“Relatos de un bebedor de éter” se mueve en un terreno irregular, una ciénaga por la que se avanza a tientas. Aunque en muchas ocasiones somos testigos acechados por Poe y Baudelaire, hay pasajes donde las influencias son menos determinantes, en esos casos Lorrain es tan amplio como infalible: “Allí, delante de vuestros ojos alucinados por la sombra/ En la alta ventana, donde susurra el viento/ Inerte y movediza se bosqueja una forma”.
Lorrain deambula taciturno, impregnando las paredes con una monstruosidad de trastornado, mientras se cuelan algunos versos, poemas que ayudan a respirar un poco en medio del horror.
El mismo horror, que promediando la noche puede despertarnos y llevarnos a descubrir un fantasma en el preciso instante en que nos miramos en el espejo. Algo así como un viaje alucinógeno, un sueño de ebrio encerrado en habitaciones de hotel donde la imaginación rinde sus frutos de manera atroz.
Cuando Lorrain publicó estos relatos en 1895 su estómago ya estaba devorado por alcohol y las drogas. Murió en 1906, a la edad de 50 años.
Relatos de un Bebedor de Éter
Jean Lorrain
Caja Negra – 2011