Leemos en la contratapa de la última novela de Ariana Harwicz: “En La débil mental, Harwicz nos arrastra a las entrañas más radicales de los vínculos familiares, a una relación casi animal entre madre e hija. Escrita como un flujo de consciencia que recuerda la mejor tradición de la literatura moderna – Virginia Woolf, Nathalie Sarraute- cruzada con una violencia desatada poco presente en la narrativa argentina, La débil mental es el relato de una pulsión sexual inagotable, de la desolación de una infancia sin respuesta, de la biografía de un cuerpo donde todo está sepultado”. La autora conversa con IndieHoy.
-El título de tu novela me recuerda a Benjy, el personaje de El sonido y la furia. El discapacitado mental que cuenta su historia. Tanto en Faulkner, como en tu libro, el trabajo desarrollado en torno a la voz del narrador es esencial…
-La alienación y el exceso se encarnan en la voz. De ahí que se asocie con monólogos teatrales, con Molly Bloom, con la poesía. Los personajes de mis dos novelas son un cuerpo amparado detrás de la palabra. El cuerpo arrastra, golpea, mata, pero el arma es la voz.
-Pero aquí, la voz “perturbadora”, lapidaria, pareciera estar dictaminada por el odio. Un odio obsesivo que se da entre madre e hija y viceversa…
-La madre le quita el aliento a la hija. La hija a la madre. Porque ambas coartan la vida de la otra. Ambas se espían, se desquician, se limitan. Lo que ellas quisieran es vivir en paz. Pero qué es vivir en paz cuando se vive rodeado de familia. Matar a todos o no haber nacido de nada. No tener sentimientos. Qué es vivir en paz, dar rienda suelta al deseo, es imposible porque la madre está detrás de la puerta cuando la hija coje. Porque la hija estorbó el amor de la madre creándose en un cuerpo enamorado. Los hijos estorban en un cuerpo poseído. Esta madre no es modelo para esta hija que dice no venir de ningún lado.
-Ahora bien, entre muchas cosas La débil mental desmitifica la figura de la mujer. La animaliza. ¿La veja?
-No me doy cuenta de eso. No tengo una idealización prefabricada de la mujer. Para mí no hay vejación, lo que hay es un retrato.
-¿Podrías referirte a la importancia de la trama al escribir la novela? Pues la misma no se adecua a una linealidad cronológica, tampoco a las leyes de causalidad de los eventos…
-La trama está en adecuación con la voz de los personajes, pero es cierto que trabajo más, digamos que me obsesiona más, la corrección de la precisión estilística que causal. No porque desmerezca la trama sino porque uno escribe como puede. De todos modos los desvíos, los cortes, lo lateral, incluso ciertos pasajes más crípticos, son siempre trama. Todo está por dentro del relato. Lo que veo es un campo totalmente oscuro, minado y un personaje aullando.
-Leemos en la contratapa del libro “la novela nunca se vuelve sórdida, sino al contrario: roza la poesía”. ¿Por qué pensás que la crudeza tiende a incomodar?, ¿la ficción debe ser pudorosa?, en otras palabras, ¿tiene sentido que lo sea?
-Creo que el editor quiso ahí poner una alerta para que no se presuponga una literatura que se regodea en lo sórdido, para advertir que según él, la novela no entra de lleno en lo que hoy parece constituirse como un género de lo sórdido gratuito sino que es luminosa también porque hay deseo. No tiene sentido el pudor, yo lucho contra él.
-¿De qué modo pensás que el hecho de vivir en Francia haya influido (o no) en tu escritura?, ¿qué novelistas franceses te interesan?
-La influencia viene por el extrañamiento, lingüístico, geográfico, cultural. Es Francia pero podría haber sido Marruecos o Noruega. O un pueblo en cualquier lugar del mundo. Lo que me sirve para escribir es estar fuera del tiempo y el espacio conocidos. Victor Hugo, Baudelaire, Camus, Balzac, Flaubert, Rousseau, Proust, Sade, Verlaine, Breton, Vian, Genet, Céline, ¿tengo que llegar a este siglo?
-Asimismo imagino que tu experiencia con la dramaturgia ha repercutido también el pulso rabiosamente expresivo de tu prosa.
-Pienso dramatúrgicamente, la dramaturgia me da el impulso para escribir. Al menos en las dos primeras novelas porque la que estoy escribiendo ahora se corre un poco del mecanismo del teatro. Pero esencialmente el drama de los personajes y su tensión, lo que flota en el aire, es dramaturgia.
-Pregunta que no puedo dejar de hacerte. ¿Tu madre leyó el libro?
-Creo que sí, ¡aunque puede que haya simulado leerla!
-Imagino que encontrar editor para tu tercera novela no será tarea ardua. Tus libros han recibido buena crítica. ¿Pensás que la opinión favorable de expertos te condiciona?
-Mi tercera novela ya tiene editor. No me siento condicionada por las críticas, tengo aprensión frente a la escritura porque nunca se sabe, es la misma desconfianza frente al enamorado, un día sí, un día el idilio, y al otro un disparo al cuello.
-¿Te gustaría llevar tus novelas al teatro?
–Matate, amor, se estrena en abril en Buenos Aires dirigida por Martín Flores Cárdenas, y también con una Compañía de teatro en Francia. La débil mental quizás también será adaptada en Argentina. En el ensayo de Matate, amor, vi que sucedía lo que de algún modo pasó en mi cabeza antes de ser palabras.
-Para cerrar, ¿cuáles pensás sean algunos de los prejuicios de un autor a la hora de escribir?
-La mirada de los otros, los supuestos sentimientos, los supuestos pensamientos, lo que un hombre debe o debería hacer. Todo eso es basura para escribir. No estoy de acuerdo con eso de que el personaje no debería hacer aquello que nosotros no somos capaces, justamente es al revés.
La débil mental
Ariana Harwicz
2014 – Mardulce Editora