Tanto la obra del autor Jorge Nedich, como su vida han sido atípicas. Debido a su origen gitano, llegó a las letras a través de un camino prácticamente insólito, tan increíble como el poder de su voluntad. Autodidacta, su vocación literaria parece ser una revancha de los siglos ante el analfabetismo ancestral que venía circulando en su sangre desde tiempos tribales.
Sus novelas –algunas de ellas premiadas- proponen la posibilidad de adentrarse al mundo y a la cultura gitana, tema muy pocas veces tratado y por ende desdeñado. Con El alma de los parias (Ediciones de la Flor), su última y más lograda novela, caudaloso relato-río narrado en primera persona, Nedich desarrolla una mirada hacia ambas culturas y sus correspondientes posiciones disgregadas por el progreso y el cambio de las costumbres.
-Creo que El alma de los parias es tu novela más ambiciosa. ¿Pensás lo mismo?
-Sí, estoy de acuerdo con tu mirada. Fue también la novela más empíricamente sentida, en otras novelas me emocionaba y hasta se me humedecían los ojos ante determinadas situaciones que construía, pero acá lloré muchas veces mientras elaboraba; especialmente cuando recordaba que una pluralidad de voces me habían dicho, que olvidara a mi hijo, porque pertenecía a otro mundo y que cuando fuese grande se iba a avergonzar de mí. Para que eso no ocurriese, mi hijo debía criase conmigo, olerme todo los días. Esa endogamia es brutal, y si no tenés educación no podes revertir ninguna situación medianamente compleja. Debe ser por eso que ahora soy docente en zonas desfavorecidas. Esta historia de dos mundos antagónicos regado por el desprecio mutuo de dos sociedades, no se agota con esta novela.
-La novela glosa sobre el arrepentimiento del protagonista y la búsqueda de un hijo que tuvo con una mujer que no pertenece al pueblo gitano. ¿Cómo trabajaste este desafío al estructurar el diálogo entre generaciones tan opuestas?
-No fue tan difícil escribir la historia en términos compositivos. Cometí un error irreparable de los 20 años, no me hice cargo de mi hijo, a los tres añitos lo dejé de ver de puro inconsciente, y además motivado por un discurso endogámico y terrible, muy separatista. En ese tiempo creí que podía obedecer a mis mayores, que podía dejarlo, luego presentarme cuando él fuese adulto, contarle el motivo de mi ausencia, abrazarlo y todo solucionado, pero no es así. Los espacios vacíos se ocupan, era muy ingenuo, (lo soy todavía, creo que la educación y la lectura salvan vidas). Lo concreto es que dos o tres años después tomé conciencia, me arrepentí, lo busqué más de 25 años. Cuando di con él, me di cuenta de que Damián era un hombre que se había criado sin mí, y es muy difícil la relación, de hecho nunca pude darle ese abrazo soñado, él es un tipo increíble, pero tiene que acomodar muchas cosas, en principio no sabía nada de mí. Yo soy un tipo bárbaro para una película: gitano, analfabeto, devenido en novelista, premiado, traducido, que ingresó a la Universidad sin haber cursado la primaria ni la secundaría, docente universitario, de nivel secundario. Trabajé con Leonardo Favio en su última película “Aniceto”. Todo eso para el cine es genial, para la vida, no. Me ven como un elemento curioso, interesante o detestable, pero no siempre me ven a mí, que soy detestable, pero lo soy por mí mismo, no por los prejuicios a través de los cuales suelen me evaluarme. Las encuestas nos dan un 60 % de discriminación, porcentaje que acepto, pero somos víctimas y victimarios de una larga circunstancia de marginalidad hecha cultura y si medimos la discriminación gitana hacia fuera pasa el 70 %, así la convivencia es imposible.
Damián tiene que digerir todo el daño que le hice con mi abandono. Estoy seguro que en su interior mi presencia ya lo resolvió, pero no la puede ubicar en su entorno. Entendés, como me etiqueta en su vida, como me defiende si nunca me tuvo, no me conoce. Del silencio que hubo del otro lado con respecto de mí, jamás lo hablé. No tiene ninguna ayuda que nos acerque.
–El alma de los parias está narrada en primera persona, y además cuenta con una cantidad generosa de hechos autobiográficos. ¿Pensás como Fernando Vallejo que la primera persona es la única real y sincera?, ¿por qué?
-Bueno me tirás con gran escritor. Pero tengo que decir que la utilización de los narradores se impone, va la mano del momento, de la novela, del clima, del tono, de la historia, del lenguaje, elegir la palabras que pertenezcan a un mismo reino, y recién ahí elegimos el narrador. La tercera omnisciente o testigo es más objetiva, taxativa, es como Dios. Adecuada para una novela más global y también puede recrear la intimidad, pero esta es una novela con una temática tan universal como íntima, un padre arrepentido que busca a un hijo y un hijo que quiere pero duda y no acude, pero a su vez es una novela confesional, es un en principio un dialogo que se transforma en monologo ante el distanciamiento paulatino del hijo, por lo tanto cae de maduro que el narrador debe ser un primera protagonista; que narra, desde distintos lugares y cruces aferrado a las estéticas naturalistas, costumbristas y realistas de las que soy deudor.
-La novela aborda la infancia nómada, su posterior asentamiento, pero también esa crisis que padece Stieva, me refiero a la discriminación por los no gitanos. Crisis que se acentuó tras el nacimiento de Damián. ¿Guardás algún tipo de juicio moral mientras elaborás la psicología de tus personajes?
-La novela aborda temas muy trágicos y conflictivos pero trato de darle cierto equilibrio a partir de situaciones humorísticas que se dan muy a menudo, y si sin dudas, es una historia que platea injusticias, maltrato hacia la infancia, hacia la mujer, hacia el mismo grupo en general y eso está relacionado con la inmoralidad política interna y externa. El gitano es distinto y eso no le gusta a una gran parte de la sociedad, siente vergüenza ajena cuando los ve en la calle, hay quienes cruzan de vereda, molesta el idioma, la vestimenta, las casas abiertas, la música que escuchan o bailan, sus tradiciones exóticas y consideras lujuriosas, por ahí lo sean. En definitiva, lo distinto asusta y la solución es cambiarlo o eliminarlo, y esas dos cosas pasaron repetidamente, nos cambiaron muchas veces la lengua, en cientos de intentos culturicidas y nos mataron un millón de veces en las Campos de Exterminios del Nacismo, millón que en su mayoría no ha cobrado indemnización alguna, porque el fiscal general de los EEUU. J. F Jackson dijo que él no fue a Núremberg a defender gitanos. Entonces el recurso de mostrar, no desde el reclamo patético, sino desde la esencia misma de los personajes, como es el comportamientos natural de los protagonistas, que cada una desentrañará de acuerdo a las competencias que tenga y se pondrá del lado que le cuadre.
-El libro cuenta con muchos momentos anecdóticos. ¿Es real el incidente del pony cruzando en taxi el puente de La Boca, durante la última dictadura?
-Sí, mi pony, Yani.
-¡Parece sacado de una película de Kusturica!
-Es que yo hacía lo que la vida me ponía por delante, no tenía posibilidad de elección. Todos mis primos sacaban fotos con las cámaras minuteras y yo también, todos mis primos compraban algún auto viejo para revender y yo también. En ese momento tenía un Falcón, era taxi, le saqué el asiento trasero, probé, entraba justito, y un día salí de Quilmes y fuimos al Parque Lezama a sacar fotos con la minutera. El viaje era muy divertido, hasta que cruzábamos el puente de la boca y allí, la policía, como siempre me paraba para coimearme. A veces me rebelaba me sacaban la guita igual y además cobraba yo no registré que eran los 70, eso lo hice después.
-Leemos también, “ser gitano en esa época –años 70- me salvó de ser un desaparecido”. Paradójicamente en ese aspecto, el hecho de ser despreciado por el sistema cobró un sentido positivo.
-Eso es terrible, te muestra lo parásito que somos para un sector grande de la sociedad, las balas las merecían los grupos armados y desarmados, no eran para unos parias como nosotros.
-En un pasaje Stieva dice “estaba desesperado por encontrar un destino para mí, por cultivarme”. Luego, más adelante “no quería rozar la sociedad quería estar en el centro”. Imagino que su comportamiento atentaba insólitamente contra la rigidez de los mandatos familiares. Pienso en papu Ipe y mamu Rosa, en los valores que ellos vivieron respetando. ¿Stieva para la tradición gitana fue un detractor?
-Stieva en términos étnicos fue un hijo de puta. Aprendió a leer, se cultivó en el afuera del grupo, hizo amigos no gitanos, rechazó a la esposa que le asignaron al cumplir los quince años. Iba a las discos. Tuvo muchas novias, y oportunamente las llevaba a su casa y dormía con ellas. Se inició como modelo publicitario, en u evento en Quilmes, Ante Garmas me bautizó piel gitana. Mi vieja tenía terror de que Ante me violara.
-¿Cómo ves la situación actual de los gitanos en argentina?, ¿hubo cambios específicos desde el menemato, tiempo en que aparecieron tus primeras publicaciones, en adelante?
-Por suerte hubo muchos cambios en el grupo y fuera. En el grupo hoy los papás mandan a sus hijos a la escuela con más entusiasmo que antes. La escuela privada los acepta como alumnos, no a mí como docente; la pública acepta a todos, pero hoy como está, espanta a casi todos los que asisten. Los niños gitanos, en general, si no van en grupo, no sobreviven un día en la escuela pública, por eso los papás que pueden, pagan la privada. La escuela pública es un grano en el traste para los políticos. Te pinto la situación con un ejemplo básico: Un médico de hace 100 años, entra hoy a un quirófano y sale corriendo, la cantidad de aparatos que él obviamente desconoce, lo expulsan del lugar. Un maestro de hace cien años. Entra al aula, agarra la tiza y da clases. En el aula no cambió nada; y la institución se deterioró. Aumentar el presupuesto no significa optimizar los recursos, y antes de enviar recursos hay que capacitar al nuevo y al viejo docente, el que está, en términos generales no va a cambiar mucho, hay que esperar el recambio, y aun así, muchos de estos docentes mal preparados, son héroes y los pibes que estudian lo hacen en pésimas condiciones. Antes la escuela atraía con el simple decorado del aula, para el chico de hoy, la escuela pública de todo el país, salvo C.A.B.A es Jurásica. La degradación social que empezó hace 60 años, hizo su trabajo en todo el espectro social y la escuela es una muestra más. Mirá las otras instituciones y decime cual está bien.