“Una palabra puede servir para decir lo que sea, no hay ni un sueño,
ni un olvido, que no sea juego de palabras”
Jacques Lacan
En Lac’n Roll hay gente que escribe mientras corre, otros que escriben cartas desde dimensiones desconocidas, hay ilustres personajes de la psicología conflictuados porque no les crece la barba y otros que roban manzanas para probar la teoría de Lacan.
En su primer libro, Sabrina Haimovich nos presenta una serie de fábulas psicoanalíticas pero sin mensaje. Una avalancha de delirios con el sentido de la propia lógica intocable. Lo académico hecho absurdo.
¿Cuáles fueron tus puntos de partida? ¿Por qué el interés en el psicoanálisis?
Yo me encontraba haciendo un recorrido académico universitario orientado a investigar y a formarme en torno a la subjetividad humana. Comencé en el área de la comunicación y las ciencias sociales y, a partir de ciertas lecturas que vinculaban los procesos sociales con el psicoanálisis, me orienté hacia ese campo. En esta trayectoria, me dediqué a interiorizarme en el psicoanálisis, práctica que hoy ejerzo y me parece una de las más maravillosas de la tierra porque, desde el cruce entre la singularidad y lo social, apunta a descubrir ese ser único que es cada uno; despierta el ser y lo hace más libre.
En este trayecto, aparecieron a mi alrededor ciertos personajes que trabajaban en la academia o estaban pululando por ahí, y que en vez de profundizar el conocimiento, estaban orientados a identificarse con Lacan y a reproducir frases, actitudes, lugares comunes asociados a su figura. Toda una tribu académica que, como fenómeno, me pareció muy interesante y muy divertido. Podría decir que partí de ahí, y lo que hice fue tomar esos personajes y ponerlos a jugar en estas historias.
¿Por qué elegir el absurdo para hablar del psicoanálisis?
No es que yo elegí el absurdo para hablar del psicoanálisis. El absurdo apareció ante mí como una maquinaria muy potente para entender qué era lo que estaba pasando a mi alrededor y me pareció lindo poder transmitirlo.
Pensándolo, après coup, el absurdo es bastante psicoanalítico; ambos apuntan a aquello sin sentido, ilógico, aparentemente fuera de lugar, y nos llevan a esas otras escenas, que no están en la realidad y sin embargo aparecen, están ahí llevándose a cabo. Como en La Metamorfosis de Kafka, se pone de manifiesto eso en lo que termina convertido un ser humano en una sociedad de consumo. A nivel cotidiano, no vemos cucarachas o escarabajos andantes que van a sus trabajos, ¿pero acaso en qué nos termina convirtiendo el sistema capitalista?
Tal vez este libro me permitió mostrar esos sin sentidos y esas otras escenas que, a primera vista no se ven, pero que están ahí en ciertas lógicas del mundillo psi.
El libro maneja una alta cuota de humor sin querer ser gracioso, y eso genera fácilmente complicidad. ¿Cómo encontraste ese tono?
El tono debe venir de todas las películas de humor que vi, los sketchs, tiene claramente algo cinematográfico, televisivo, es muy visual. También debe haber algo de mi personalidad, que me llevó a escribir con ese estilo. Soy una persona que me rio mucho, soy muy alegre y me gusta rodearme con gente que se ríe y se divierte. Y no podría negar cierta herencia familiar del humor judío, reinventado en épocas aparentemente más agnósticas.
Los lugares comunes, de tan comunes, se vuelven absurdos. La idea del hombre que desea ser psicoanalista pero tiene el problema de que no le crece la barba o que la pipa tenga su propio estatuto, creo, van en ese carril. ¿Cuál es, para vos, el vínculo del absurdo con los lugares comunes?
Te lo resumo en lo siguiente: los lugares comunes son estereotipos. Y los estereotipos siempre tienen algo de extraño, sobre todo para aquellos que nos dedicamos a analizar la subjetividad humana y la singularidad de cada ser. Uno podría pensar que sólo lo que está fuera de lugar es absurdo, y no es así. También lo que está en su lugar es absurdo. Es absurdo el hecho de que haya lugares prefijados y que la gente los repita automáticamente, ¿no?
¿Cuál es tu “asunto” (por no decir problema) con Lacan?
Bueno. Digamos que el genio, el grande el psicoanálisis fue Freud. Con una gran vocación de descubrir e investigar al ser humano. Lacan, ¿qué hizo? Ordenó su teoría, la matematizó, la cruzó con algunos otros autores de otros campos e hizo aportes muy interesantes, estuvo bien. Pero como persona, tuvo una vida muy compleja como para andar imitándola.
¿Hacés terapia? ¿Lacaniana o Freudiana?
Me analicé durante mucho tiempo con una analista lacaniana. Un día llegué a sesión y, en el sillón de mi analista, había una caricatura ocupando su lugar. La busqué por todos lados, lloré durante un año seguido pensando que así iba a volver (uno cuando es bebé y cuando se analiza piensa estas cosas locas). No sucedió. Me negué a seguir atendiéndome con una caricatura y, bueno, por eso dejé. Aún hoy la sigo buscando, si alguien la ve, por favor avise.
¿Cuánto tenés que ver con la edición del libro y con la editorial Cielo Abierto?
Yo fundé el sello editorial Cielo Abierto. Lo hice para propiciar un espacio diferente, en el que puedan circular ideas, contenidos, producciones más independientes en torno a la literatura y el psicoanálisis. Espacio que no veo que exista actualmente en la Argentina. La mayoría de las producciones en esta área son repetición de la repetición de la repetición de la repetición. A veces pienso que hay un teléfono roto en el campo del psicoanálisis. De acá, surgió el libro y la editorial.
¿Estás trabajando en algo? Tanto en creación como en edición.
Sí, estoy escribiendo. Sigo con el surrealismo y con el psicoanálisis en otras producciones. Lac’n Roll es mi primer libro, son los inicios. Para una segunda etapa, además de seguir escribiendo, quiero que la editorial crezca, crear un espacio de intercambio y creación colectiva para quienes que les interese este área. También me interesa la producción y el diálogo con otros lenguajes artísticos como la música o las artes plásticas.