“Esos sonidos los producía una amiga cuando recorría mi cuello con besos cortitos. Una pavada, bah”, escribía el Indio Solari en su cuenta oficial de Instagram a un seguidor que le preguntaba por la letra de “Ñam fri frufi fali fru”. El significado de las composiciones del Indio: un tema que puede llevar documentales, tesis, seminarios. Aún partiendo de esa imposibilidad, La vida es una misión secreta es una aproximación ilustrada al mundo que nos propone desde su primer disco y convoca a millones de almas.
“Toda la sangre se fue de mi cuerpo, soy un fantasma quieto”.
Editorial Sudamericana volvió a publicar a Solari, ahora con esta experiencia gráfica y sonora de 160 páginas totalmente ilustradas, en donde conviven la potencia de los trazos de Pablo Serafín con una curaduría amplia de las letras del Indio solista, incluidos los dos cortes de este año (se puede oír la selección de temas en esta lista de Spotify). Aunque hay guiños que los fanáticos van a abrazar, la calidad de impresión y las decisiones de diseño convierten a este libro en un disfrute universal y pleno.
“No ves que la eternidad mañana acaba… ¡y te vas!”
La vida es una misión secreta es un libro con el que encontrarse más de una vez. Un primer visionado habilita a disfrutar del prólogo de Marcelo Figueras (“en estas páginas hay elementos para que cada lector/a descifre y atesore, en clave de la misión a completar para consumar la vida que arde en nosotros”), buscar los detalles que plantó el ilustrador y recuperar letras que se olvidaron entre la reproducción aleatoria de las plataformas digitales.
“La belleza es siempre temible y se hace difícil poder soportar cuando vas de un silencio a otro cubriendo tus ojos con mi soledad”.
Por eso esta es una experiencia gráfica y sonora. Cuando se vuelve a tomar el libro, las páginas cambian el paradigma posmoderno del frenetismo e invitan a sentarse a prestarle atención a las letras, a cómo las inflexiones de la música impactan en los rostros de los personajes del cómic y a los colores que Serafín le atribuye al sonido. En esa inmersión, con el rock expandiéndose a los oídos y los ojos, se entiende la importancia del libro como dispositivo, como tecnología: un espacio que te enlaza para habitarlo.
“El futuro no es un reino de poder para los hijos del éxito”.
Serafín sabe que corre riesgos al meterse en la sacralidad de la lírica de Solari. Pero sale airoso porque expone la esencia visceral de las emociones, desde la decrepitud hasta el éxtasis, y no se guarda ningún recurso: acerca planos, tuerce las perspectivas y decodifica sentidos en pocos pliegos. No importa si la interpretación del ilustrador coincide con la nuestra. Se nos presenta un planeta (¿el nuestro?) neblinoso de persianas bajas, con soledad, rufianes, dolor, pastillas y poesía. Siempre poesía. Siempre en sintonía con las emociones que narra el Indio.
“Lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no nace”.
Amok! Amok!; Beemedobleve; Gringolandia. Entre la experimentación retórica, la metáfora de barrio y la prosa de intimidad nocturna (de esas que solo se comprenden compartiendo adicciones o malos momentos), el Indio creó un universo lírico irrepetible. Una prosa que se baila, se llora, se poguea, se abraza y se resignifica en cada oído. Las canciones ya estaban grabadas en banderas, murales y tatuajes. Ahora, con La vida es una misión secreta, se imprimen en la eternidad de cada biblioteca.