En una oportunidad, la poeta estadounidense Mary Oliver comentó: “Me encanta la línea de Flaubert sobre la observación de las cosas con intensidad. Creo que nuestro deber como escritores no comienza con nuestros propios sentimientos, sino con los poderes de observación”. Es precisamente esa vocación de voyeur sensible la que desarrolla hasta el hartazgo Nadia Sol Caramella en su nuevo poemario titulado La maleza del jardín.
Notable representante de la literatura del conurbano bonaerese, la autora entrega un conjunto de textos dedicados a la fauna y la flora presentes en una casa, pero también a todas esas emociones e intercambios que suelen ocurrir entre sus habitantes, tanto los presentes como los que ya no están de manera física. Perros, pájaros, insectos, flores, parientes y recuerdos de la infancia conviven en las páginas de este libro editado por Elemento Disruptivo.
“el perro descansa
sobre el pasto
los árboles tiemblan
por las brisas del verano
el sol cae intermitente
sobre nuestras cabezas
la cocina está encendida
y la comida calentándose
una voz maternal
llega desde lejos
es preciso silenciarla
con una cumbia
ese ritmo
precioso“
El ciclo de la vida y la muerte es retratado en sus páginas como algo cruel e ineludible, pero en lugar de causar angustia, es motivo de curiosidad; como quien siente adrenalina en lugar de vértigo al asomarse al borde de un abismo. A su vez, Nadia intenta escapar del lugar común de la belleza de lo primaveral, y en su lugar explora el valor estético de lo que no solo es cotidiano y ordinario, sino que a menudo está en decadencia. Ninguno de los poemas tiene nombre, quizá porque están pensados como piezas de un mismo texto fragmentado, pero con una gran cohesión a nivel conceptual y narrativo. Al igual que la maleza es capaz de colonizar un terreno en cuestión de días sin problemas, la nostalgia y el aprecio por las emociones agridulces habitan con intensidad este poemario.
“la sangre de un animal herido
entre las fotos de personas
que ya no están
las flores y su orfandad
junto a las velas
trenzo la ausencia
como una cinta roja
para mi altar
de cosas viejas
que no me animé a tirar“