expone sus dificultades económicas y las personas que son importantes para él. También se da lugar a debates históricos y culturales e intercambios con otras personalidades de la talla de Morton Feldman, Merce Cunningham, Pierre Boulez, Peter Yates, Marshall McLuhan, Christian Wolff y David Tudor.
En todo momento, el compositor se olvida de los límites narrativos entre carta, poema y ensayo, y parece recordarnos que estamos ante alguien que pretende “desmilitarizar el lenguaje”, alguien que busca la forma de “escribir en el agua”. A continuación, un adelanto del libro:
Una carta sin destinatario
Por John Cage
A vos, quienquiera que seas:
Aunque me opongo al gobierno y a las instituciones, formo parte del American Music Center y pago mis impuestos, pese a que Henry David Thoreau, cuyas ideas por lo demás sigo, no lo hacía. Quiero decir que él no pagaba sus impuestos y por eso fue puesto en prisión. Emerson le preguntó: “¿Qué estás haciendo ahí?”. Su respuesta fue: “¿Qué estás haciendo vos ahí afuera?”. Mi respuesta es que estoy aquí afuera, entre otras cosas, porque estoy escribiendo música, y ahora tengo menos tiempo que el que solía tener.
Cuando Joan La Barbara me pidió que ayudara con la campaña de membresías del American Music Center, le respondí que lo haría, de manera automática. Amo su canto, su música, su forma de vivir y de trabajar en el mundo, en la sociedad. Como estoy recibiendo muchos encargos, dada la proximidad de mi cumpleaños número ochenta, el Centro me envió un borrador de la carta que debía firmar, para ahorrarme tiempo, pero no pude hacerlo. Envío esta otra en su lugar. Al igual que a ti, seas quien seas, me toca vivir en un tiempo complejo. Mi vida es una inconsistencia tras otra. Hago algunas cosas para salvar mi pellejo, otras porque me dan placer. Y otras porque parecen buenas o correctas. Escribo música cuando no estoy haciendo ninguna de esas cosas. Por eso, uso operaciones de azar. Me encuentro en un punto en el que ya no pienso ni siento. Todo lo que escribo son sonidos.
Pero ahora no estoy escribiendo música. Estoy escribiendo lo que le prometí a Joan que escribiría: una carta para ti, seas quien seas, pidiéndote que te unas al American Music Center por ninguna razón en absoluto. Si precisas una razón, llamalos. Ellos te la darán.
1° de enero de 1992, lugar no indicado