Como sucede cada año, en esta selección tratamos de apostar por la diversidad temática, genérica y estilística de la historieta argentina. Si tuviéramos que ordenar según algunos rasgos las obras listadas acá abajo, podríamos decir que lo político, lo afectivo y los modos de vivir en la ciudad son una constante. Algunas historietas encaran esos ejes de manera más filosa, otras de forma más tangencial.
Ya sea desde la ficción histórica, desde la fantasía o desde un atenuado costumbrismo, los relatos que acá destacamos ofrecen un mosaico para prensarnos a nosotros mismos en un presente infortunado y asfixiante.
Esperamos que estas novelas gráficas acerquen no solo territorios estéticos para disfrutar, sino también para -al menos por el rato que dure la lectura- respirar.
10. Chamán, de Carina Altonaga
Primavera revolver
De magias simuladas y reales, de vidas que tropiezan, de codiciosos gurúes espirituales, de diablitos impiadosos, de soles andinos que curten la piel. De todo esto se trata Chamán. Y bastante más también. En el noroeste argentino, un grupo de desconocidos emprende una excursión espiritual con un chamán para exorcizar rémoras del pasado. Carina Altonaga narra con contundencia, con ritmo de thriller a partir de un blanco y negro con voluntad de realismo. Un viaje con nervio y con la tirria propia de la que germinan las sectas.
9. Las durmientes, de María Eugenia Alcatena y Muriel Frega
Leitmotiv
La potencia de Los durmientes es notable. Con una extensión compacta de cincuenta páginas, las autoras logran desplegar cuatro historias que van desde el cuento de fantasmas, el relato de astronautas, el terror enfocado en magia negra y una distopía donde reinan los doppelgangers. Todos los cuentos imaginan otros planos de existencia posible, que excede nuestra vida circundante o que la complementa y tensiona. Breves y rotundos, estos guiones de María Eugenia Alcatena tienen una cuota de lirismo difícil de encontrar en la historieta local. Lo mismo sucede con la creatividad de Muriel Frega (a la que nos tiene acostumbrados) para expresarse a través del uso del color y una puesta en página compleja, singular, bellísima.
8. Satén rosa rosa, de Paula Boffo
Deriva Editorial
Material compilatorio de un arco temporal de más de diez años. Y este no es un dato menor porque, como deja aclarado en el preludio la autora, el recorrido cronológico tiene el objetivo de dar cuenta de sus transformaciones estilísticas y por lo tanto de nuevas formas de mirar el mundo. Un despliegue de intimidad, de situaciones placenteras y de las otras también en una colección de narraciones picantonas y divertidas. Con justicia, Paula Boffo nos llama pervertidos a los lectores avivados en sus fuegos que gambetean toda sexualidad reglada, toda posible domesticación de la sensibilidad.
7. Domingo a la tarde, de Camila Torre Notari
Maten al mensajero
Domingo perfecto para Carmen, con el correspondiente remoloneo apacible que la retiene entre sábanas promediando el mediodía. Hasta que su amiga Russi la pasa a buscar: tarde de juntada y birras entre amigos, música en vivo en el bar de siempre, conversaciones sobre series y animé, un chico nuevo y encantador que hace fanzines sobre Nati Oreiro. Pero en cierto punto, la escena de costumbres trastabilla y la trama da un giro. Después de El ángel negro, Gira de pizzerías y El año en que conocí a Naritzutis (todos editados en Maten al mensajero), Camila Torre Notari se deleita en el coqueteo con lo fantástico y nos regala un antídoto para los sueños incumplidos del fin de semana.
6. Röd y Snön, de Linhart
Loco rabia
La historia presenta a Arne Gunnarsson un inspector de seguros que viaja hasta Karlsbacka, una localidad remota del interior de Suecia, para investigar sobre la muerte de uno de sus habitantes. Francisco Torres Linhart, el historietista e ilustrador nacido en Palma de Mallorca, desarrolla un policial con tiempos narrativos reposados y un protagonista con trastornos de personalidad. Acá lo que importa son las relaciones interpersonales que se gestan ante la llegada de Arne, la vida de la comunidad y las historias individuales que van develando poco a poco. Por eso no hay que pensar en Röd y Snön como un nordic noir caracterizado por la inmensidad del paisaje escandinavo, recortado entre fiordos, bosques profundos e inmensos lagos figurados con grandes planos abiertos. A pesar de la presencia constante de la nieve, en términos generales Linhart compone a partir de viñetas de planos medios, que encuadran cuerpos, gestos, objetos o locaciones interiores. La culpa, el remordimiento y lo delictivo se perfilan aquí en la singularidad de los rostros, no en lo inabarcable del paisaje.
5. Preferencias del sistema, de Ugo Bienvenu
Hotel de las ideas
Una historia que transcurre en una realidad distópica en la que el espacio de almacenamiento de datos se encuentra en estado de saturación, y en el que los robots brindan servicios domésticos (e incluso gestan). En ese contexto, Yves trabaja para un organismo dedicado a archivar patrimonio cultural o más bien, a decidir qué prevalece y qué no ante la falta de espacio virtual. Cuando le ordenan desechar 2001: odisea del espacio de Kubrick o la obra completa del poeta W. H. Auden para liberar espacio, nuestro héroe se resiste y comienza a acopiarlo en el sistema operativo de su robot Mikki para hacerle frente a la voluntad de olvido imperante en aquella sociedad (es decir en la nuestra). A pesar de imaginar un futuro agobiante, lo interesante es que la novela no se regodea en una actitud quejosa sobre este vivir acoplado a la técnica, y ofrece un desenlace para respirar sin eludir la pregunta ética y estética sobre nuestros modos de existencia.
4. Dear Patagonia, de Jorge González
Sector Editorial
Después de más de una década de haber sido publicada en España y Francia, se editó finalmente esta novela gráfica fundamental para quien quiere seguir el recorrido artístico de su autor. Nos metemos de lleno en localidades de Tierra del Fuego, Comodoro Rivadavia y otros pueblos de Chubut a lo largo de un siglo. Una geografía que se torna personaje enmarca una serie de relatos situados en distintas épocas que van tocando, tangencialmente, acontecimientos de nuestra historia (las campañas de exterminio étnico, la dictadura militar). En Dear Patagonia, Jorge González se toma el tiempo para mostrar la vastedad de esos territorios en sucesivas viñetas descriptivas que apelan a lo contemplativo. La representación de esos paisajes áridos e inhóspitos surge de un dibujo de bocetada elegancia en tonalidades ocres que provoca emocionalidad de manera progresiva página tras página.
3. Tinto, rosado, blanco, naranjo, de Beibi Kebab
Fruto de dragón
¿Crónica de viajes, cuaderno de apuntes, semblanza familiar? No importa el género en el que se asienta la segunda novela gráfica de Beibi Kebab; importan las zonas afectivas que nos propone recorrer en su relato, combinando sus juegos plásticos con sus palabras. De hecho, uno de los atributos del libro se expresa en bellos entrecruzamientos que perturban la matriz genérica: la de los géneros literarios, la del género de los lazos familiares, la del género de las excursiones turísticas, la del género epistolar. La anécdota podría resumirse así: la narradora y su madre encaran unas breves vacaciones en Mendoza, pero afortunadamente Tinto, rosado, blanco, naranja: un viaje con mi mamá no puede reducirse a su plot argumental. Además de mostrarnos cómo recorren viñedos juntas o disfrutan en aguas termales, Beibi va yuxtaponiendo alusiones a la infancia de su mamá, detalles sobre su abuela huyendo de Polonia apenas iniciada la Segunda Guerra Mundial o la historia de San Martín en su gesta libertadora en el cruce andino mendocino. Pero lo más saliente es la elegancia (y el coraje) con que la historieta habita las fragilidades, las pérdidas, la irrupción de la melancolía; como también esos recuerdos dichosos, esas memorias familiares vivaces que a veces reemergen en nuestro pensamiento y nos sacan una sonrisa. La autora nos regala un mundito luminoso para atesorar. Después de todo, se trata de un canto de gratitud hacia la madre. La canción más poderosa entre todas las canciones.
2. La bestia impura, de Luis Scafati
Loco rabia
La bestia impura es la primera novela gráfica de Luis Scafati como autor integral. El artista nacido en Mendoza imagina y describe -en clave alucinada, full desquiciada y por momentos de manera muy amorosa también- distintas formas de experimentar la ciudad. A lo largo de 260 páginas, está entonces la urbe misma que es, digamos, el personaje más potente dentro de la novela y cuya fuerza se reconcentra en conjunción con un contexto pandémico omnipresente. Pero también está el policía represor que se siente vacío, muerto por dentro; el tachero fanfarrón y charlatán; la influencer que en unos pocos pasos te arma un tutorial para la buena civilidad; el artista conceptual que produce obras con mierda; o la propia naturaleza tomando revancha contra el ser humano. Porque, en resumidas cuentas, es a este ser humano actual -hiperproductivo, consumista, autoexplotado- al que se pone en cuestión en estas páginas.
1. La rebelión, de Ian Debiase
Hotel de las ideas
En el tocadiscos suena Palito Ortega con “Bienvenido amor”, mientras un comando de milicos irrumpe en un departamento donde unos jóvenes celebran una fiesta y, paralelamente, un puñado de vecinos anónimos mira los comunicados de la represión militar por televisión. Esa es la secuencia contundente con la que empieza el primer capítulo de esta historieta fundamental sobre el estallido estudiantil y obrero de mayo de 1969. A pesar de tener un anclaje en la ficción, Ian Debiase consultó archivos, entrevistó protagonistas y familiares de esos sucesos, acudió a los documentos. Un trabajo que no deja de lado el rigor histórico y que nos interpela poniendo de relieve a una generación que tenía otras perspectivas sobre lo comunitario y la construcción colectiva. En ese sentido, es una novela gráfica que abre un camino a contrapelo del individualismo hoy reinante y va camino a conformar el género de lecturas de resistencia.