Tengo unas ganas de hacerme
bolita
adentro tuyo.
La verdad que para ser un día
de frío no es un buen día.
Dice Emmanuel sonándose los dedos.
Emmanuel es muy buen mozo.
Siempre limpito, con un bigote
anchoíta reposando sobre sus
labios carnosos.
Me lo voy a comer a este negro
con el frío que hace
está para meterse en la cama.
Se sopla las manos.
Pues meteté conmigo chico¡
Pienso.
Él no me escucha.
Creo que es sordo.
Nunca me escucha.
La verdad que para ser un día
de frío no es un buen día.
Me voy a hacer un café calentito, querés uno?
Si, uno bien
negro
un hijo.
Tampoco me escuchó.
Creo que es sordo.
Vuelve con el café, me sonríe.
Quiere estar conmigo.
Quiere poseerme.
Lo siento.
Me da charla.
Lo devoro con los ojos.
Que cosa inmensa¡
Cómeme la boca
le digo
Cómeme la boca
le exijo.
Sigue sin escucharme.
Cómeme la boca
le escribo en un papel.
Tiene los ojos cerrados.
Lo dejo de pajear.
Los abre.
Cómeme la boca
lee.
Pero.. te parece? Acá es donde
Trabajo, me dice.
Es tu oficina
le grito
completamente excitada
modulo bien
a ver si me entendés
boludón
es tu oficina
cerrada con llave,
conmigo en bolas adentro
y vos también .
Es que..
Es que, qué?
Me empiezo a molestar.
Lo nota.
No le importa.
Sigue sin decir nada
con la pija parada
entre las manos
Después de un rato de nuevo
Es que..
tenés labio leporino*
dice el negro
Necesito un novio con urgencia,
No hago diferencia por color de piel.
Soy Ana Laura del barrio Villa
Crespo, vivo sola y tengo dos
enormes deseos. Que venga
un machote de otro planeta a
curarme esta malformación
que cargo como condena de
Caín, esta maldición que reina
en mi cara por sobre todos
mis rasgos. Que llegue al fin
mi machote intergaláctico y
me haga retorcer hasta las en-
trañas con sus tintas verdes y
sus pistolas súper poderosas.
No estoy para los humanos de
hoy en día y me siento tan sola.
Muchos besitos, Ana Laura
Leporino* del Carmen.
011 – 1168026577
“Gente que busca alienígena con quien envejecer” se publicó en el número 1° de la revista independiente “Mientras Tanto” en marzo del 2013.
El retrato violeta
Están ellos cuatro sentados en una mesa. Mesa rectangular mantel blanco insulso. Cuatro vasos, cuatro platos, cuatro juegos de cubiertos. Maite corta su carne sin siquiera intentar sostener una charla y menos una mirada con alguien. Franco le acaricia la rodilla. Franco le acaricia la mejilla. Están muy enamorados Celia habla de sus alumnos orgullosa, de dos alumnos en particular. Cuenta, con su aire pícaro característico, como estos dos estudiantes, los más brillantes de la clase, le mandaron cartas de amor. Encima, dice, los dos lo hicieron de la misma estúpida manera, esperaron hasta el último parcial y con él, venía la confesión, la bomba. Y se echa a reír. Yo no se cual me gusta más, son los dos divinos. Gustavo tose, para hacerle entender a su mamá que esta incomodo, para hacerle entender que siempre esta incomodo cuando habla abiertamente de su vida romántica. Ni se atrevería él, a decirle sexual, por Dios, es mi madre, piensa. Pobre Gustavo, a su psicólogo no le extraña que sea puto. Simplemente odia el concepto de concha. A Franco le causa gracia, toda la situación, trata de integrar a Maite que come mirando fijo al plato y al movimiento constante de su tenedor y de su cuchillo haciendo lo que hacen mejor, o para lo que fueron hechos.
Gustavo sospecha de las intenciones de Maite, Celia también. A ambos se los ve disgustados ante la indiferencia de la muchacha. Que en realidad no es más que timidez, pero demuestra falta de intención.
Mírala, piensa Gustavo, es igual que mamá, su manera de masticar, sus tetas que asoman curiosas, el pelo, Franco se enamoró de mamá. Hasta tiene la misma puta blusa que mamá, podrían ser familia.
Gustavo es actor, le gusta el drama, suele fantasear con situaciones limite que pocas veces concuerdan con la realidad.
Mírala, piensa Celia, mastica como un puerco, esa blusa no deja espacio para la imaginación, le transparenta todo, pobre chica. En qué estará pensando Franco?
Se que me están juzgando con su artillería pesada ratas burguesas, no voy a siquiera inmutarme por ustedes, piensa Maite, masticando.
Él la mira ciego, sin mirar, bajo el velo de ese amor que ni el mismo podría explicarse. Ve todo lo que siempre quiso en Maite y esta realmente convencido de no estar idealizando. Lo charlo con el psicólogo en repetidas ocasiones y se encontró diciendo, una y otra vez, a esta la quiero tal cual es.
Están los dos en la cama. Ella duerme dándole la espalda. Maite respira y duerme alado mío, en mi cama. Maite emana calor y se le infla y desinfla la panza cuando respira. Maite existe. Maite es tierna, tiene cara de muñeca e imaginación de nena. Maite me hace reír como un loco cuando sonríe. Maite me mira fijo, con los ojos entrecerrados, la boca semiabierta y la respiración agitada a punto de comerme. Maite gime. Maite me despierta a la mañana con jugo de naranja. Yo a Maite la amo (y la prueba es esta última oración, la única donde puse al yo primero que Maite).
Voy a buscar más vino, dice Franco y sale de la habitación. Mientras tanto Gustavo y Celia charlan. Maite se levanta y pide que la excusen para ir al baño. Vuelven a entrar juntos, Maite y Franco, ambos despeinados, Franco con marcas de rouge en el cuello de la camisa blanca. Maite termina su copa. Franco destapa la botella que tiene en la mano y vuelve a llenar las de todos.
Contadnos chiquita, qué haces de tu vida? Dice Gustavo con el mismo tono que usa Celia para hacer ese tipo de preguntas.
Olvidé decir que recién se conocen, Franco y Maite salen hace dos años y esta es la primera vez que la lleva a la casa de Celia, mamá. Gustavo vino especialmente para la ocasión.
Maite levanta la vista, toma unos tragos de vino y cuenta que hace teatro callejero. Ya que las escenas son mudas y el mudo es el idioma universal, las llevamos por todas las plazas del mundo*, bah, la mayoría. Cuando las hagamos en Capital están más que invitados. Vuelve a mirar el plato y su cuchillo y su tenedor.
A Gustavo, repentinamente, le simpatiza. Es del palo, piensa. O no, otro cambio repentino, esta bruja se la da de perrito mojado porque quiere robarme el protagonismo en la familia. Franco no representa competencia, claro esta. Mamá se da mañana, pero no me llega a los talones. Al gato nadie le da bola y ahora venís vos, tetona insípida.
Le cambia la expresión, todos lo notan enojado, nadie se lo toma muy a pecho.
Ay Gustavito, cambia esa cara. Mira vos nena, que interesante, te felicito. Celia puede remontar cualquier bache. Es una reina. Franco le agradece en silencio. Celia cuando era chico le decía que ambos tenían telepatía, entonces podían comunicarse sin hablar. Cada vez que estemos lejos, vos pensa muy fuerte lo que me quieras decir y yo voy a escucharte. Nunca iba a funcionar, ni funcionó, él lo sabía, pero jugaba a hablarle por las dudas, a ver que pasaba. Y ahora, con treintaytantos se encontraba agradeciendo en silencio. Se rió, Celia también.
La atención volvía a desviarse, tenía que actuar. Escuchen todos, miren lo que me trajo mi amigo que volvió recién ayer del triángulo de las bermudas, alardea Gustavo, saltan los platos cuando apoya su valijita negra. Torpe piensa Celia y gruñe. La abre y envuelta en un pañuelo tiene una rocota gigante y violeta.
Vamos a probarla, dice Celia entusiasmada. Gustavo se siente reconocido, aclamado. Franco llena la copa de los cuatro. Gustavo parte cuatro pedacitos de la rocota y los reparte entre todos. Maite lo sostiene y lo mira. Qué es esto? Pregunta.
Se ríe burlón Gustavo, aprovecha rápido la oportunidad de contestarle y dice, viajaste por todo el mundo, pero no sabes lo que es esto?
No, contame. Maite no puede soportar más a ninguno de estos seres. Inclusive a Franco a quien ahora ve lejano y borroso.
Vas a tener que probarlo, mándalo adentro de la copa.
Lo hace y todos hacen lo mismo. Efervescencia. Burbujas violetas espesas violeta vino violeta roca. Rebalsa la copa, óvalos lila decoran el mantel blanco. Celia da el primer sorbo, escupe, mierda! Maite sonríe al verla putear. Franco también.
Mamá, creo que esto es demasiado fuerte para vos.
Cállate Gustavo, sabes cuantos años tengo? Encárgate de lo tuyo.
Franco se queda callado. A Maite no le gusta en este momento. Hace varios momentos. No me gusta. Baja sin respirar su copa y larga un eructo que resuena en toda la habitación. Celia se ríe y eructa con ella. Esta chica si que tiene estomago!
Inmediatamente le agarra un ataque de estornudos, Maite estornuda, se tapa la nariz con una servilleta y ve que sus mocos no son verdes, son violetas. Qué es esto Franco?
Franco finalmente interviene y habla: Piedra de Marte.
Cómo piedra de Marte? De qué me estas hablando? Una vez que habla pendejo de mierda, piensa. Se pone la mano en la boca, su saliva también es violeta, la de todos. Marte es rojo Franco, esto es violeta!
Esos son sólo los efectos secundarios, todo vuelve a su estado original en unas horas. Los mocos vuelven a ser verdes, la saliva transparente y la cera naranja. Maite amaga a meterse el meñique en la oreja, pero decide mejor no hacerlo, ya fue suficiente.
Y además, sigue Franco con su explicación atravesada por su tono pedante y lentísimo, Marte sí es en realidad, violeta. Sólo que desde este ángulo no lo percibimos, hay que tener en cuanta por donde aparece el sol y no se que mierda más. Nosotros simplemente lo vemos rojo. Pero créeme, conozco gente que estuvo ahí y me mostraron fotos, es violeta como piedra de Marte.
La comparación no sirvió de mucho y menos como punto de referencia.
Maite no le presta atención a su justificación poco factible, la distrae el mantel, ahora puramente violeta, acapara su atención, violeta hipnótico. Las burbujas lo habrán teñido del todo, piensa. Celia interrumpe su línea violeta de pensamientos al empezar a vomitar. Encima de la mesa, del mantel, de los platos, de Franco, de Gustavo y ninguno parece inmutarse, como si ni los salpicara la escena que estoy viendo.
Maite se para del plato, de los cubiertos y de la mesa. Están ambos ciegos acaso? Tenemos que ayudarla, es tu mamá Franco!
De qué hablas nena? Qué tengo? Pregunta Celia limpiándose el vomito de la boca.
Qué pasa mi amor? A Franco le cuelga un pedazo de comida violeta del párpado. Maite se lo saca con la mano, pero esta queda limpia.
Franco, tu mamá acaba de vomitar hasta el desayuno de ayer. Decime que no me lo imaginé.
No te lo imaginaste mi amor, le contesta Franco. Él y Gustavo se ríen. Queres que te diga que no te lo imaginaste o la verdad?
No puede ser, lo acabo de ver. Vos sos el ciego.
Puede ser, no? Responde Franco metiendose el dedo en el agujero donde tendrían que estar los ojos. Veo todo violeta! Dónde se llevaron mis ojos? Grita Franco.
Maite se levanta
empuja la puerta
dobla en la esquina
corre por la Avenida Violeta
corre las quince cuadras hasta su casa
corre corre
la siguen huellas violetas
son ellos?
Franco, Celia y Gustavo bailan alrededor de la mesa vomitada, tomando vino, Franco sin poder ver nada, siguiendo la risa de su hermano y su mamá.
Corre corre y se despierta en su cama, con un terrible dolor de cabeza, una botella de vino tirada en el piso y los labios violetas.
Aldana Capellano nació en 1995. “El retrato violeta” pertenece al libro La piedrita en el zapato de medusa, editado por Tammy Meztler.
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