En 2021, Jacqueline Golbert mostró en el espacio de arte El Vómito una serie de pinturas realizadas durante 2022, en el encierro. Eran pinturas sobre hojas A4 blancas, de resma común, hechas con témpera, objetos encontrados y collages. La muestra se llamó “No pregunten cómo vivo”. Las pinturas eran como fotos o escenas mentales de una cotidianidad amputada, cortada en pedazos, en flashes sin mucha temporalidad. Las unía una urgencia irreverente: Golbert no se consideraba pintora, y por ende no tenía expectativas de que la consideraran eso.
En paralelo, y durante seis años, trabajó en la escritura de No me importa que me ames, otro titulo que empieza con una negación. Esa escritura atravesó los procesos de la pintura y por momentos quedó alimentada, acelerada, demorada o en interrogación. La novela se fue desenvolviendo mientras la vida sucedía, como en las pinturas. Pero no para narrar en modo testimonial, sino que de esa materia pesada (la realidad), Golbert estaba continuamente extrayendo procedimientos sobre la literatura.
En sus primeras novelas breves –Contraseña de 2016 y La gran obra de 2020, publicadas por Socios Fundadores- trabajó con su biografía para construir una narración en primera persona potente, cuestionadora y quebradiza. No me importa que me ames llega luego de un proceso elaborado, donde nada es ingenuo o librado al azar y sin embargo está lleno de vitalidad y emoción.
Jacqueline, la protagonista, sobrevive como empleada en negro en un restaurante del centro porteño. Erótido, su jefe, la precariza y a su vez descubre (de manera misteriosa) que ella puede escribir su biografía. Esto es lo que todo el mundo quiere: contar su propia historia. Jacqueline es buena para eso: “Abrí un archivo nuevo y empecé a tipear como un animal salvaje mientras lo miraba sutilmente a los ojos y metía alguna que otra pregunta en el medio de su rumiante verborrea. Flor ciega, flor ciega, flor ciega, soy una flor ciega”. El proyecto de literaturizar la vida del jefe puede más que la situación de explotación. ¿Por qué? La elección de traer las palabras del jefe en capítulos enteros dramáticos y densos no es exotismo o color local; es el motor y la urgencia de esta narradora explosiva que arriesga preguntas sobre la necesidad tan contemporánea de hacer autoficción.
¿Quiénes pueden contar sus vidas hoy? ¿Qué operaciones permiten que algunas narraciones sean consideradas literatura y cuáles no? Cuando irrumpen las condiciones materiales que demoran la escritura de su propia novela pero que sí permiten que ella escriba la de su jefe, cuando finalmente termina robando esa computadora para escribir lo que ella necesita escribir, nos damos cuenta que estamos frente a una obra contemporánea que plantea un programa estético sobre la manera de vivir y hacer arte hoy en Argentina.
No me importa que me ames está disponible en librerías.