Otra rubia para el indie,
que se sume al catálogo inacabable de chicas
que hacen coros en una banda conocida
y que empieza a vestirse de rojo,
y a resaltar en fotos de prensa
aunque se haya cubierto la cara con el pelo
y solo se le vean los labios,
a la que de repente se le ocurre en su casa,
frente a la compu,
desempolvar la guitarra del closet,
armar tres o cuatro secuencias buenas en el Reaktor
y componer ella sola diez o doce canciones,
pedirle a un compañero del grupo que se las produzca más o menos,
porque tampoco quiere renunciar a la banda grande,
pero sí pretende poder llenar
los parates creativos y emocionales de sus bandmeits
con algo hecho por ella misma.
Otra rubia para el indie
que tenga la parla suficiente
para sostenerle una charla de Leit nait
a Jimmy Fallon,
que pueda dar buenas entrevistas en las revistas,
y que se noten sus curvas en las fotos
más allá del suéter de lana con el cuello agrandado,
dos talles más largo,
o incluso por eso mismo.
Que le moleste un poco
que los chicos que reseñen sus shows
se refieran a su peinado,
porque forma parte de su persona artística,
porque es un gesto premeditado
y aunque le salió bien,
y por fin hablan de ella,
todavía no dicen
lo bien que canta.
Otra rubia para el indie
picando el porro con los dedos
arriba de una edición vieja
del EPIPSAIKÍDEON de Shelley.
Que diga:
“ME
ESTÁS
JODIENDO”
cuando le cuenten que es muy probable
que le den una página completa
a la reseña de su disco en la RS,
que su día sea un chicle imposible
entre las mañanas en la sala de ensayo,
los almuerzos con su hermana
y la tarde esa de las seis horas reglamentarias
de un trabajo administrativo
en el ministerio de desarrollo social
que no se anima a dejar.
Súper indecisa entre
dedicarse por completo a la música
o esperar un poco más
a ver si sale esa beca para irse a hacer la maestría en la EN UAI IÚ
y renunciar al rock por un tiempo.
Otra rubia para el indie
que espere con ansias el invierno
por las mandarinas,
cansada pero feliz de estar haciendo
todo lo que puede para hacerse famosa.
Otra rubia para el indie
dando sones de una maldad esotérica,
tirada en el medio del escenario,
con el pelo batido,
cantándole con los ojos cerrados
a unos chicos en la Trastienda
que la miran compenetrados
a través de los marcos grandes y gruesos
de sus anteojos sin aumento.
Otra rubia para el indie
que entienda la lindura como una cosa abstracta,
a mitad de camino de la gracia y el descontento,
que viaje en el 36 o en el 55,
el que llegue primero,
de Caballito a Palermo ida y vuelta
a ensayar con su banda,
a tomar un helado,
a bailar soñando
con un futuro retro de bares copados
y canciones sin esfuerzo.
Otra rubia para el indie
que se cuelgue la guitarra
como una cartera,
que escuche noise en el auto,
que se drogue con cuidado
y le queden las pupilas dilatadas
borrando el marrón oscuro del iris
y que mirándose al espejo
se crea fea por dentro.
Otra rubia para el indie
con mucho miedo a engordar,
que asocie las grasas con la locura
y no entienda.
Que consuma quínoa,
cosméticos,
pedales de distorsión
y Telecasters color madera
viejas,
usadas,
eternas.
Otra rubia para el indie
que vive en una casa
con el frente tapado por enredaderas
y se sugestiona mirando una peli
en un proyector HD Epson
que pensó un montón antes de comprar,
porque constituye su compra más jugada
en lo que respecta a electrodomésticos
en toda su vida.
De las que no usan billetera,
ni reloj,
ni pulseras.
De las que se olvidaron la clave del homebanking,
de las que están HARTAS
de los textos llenos de gerundios,
del mal gusto de los programadores de las FM
que escucha para ver si pasan su canción,
de las colas largas del Disco de José María Moreno,
de los portales de noticias,
del smog,
de los malos tratos,
del verano,
del fin del mundo anunciado cada dos días,
de los paraguas baratos,
de los caramelos que duran poco,
de que ya no se consiga el Suchard mús,
de que en Buenos Aires no nieve,
de las películas con Peretti,
de las fotos de las mascotas de sus amigas,
y del grin jils amargo que te sirven en la confitería
cuando pedís un té.
DAMIÁN TULLIO (Buenos Aires, 1985).
La nouvelle Algo que nunca le conté a nadie (Tenemos las Máquinas, 2012) es su primer libro publicado. “Otra rubia para el indie” es inédito.