Si en un futuro alguien se pusiera a rastrear los inicios de Internet, cuál sería el punto cero por el que comenzar: ¿La primera búsqueda en Google? ¿La primera página de fotos porno? ¿El primer portal de noticias falsas? Si bien no hay un historial de búsqueda capaz de dar una respuesta certera, estas preguntas nos permiten volver al momento en que Internet comenzó a ser parte de nuestra vida como un “nuevo mundo” a descubrir. En su nueva novela, Los Mantras Modernos, Martín Felipe Castagnet invierte esta situación y no se pregunta por los inicios, sino por cuáles serán las últimas búsquedas que se harán en Google. La novela nos coloca en un futuro donde la tecnología ha llevado a la humanidad a un momento previo al desastre.
“El futuro es un desafío más grande que el pasado” dice en un momento uno de los personajes de la novela. La apuesta de Castagnet es concebir un universo ficcional donde elementos de diversas tradiciones se enlazan para concebir una imagen dislocada del futuro: desde tópicos clásicos de la ciencia ficción, como el viaje en el tiempo, o la destrucción del mundo por el avance de la ciencia, hasta elementos más ligados al cyberpunk, como la relación entre el cuerpo y la máquina presente en la idea del cyborg o la introspección como una nueva frontera en la cual aventurarse. Por detrás de este tejido de influencias por el que la narración se escabulle y zigzaguea, la novela se encuentra permeada por un ansia de interrogación que vuelve una y otra vez al espacio fronterizo de lo que nos constituye como seres humanos.
“Limpiá el hongo de los azulejos; destapá las canaletas; trabajá; hundite en las redes que te impidan pensar. Trabajá y recordá los mantras que nos repetimos todos los días para autoengañarnos y no derrumbarnos: quiero y me quieren, todavía tengo expectativas, existe un futuro y es luminoso”.
¿Y si el fin del mundo fuera algo próximo y sabido? A través de los buscadores, una especie de oráculos tecnológicos, las personas son capaces de consultar el futuro. Los resultados de los partidos de fútbol, el clima y hasta las circunstancias particulares se presentan como accesibles mediante los algoritmos de los buscadores. Al mismo tiempo, como forma de evadirse de un presente sinuoso, las personas han descubierto una nueva facultad, la habilidad de desaparecer a voluntad. Pero esta nueva práctica implica un riesgo: la posibilidad de traspasar a la “fosforescencia”, un más allá que funciona como un espacio superpuesto al presente. Por si fuera poco, también existe la vida exótica o “weird life”, una extraña sustancia que emana de esta otra realidad y pone en riesgo al presente.
Mediante una estructura fragmentada, donde la voz narrativa pasa de un personaje a otro, la novela hace foco en las peripecias de las familias de los dos ingenieros encargados de instalar los buscadores. Si bien la historia se ubica en un momento previo al desastre, el impacto ya se encuentra presente en los vínculos de los protagonistas. Ya sea por el duelo de una separación, las diferencias entre generaciones o el simple desgaste emocional, la búsqueda por volver a ensamblar los lazos afectivos funciona como el hilo conductor de la narración. Esta búsqueda de reconciliación y sutura de los personajes se va a dar en simultáneo con la emergencia de un nuevo mundo. Es en ese espacio fronterizo, en ese atravesar el espejo, donde cada uno de los personajes van a encontrar diversas posibilidades de conciliación.
A la manera de los artesanos japoneses de Kintsugi, aquellos que volvían a unir las fracturas de una pieza de cerámica en un intento por poner de manifiesto la transformación e historia de la pieza, Castagnet nos presenta en Los Mantras Modernos una visión del futuro donde confluyen y ensamblan diversos elementos dando cuenta de cómo Internet está transformando nuestra experiencia y relación con el mundo. El futuro está sucediendo ahora, pareciera decir Castagnet, solo hace falta saber ver entre las rendijas por donde se filtra.
Martín Felipe Castagnet recomienda:
“Un disco que escucho cada uno o dos meses es La flauta mágica de Wolfgang Amadeus Mozart y Emanuel Schikaneder. Estrenada en 1791 mientras Europa daba la gran vuelta carnero, su libreto alemán se aleja de las cortes italianas y abraza la imaginación liberada del bosque, la noche y la fantasía. Fue la primera ópera que escuché en vivo, cuando tenía nueve años, y todavía me sigue diciendo las mismas cosas que entonces”.