“No considero que la poesía sea algo bueno para las personas que la vivimos porque es algo que requiere mucho esfuerzo, esfuerzo espiritual que quizás es un poco el más difícil”, dice Ioshua, el iris de sus ojos, rojo, las uñas pintadas de negro, la pintura chorreando por su cara. Y, sin embargo, dice que siempre escribió y se presenta como poeta.
Josué Marcos Belmonte nació en Haedo, en 1977, pero creció en Barrio Libertad, Merlo y se rebautizó como Ioshua. Todas las otras etiquetas vinieron después: mito del conurbano, gay, performer, fanzinero, músico, periodista, dibujante, DJ. A pesar de todo los que lo nombran hoy en día y lo catalogan bajo una serie de rótulos variados, desde el principio él supo muy bien quién era:
“Exigí el respeto que yo merecía, y sentía que era el que debían darme. Nunca me creí eso de que el puto tiene el nombre diminutivo, el Carlitos, el Robertito, bueno; yo no. Yo soy yo y se me respeta. Yo impuse ese respeto”, explica en el programa de radio Pasa en las mejores familias (FM 104.5 Nacional Rosario).
En Ioshua, la biografía por Facundo Soto, la artista Fernanda Laguna lo describe como alguien tranquilo y cariñoso: “Era un amor. Muy entusiasta con todo. Muy orgulloso y seguro de lo que hacía”. Y después agrega que tardó años en hacerse conocido: “En un ir y venir constante entre el conurbano y la capital, se fue infiltrando de a poco en la escena literaria”. Laguna cuenta que hablaba mucho con Ioshua y él le contaba que viajaba a Capital para llevar sus primeros fanzines y hablar con las editoriales. A veces dormía en los bancos de las plazas porque no tenía cómo volver y ni dónde quedarse.
Su poesía era un grito de amor:
“Con unas pocas ilusiones / le hice un par de alas a mi corazón /por si acaso todavía /asoma en tu boca mi nombre. /Así, /por si acaso todavía me llamas, /Mi corazón /volando a tu boca /con unas pocas ilusiones /va“.
Pero también un reclamo de alguien que ha pateado las calles, que conoce la realidad de cerca:
“Los pibes llevan su pobreza empujando un carro. / Los pibes juntan su pobreza / recogiendo cartón. / Los pibes llevan su soledad / toda la noche / recorriendo las calles / llevando y juntando su soledad… solos, y no / los ves. /Los pibes que no ves son hermosos, wacho… / Los pibes llevan su belleza empujando un carro. / Los pibes juntan su belleza recogiendo cartón. / Los pibes llevan su belleza / toda la noche / recorriendo las calles / llevando y juntando su belleza… solos, y vos / no los ves“.
Su vida no fue fácil. Se crió en la marginalidad que da la pobreza, bajo el techo de un padre violento que lo golpeaba a él y a su madre. A los seis, su padre le rompió la columna y este hecho lo marcó para siempre. Más adelante su padre se fue y su madre murió, lo que lo dejó en una soledad total. Esa falta se hace palabra en sus escritos. Lo mismo que sus paisajes: los boliches, la noche, el conurbano, los chicos.
Inés Púrpura, otra poeta de Merlo, con quien editó un fanzine en conjunto, dice que Ioshua “se atreve a ver la belleza en la pobreza, el amor entre los pibes de los barrios bajos, las historias de aquellos que no tienen voz y que la construyen a golpes. Su sensibilidad es la flor de un mundo herido”.
“Enamorarte de un pibe que te mira y se sonríe lo que dura un viaje en tren”, dice en “El pibe del furgón”, uno de esos poemas que ilustran el amor desde un costado. Ioshua nació, como él dice, en “el último cordón del conurbano” y todos sus textos están trazados desde esa periferia. Todos muestran el mismo nivel de ternura y crudeza. Se permite amar y desear incluso en la ausencia de todo, incluso cuando ya no le queda nada.
Para Ioshua la poesía es ese amor de una noche, jugársela sin importar lo que pase al día siguiente, es la calle, la mugre, la calentura, y sobre todo, un cuerpo desbordado de deseo que desborda al cuerpo.
Para seguir contemplando la poesía de Ioshua se recomienda escuchar a Lucas Fauno en el podcast Cruzadxs: