Un animal, un duelo, un viaje, un devenir. En Sierra Nevada de Natalí Aboud, los sucesos se van encadenando como en un sueño afiebrado. Yael, la protagonista, hace de las fiestas su escuela de vida. De beso en beso, droga en droga, bailes desenfrenados y charlas en el baño con extrañas, Yael quiere probar todos los elixires y venenos que el mundo tenga para ofrecer.
Cerebro Magnético es el nombre de una fiesta pero también de una comunidad de seres que se encuentran en la noche: “En Cerebro somos lo que bailamos, lo que tomamos, lo que vestimos, y al otro día, somos otra cosa”. Se desdibuja el límite entre lo feo y lo bello, lo agradable y lo repulsivo. Yael encuentra en ese lugar intermedio una especie de obsesión narcótica. Su mirada se detiene en cada poro de Greta, su “amiga de la noche”, le fascina como la luz del sol la deforma, degrada la fuerza noctámbula, vampírica de Greta. Se rompe el hechizo.
Pero, como Alicia en el País de las Maravillas, lo que desencadena el viaje de Yael es el rapto escurridizo de un animal. Brownie, su gata, se enferma y la muerte aparece como una amenaza que termina por estallar. Yael trata de convocar sus mejores instintos, su vacilante adultez, pero no alcanza. Lo que muere con Brownie no es solo una mascota, sino una noción de familia, de acompañamiento y cuidado mutuo. Un lenguaje amoroso hecho de ronroneos, caricias, lamidas y calor.
Yael entierra a Brownie con la ayuda de su tatuador y allí surge la propuesta, la posibilidad de huída: acompañarlo a Sierra Nevada, en Colombia. “Pienso en el calor, en todo tipo de intercambio de calor, hasta el calor que da un cartón, y en el cuerpo de Brownie sin vida”. El calor de Brownie por el calor de Colombia, el dolor por el ardor. Una línea de fuga que viene justo a tiempo. La disolución de esta familia de dos le recuerda a una ruptura previa, la original: “Imagino el momento donde mi mamá agarra la tijera y corta de una forma prolija, como un cirujano que extirpa lo que no va más: mi papá”.
En Sierra Nevada encuentra su escape; rumbas, sí, aguas cristalinas, una novia hermosa y pasajera, pero el dolor vuelve aparecer como una revelación. “En Sierra Nevada los blancos se derrumban”, le dice Nuri, una mujer arhuaca. Lo blanco, que representa toda una cosmovisión, una manera de relacionarse, de vivir, convulsiona en Yael. El eco de un ruego: “las familias pueden ser otra cosa”. Una ceremonia de ayahuasca y una picadura de escorpión que la devuelven a su cuerpo, a un vínculo primigenio, al sonido de un corazón que late.
Sierra Nevada está disponible en librerías.