Acercarse a una obra de Michel Houellebecq desprovisto de prejuicios es una tarea difícil. El escritor francés ha cosechado tantos elogios (muchos de sus colegas lo consideran el mejor escritor vivo) como críticas (agrupaciones de izquierda lo han tildado de misógino y musulmanes de islamófobo). El nivel de atención que generan tanto sus obras como sus opiniones, desprovistas de cualquier tipo de corrección política, lo ha conformado como uno de los escritores mas importantes en la literatura contemporánea.
Su nueva obra, Sumisión, emerge en una coyuntura que funciona a medida. Publicada el mismo día en que las oficinas de Charlie Hebdo eran víctimas de un atentado terrorista, la novela plantea un escenario distópico a través de la mirada de Francois, un profesor de literatura universitario de 44 años. Francia 2022, Hollande se acerca al final de su mandato y dos partidos se disputan la presidencia del país. Por un lado el Frente Nacional, exponentes de la derecha mas conservadora con Marine Le Pen al frente y por el otro La Hermandad Musulmana, un nuevo partido político con raíces islamistas que rechaza el extremismo terrorista. Con el apoyo de parte de la derecha y del socialismo, La Hermandad se proclama ganadora de los comicios con la carismática figura de Mohammed Ben Abbes al frente.
A partir de este momento, a través de la mirada pasiva y apolítica de Francois, asistimos a una transformación absoluta de las costumbres occidentales mas arraigadas dentro de la sociedad francesa. Se genera una reconfiguración total del concepto de familia y el surgimiento de un nuevo patriarcado. Las primeras iniciativas de cambio se dan en el plano educativo: las universidades abandonan su laicidad para establecer como requisito para sus académicos y profesores la conversión al islamismo. Las mujeres pierden sus posiciones de poder en el ámbito universitario y laboral mientras que la población judía decide emigrar forzosamente a Israel. En esta situación, Francois representa el arquetipo del hombre occidental. En medio de una crisis de mediana edad y sumido en una depresión producida por el desbalance entre su éxito profesional y el fracaso en su vida personal, deberá reubicarse en una sociedad que reivindicara costumbres y valores ético religiosos que le serán totalmente desconocidos.
Afirmar que Sumisión se enfoca exclusivamente en realizar una critica a la religión Islámica sería un error. Desde su óptica irónica e incisiva cuestiona la dicotomía derecha-izquierda que rige el escenario político de Francia (y de gran parte de los países occidentales) desde mediados del siglo XX, estableciendo una visión decadente del bipartidismo y del sistema republicano. A su vez, en un contexto caracterizado por altas tasas de desempleo, el escritor plantea un resurgimiento del esplendor económico europeo basado en la financiación a través de los petrodólares provenientes de un inesperado aliado: Arabia Saudita. Es mordaz el estudio que lleva a cabo sobre la debilidad de los ideales del hombre intelectual occidental, caracterizándolo como un ser corrompible frente a la prosperidad económica y la tentativa de la poligamia, claudicando ante la posibilidad de poder tener hasta cuatro esposas a la vez, sin límites de edad y adecuadas solamente a sus necesidades. De forma siniestra dispone un triángulo compuesto por la religión (o la búsqueda de la fe), el poder económico y el sexo, cuyos lados son inseparables el uno del otro.
Las interpretaciones que se desprenden a partir de su título son varias. Es interesante como en determinado punto de la novela, el sustantivo “Sumisión” sugiere un amplio abanico de referencias: Desde el punto de vista religioso, Houellebecq plantea la idea del sometimiento en primer lugar por parte de la mujer hacia el hombre y en un orden superior, del hombre frente a Alá. En una segunda lectura, desde un pesimismo atroz, analiza un escenario en el que la sumisión frente al estado islámico se da por parte de un sistema social sumido en la desigualdad y la apatía que no ofrece ningún tipo de resistencia ni oposición y que se encuentra colapsado.
Con un ritmo ágil y un sencillo estilo narrativo, la historia atrapa al lector desde la primera hasta la ultima página. A pesar de un final algo abrupto carente de un desarrollo en sintonía con el resto de la historia, la obra más reciente de Houellebecq raya los niveles de perfección y justifica con creces la atención que recibe actualmente, funcionando como un testimonio audaz y sarcástico de la paranoia (acrecentada a partir de los ataques terroristas del pasado 13 de noviembre) que mantiene en vilo a la sociedad occidental contemporánea.