“Anoche me quemé el paladar comiendo un huevo frito, no puedo tomar café”. Eso es lo primero que dice el poeta Tomás Rosner al llegar una tarde a un bar de Chacarita. Si cualquier otra persona hablara sobre una quemadura de paladar podría no ser tan importante, pero si quien lo dice es un escritor que siempre que puede busca recitar sus poemas en vivo, entonces se trata de un asunto más serio.
Tomás sabe poemas de memoria y sostiene su obra como si fuera algo que le quema en las manos si no se lo pasa a otro. Entre sus más recientes proyectos, logró hacer que Instagram se llene de poesía con su cuenta Los Fatales, sacó su primer poemario Ginseng en 2018 y este año acaba publicar El verano de cada uno. En conversación con Indie Hoy, hablamos con el artista sobre todo lo qué está pasando con este género literario por el que él está encandilado, los posibles caminos futuros de la poesía, y más.
De chicos todos teníamos amigos que hacían poesía. Ahora, ya pasados los treinta, quedan pocos, solo los que quisieron seguir insistiendo con eso. ¿Por qué seguís insistiendo con la poesía?
Me gusta insistir. Me gusta la idea de insistir en general, de ponerle huevo a las cosas, de prevalecer, aunque a veces pierdas. La poesía, por como la entiendo yo, es tanto decir como escribir. En esa retroalimentación entre escribir y decir en voz alta, creo que hay algo útil para estos tiempos. Mirta Rosenberg dice que en las épocas jodidas la poesía crece. Yo siento que la gente se engancha con la poesía, doy talleres y veo que quienes vienen se entusiasman. Entonces, ¿cómo no voy a insistir? La poesía funciona como una especie de reservorio para la escasez de sentimientos en el mundo.
¿Y a los que te dicen que escribir poesía es escribir sobre algo muerto? ¿Qué les dice un poeta vivo a los que dicen que la poesía está muerta?
¿Cuántas veces se pronosticó el fin de la sociedad lectora? Siempre se está diciendo eso. Con la poesía pasa un poco lo mismo, que es mentira desde el vamos. Todos sabemos canciones de memoria y eso es poesía. Al repetir esas canciones, estamos repitiendo poesía. Si había una discusión sobre eso, la resolvió la academia sueca cuando le dieron el Premio Nobel a Bob Dylan. Ya está, ya quedó viejo. Yo creo que es al revés, hay una revalorización de la poesía. Mi prima tiene diecisiete años y me pidió recomendaciones para hacer un taller de poesía. Yo a la poesía la veo más viva que nunca.
Hay un mundo de poesía joven, existen booktubers, plataformas como Wattpad… ¿Pensás que tus libros o tu cuenta de Instagram @losfatales le llegan a ese público más joven?
A mí me re interesa dialogar con los más jóvenes. Trato de ponerme en estado de aprendizaje. El hip hop, por ejemplo, me interesa a full, y trato siempre de acercarme a esa movida. Creo que el hip hop y el freestyle son fenómenos de la palabra, muchas veces son payadas o pueden llegar a tener estructuras de octo silábicos. Con eso los pibes la están rompiendo y la poesía recontra está ahí. También está en quienes hacemos libros, claro, en los dos lugares. Yo hago movidas de oralidad y siempre trato de mezclar esos dos mundos, el de los libros con el de la música. Hoy por hoy, si vos querés armar algo de oralidad y no metés un freestyler o un hiphopero, no entendiste nada. Ojalá que me lean estos pibes.
En El verano de cada uno, tenés un poema que dice: “La poesía está en cualquier lado, pero no todo es poesía”.
Yo pienso que poeta es el que percibe. Juan L. Ortiz, que vivió toda la vida al lado del río Paraná y le decían “la sabiduría de la intemperie”, dice que la verdadera poesía es la que se vive, la que es anterior a su expresión. Si uno quiere, después lo pasa a versos, claro, pero la poesía es anterior a esa traducción, a esa síntesis. Entonces, poeta es el que percibe. Siento que cuando digo que “todo es poesía, pero no todo es poesía”, estoy diciendo que si uno perdió la capacidad de asombro, no puede percibir, no puede estar en la sintonía, no puede escribir poesía. Divididos dice: “No es poesía ver la carne transpirar”. Yo te digo que cualquier cosa puede ser poesía, pero que hay que estar en un estado para captarlo. En general, es producto de vivir más o menos bien; cuando estás en cualquiera, la poesía se muere.
En tu libro hablás de dos géneros en particular: uno es la poesía jurídica y otro es la poesía secuencia. ¿Qué vendrían a ser?
La poesía jurídica es un género que existe, no lo inventé totalmente. Yo soy abogado y trabajo en la Facultad de Derecho de la UBA, soy docente de Derecho y Literatura e integro un seminario permanente sobre el mismo tema. Es algo que me interesa, siempre estoy mirando la relación entre esas dos cosas. En mi libro, le puse de título “poesía jurídica” a una carta poema que le mandé a Telecentro. Me venían volviendo loco, diciendo que acumulaba deuda cuando yo lo había dado de baja, una tortura. Escribí esa carta documento junto a la abogada Renata Cardarelli; ella me iba dictando y yo escribía. Les mandé esa carta y logré que me dejaran tranquilo; la poesía triunfó, sirvió y fue eficaz. Prefiero lo que se genera cuando la escritura rompe con la utilidad del mundo y es improductiva. Pero a veces te obligan a jugar el juego de que sirva para algo. Este es solo un ejemplo, hay miles.
¿Y la poesía secuencia qué es?
Eso no sé si configura un género. Es el título del poema con el que abro el libro y tiene esta idea de ir corriendo sutil pero insistentemente los límites de lo que es poesía. El libro tiene esa búsqueda, hay muchos experimentos que buscan romper con lo que entendemos como un libro de poemas. En el año de la pandemia estuve dando muchísimos talleres de escritura poética, y estos poemas los saqué de esas experiencias con los talleres. La poesía secuencia resume un poco el espíritu general del libro.
Tus dos libros, Ginseng y El verano de cada uno, abrieron la colección Los Fatales, que es la parte de poesía de la editorial Abre Cultura.
Sí, y está bueno que digamos esto en voz alta. Los autores, en cualquier acuerdo editorial, están sacando el ocho por ciento del precio de venta al público, y encima les rinden mal. En una editorial chica y en una grande pasa lo mismo, te cagan. Ahora estamos en un momento de crisis total de las formas en las que se vendían los libros, y entonces hay que probar formas autogestivas, nuevas posibilidades de venta, básicamente para que los creadores sean mejor retribuidos. Esta colección es una coproducción entre mi proyecto Los Fatales y Abre Cultura, los dos juntos. Yo, como escritor, estoy contento con el acuerdo que establecimos, siento que no me están cagando. Eso no puede no ser bueno.
Para terminar, ¿hasta dónde llega la poesía de Tomás Rosner?
¿Eh? Ah, yo qué sé, no tengo ni la más mínima idea.