“El alma humana es una sombría cloaca.”
Tomasz Piatek (Pruszków, Polonia, 1974) no es muy conocido en nuestro país, pero en el suyo es uno de los escritores más distinguidos y prolíficos.
Invitado por el FILBA en el año 2008, lo entrevistaron para el diario Pagina/12. Cuando le preguntaron sobre su pasado oficio de periodista, él contestó: “El periodismo es destructivo para el periodista. Y no es ético. Porque no es ético consignar información que uno no pueda vivir, verificar, sentir. La esencia de nuestra vida es lo que sentimos. Si la información no les sirve a los sentimientos, es como comer algo que no es comestible.”
Exactamente eso es Heroína, su primera novela, escrita en 2002 y que publicó en Argentina la editorial Acuático en el año 2010. Una mezcla de información y sensaciones en cantidad abrumadora, apabullante.
Una novela autobiográfica. Y peligrosa (como dice el propio Piatek), porque presenta demasiados aspectos positivos de la heroína. Pienso que eso está bien, que todo relato autobiográfico debería ser un poco peligroso.
En Heroína no hay delirios de un drogón, hay descripciones minuciosas de personajes y situaciones en estados alterados, como si todo se relatara desde un lugar lejano, pero con la intensidad de quien estuvo ahí.
Tomás, el personaje principal (o todos los personajes), se gana la vida (y la sustancia en cuestión) inventando perfiles psicológicos en un programa de televisión que a veces le funcionan –también- en la vida real. Está en la búsqueda de la “no-aventura”. O, por lo menos, eso es lo que dice. Y en todos los rincones encuentra posibles escondites para dormir o colocarse.
En la negación absoluta a su adicción y remarcando permanentemente lo feliz que es (“La heroína puede sustituir a cada clase de felicidad.”) puede llegar a sentir cosas como estas: “Mi cuerpo inerte se desparramó en el asiento del copiloto con la esperanza de que el Renault fallara o que chocara sin violencia. Nada tenía sabor ni olor, por lo tanto un accidente podía ser indoloro.”
Tomás parece ser un amante de los momentos raros e insólitos que le regala de vez en cuando la realidad. Cuando le tocan, los vive plenamente y luego los festeja con un saque de heroína. El encuentro con Bartek, un adolescente que comienza a seguirle los pasos en la adicción, le ofrece alguien en quien ejercer una especie de perverso poder, pero sin maldad.
Heroína se encuentra justo ahí donde el cinismo y la lucidez se juntan. Robert, un amante de Tomás (o, insisto, el amante de todos) le dice “Puta madre, ¿para qué crees que uno funda una familia? La gente cree que si tuviera una esposa e hijos estaría bien. Y cuando ya tienen esposa e hijos, resulta que no están bien. Entonces comprenden que de verdad no querían tener una familia, sólo querían estar bien. Siguen ahí solo porque no saben qué hacer. Pero todo eso se irá al carajo si les damos algo que realmente les haga bien. (heroína)”. Todo un manifiesto…
Los personajes o voces aparecen y desaparecen todo el tiempo y los tiempos están confundidos por la heroína. El ritmo es frenético: no se detiene y no para de crecer, cada día es mejor que el anterior. Hasta el último, que puede ser el primero o uno del medio, pero sin dudas, el mejor de todos. Convertirse en lo que lo hace feliz y al mismo tiempo lo destruye. Un final casi surrealista o tan íntimamente absurdo que es lógica pura.
Dice Piatek en otra entrevista: “Casi nunca escribí en estado alterado. En cuanto al tema, en mi primera novela, Heroína, quería que fuera un libro no sólo sobre la droga sino también sobre la felicidad, donde muchos héroes nos hablan y escuchamos sus voces interiores. Todo el tiempo están en estado de felicidad, aunque alrededor de ellos muera gente, o ellos mismos. De repente nos damos cuenta de que es siempre la misma voz la que nos habla, la de un parásito espiritual que vive en un estado de perpetua felicidad.”
Heroína
Tomasz Piatek
Acuático – Tren en Movimiento, 2010
124 páginas