Nueva York, año 2000. A meses de la caída de las Torres Gemelas, una chica veinteañera, huérfana, compra su departamento en el Upper East Side de Manhattan con la herencia de sus padres. Es uno de los barrios neoyorquinos más lujosos y exclusivos, reconocidos por haber sido el escenario donde transcurre la vida ficticia de Carrie Bradshaw (Sex and the City) y Blair Waldorf (Gossip Girl), como también de familias de élite norteamericana, tal es el caso de los Rockefellers, Roosveelts y los Kennedys.
La protagonista de esta novela vive cómodamente en la capital del mundo, el gran sueño americano, pero se siente miserable. Ella narra su propia historia, pero jamás conocemos su nombre. No tiene ninguna relación significativa en su vida: su padre falleció de cáncer y su madre de sobredosis unos meses después. Solo tiene una amiga, Reva, a la cual parece despreciar, que la visita regularmente para compartir los detalles de su vida y compararse con la narradora, su belleza, su ropa, su departamento.
Recién salida de la universidad y sin necesidades económicas, se propone buscar un trabajo para pasar el rato. Lo consigue como asistente para una galería de arte, un trabajo fácil que consiste en ser la chica linda y misteriosa detrás del mostrador. Fastidiada por ese mundo cool y cultural lleno de banalidades como pudo ser Nueva York previo al 11S, la protagonista habita un sinsentido dominado por la apatía. Lo único que le interesa es dormir, porque durmiendo no está, no existe, se borra. No puede sentir nada, más que el deseo de dormir.
Comenzó durmiendo en el trabajo a escondidas, hasta que la echaron. A partir de ese momento decide hibernar en su departamento y acudir a una psiquiatra incompetente que encuentra en una guía telefónica. La profesional olvida sesión tras sesión los detalles de la vida de la paciente, por lo que la narradora inventa o exagera fácilmente todo tipo de síntomas con tal de conseguir lo que necesita: pastillas para dormir. Los días se dividen entre el sueño artificial y una lucidez estropeada que utiliza para ver películas de Whoopi Goldberg, su heroína personal y lo único que parece disfrutar.
En una entrevista, la autora del libro Ottessa Moshfegh explicó que en la novela subyace la temática del duelo, más allá de cierto humor en la narración de tintes satíricos. La protagonista pareciera creer que para poder realizar el duelo tiene que borrar sus traumas, la raíz del dolor, del malestar, del vacío. Dormir para lograr una “gran transformación”: “Mi vida anterior no sería más que un sueño y podría empezar de nuevo sin remordimientos, fortalecida por la dicha y la serenidad que habría acumulado en mi año de descanso y relajación”.
La protagonista, finalmente, despierta el 11 de septiembre del 2001, junto a la sociedad neoyorquina dando así el fin de una era norteamericana caracterizada por un optimismo y despreocupación exacerbados. Así la novela encuentra relación con temáticas reales y actuales, como el aumento considerable en las cifras de depresión y ansiedad en las grandes ciudades, así como del abuso de fármacos, entre otros. Anestesiar los sentidos jamás podrá lograr separarnos de una realidad que no se detiene, ni siquiera con un año de descanso y relajación.
Mi año de descanso y relajación está disponible en librerías.