La progresión de los poemas de Luna Plutón (Caleta Olivia, 2018) dan cuenta de cómo una mujer se rearma luego de la experiencia de ser madre sola. Esto puede verse claramente en los primeros poemas donde se despliega esa soledad y en lo que pasa en la familia nuclear de la protagonista con sus padres, con sus hermanos y después cómo ella fabrica un mundo para crear una nueva familia. Hay un poema incluso que narra sus primeras experiencias sexuales, y la convivencia con el hijo y el nuevo novio. Luna Plutón es totalmente imprecisa, descontrolada y caótica.
¿Por qué Luna Plutón?
Luna Plutón es un aspecto de mi carta natal, presenten en el de mucha otra gente, por supuesto, pero que a mí, que empecé a leer sobre el tema cuando fui mamá, me impactó especialmente. Quiero aclarar que la astrología para mí abre un campo semántico enorme pero no soy una especialista. Luna Plutón implica, entre muchas cosas, que la nutrición y la destrucción aparecen como una díada, trenzadas de un modo muy complejo, por momentos enloquecedor, algo que se actualiza en la experiencia del puerperio, donde estás medio alucinada, sin saber cuándo dormiste, comiste o te bañaste, y donde la falta de descanso te hace experimentar otra dimensión del mundo, de las relaciones y sobre todo, del vínculo con el bebé.
Hablame de los dos registros poéticos que conviven en el libro.
Explorando ese campo de producción, que es la poesía, encontré muchas de las emociones y sensaciones que ocurrían cuando estaba puérpera, donde se manejan dos registros bastante contradictorios que tienen que ver con el amor y la necesidad de proteger a un bebé y por el otro una pulsión de destrucción, terror y muerte que actualizan temores viejos, tal vez ni siquiera propios. Y ese terreno árido de imaginarse la luna y Plutón (por eso también la tapa del libro, que no se sabe bien qué tipo de territorio es pero que plantean una aridez y una humedad) es donde conviven estos dos registros, del que pienso que solo se puede dar cuenta a través de la poesía.
Luna Plutón
Yo no te amo pero quiero que me ames
Nuestro hijo tiene 18 meses y ahora puedo sentarme a escribir el agotamiento
revisar el home banking la dentición
temprana y los anillos de pepa de saturno.
Toda esa ropa nueva que puedo ver en las redes sociales
la vajilla el futón, fuiste a un sastre, adelgazaste el desafío no es dejar de pensar
atrás de todo este castigo estoy yo, mi esencia
salvaje, yo que me gusto me guiño el ojo y no estoy tan decepcionada.
Dejo un poco de helado para la noche sola en la calle violencia
adentro mullido y luces altas agendas con abogados el agua purifica un viaje
en bondi de vez en cuando.
Yo no te amo, no disfrutaría tu compañía no te encuentro interesante
pero sí muy sexy sos tan majo
el problema no es que el bebé se prenda sino perder la paciencia dando la teta.
Dormir sola en la cuna
mientras él resopla desde mi almohada
el apego es bañarse juntos ponerse colorados no te miento cuando me llamás
me saco la remera y lo dejo tomar a su antojo.
La maternidad es un lío un poema de emoticones
en la cresta de la ola de la cena
mi ex novio me refiere sus consejos de crianza doy golosinas toda mi plata
no soy como él, no me compro nada
mantengo el orden hasta ahí mantengo la raya las cuentas se pagan el día que vencen
los carnets se pierden varias veces al año elegí un barrio bosque un barrio montaña para pasear el pata pata
miles de perros con collares de osos ventanas y rampas.
Pablo me dice que medite, que descanse mi cabeza del autocontrol de ser una boluda
todo el tiempo de sentir tanto tan poco
del rivotril de hacer la cama de la autoexigencia
y yo digo no, no me exijo mucho eh? y él dice sí, te das con un palo
y yo no quiero ser perfecta quiero ser armada
pero no puedo ni dar discursos.
Ahora mientras soy mamá de un nuevo descanso de algunos problemas
como esa pulseada por controlar.
Lo importante no es el amor sino la lealtad.
¿Por qué la elección por la primera persona?
Supongo que porque soy una hija de mi época, escribo en primera persona y muchas veces en segunda pero siempre hablo desde mí, lo cual genera un montón de sensaciones en la gente que está alrededor mío y que muchas veces se ve aludida. Me parece que es un precio que vale la pena pagar, o en mi caso valió la pena pagar porque siempre estamos pagando precios las mujeres que escribimos y las mujeres en general, o mejor dicho quienes no somos varones heterosexuales blancos. Muchas veces hay que dar explicaciones sobre lo que una hace o por qué lo hace o cómo lo hace. No por nada en cualquier mujer en una entrevista le preguntan cómo hace para conjugar maternidad y trabajo. Yo tuve que conjugar maternidad y trabajo, por eso tiro un poco por la borda esa idea tan idealizada que tiene que ver con el cuarto propio, con tener un espacio donde escribir y forjar una vida para la literatura. Yo creo que hoy eso es imposible. Una mujer escribe cuando puede, como puede y escribe sobre sí misma porque esa es la experiencia del cual el mundo actual le permite dar cuenta. Lo cual no quiere decir que no haya quienes escriban en tercera persona y está buenísimo. A mí me gusta la primera persona porque es aquello sobre lo que más necesidad tengo de escribir en esos pocos momentos en que puedo escribir porque me lo permite mi trabajo, mi hijo, una profesión precarizada como es el periodismo, una coyuntura tan lastimosa como es la del macrismo. Son un montón de cosas que hacen que en este momento del mundo para mí sea tan urgente escribir desde la propia experiencia, lanzarla al mundo como es publicar un libro y dejar que quienes lo lean se identifiquen, o lo repudien, o lo que sea pero que sea un experiencia en primera persona. Me parece que existe una emergencia de esa primera persona, que no es casual que aparezca la literatura del yo tan fuertemente y que sigamos publicando libros y escribiendo y generando literatura del yo.
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Flor Monfort recomienda:
“El álbum que más marcó mi adolescencia, y diría que Luna Plutón tiene un perfume a ese sonido, es Trompe le Monde de Pixies“.