Beibi Kebab crea un mundo hipersensorial en sus novelas gráficas. Dibuja con palabras las sensaciones, plasma con colores los vínculos y se sumerge en lo cotidiano para contar una historia, su historia y la historia que atraviesa su identidad.
Tinto, Rosado, Blanco, Naranjo, un viaje con mi mamá (Fruto de Dragón, 2024) es su segunda novela gráfica y la consolidación del estilo único y auténtico que surgió en su ópera prima, ¿Cuáles son los colores de la mañana? (Deriva, 2022). “Es un libro de contemplación y de pasar en limpio data, información o experiencias. Los colores… es más ficcional; los personajes se encuentran y se desencuentran. En Tinto, Rosado… hay algo mucho más documental, si se quiere, en donde no hay una condena, sino más una intención de ver quiénes somos”, afirma Beibi Kebab en conversación con Indie Hoy.
La artista argentina explora desde el presente los matices de los objetos, las situaciones y los paisajes, para grabar el viaje con su mamá por el territorio mendocino. Su experiencia está atravesada, entrecruzada y entretejida por la historia familiar, el territorio y su individualidad. Y es que cuando Beibi describe: “El agua era tibia, tumultuosa, suspicazmente burbujeante, tímidamente arrasadora”, podría simplemente estar hablándonos de las termas en Mendoza o de la sensación de probar un vino o de la grandeza que está inserta en un territorio o, incluso, podría estar refiriéndose a estar nadando entre el vino. Es esta su magia: crear un universo poético y lleno de color capaz de contener más de una esfera.
Flo Larrarte -nombre real de la artista- encuentra el equilibrio entre su faceta apolínea, recta y precisa de su quehacer como maestra y nos deja vislumbrar su lado dionisíaco, poético y experimental a través de las pinceladas descontracturadas que conforman sus paisajes cromáticos, que si bien responden a una paleta predeterminada por la autora, se expanden libremente por las páginas para crear un universo de tintes y tonos singulares. La historietista actualmente trabaja en un proyecto ganador del Fondo Nacional de las Artes, sobre curiosidades del español rioplatense.
Tinto, Rosado, Blanco, Naranjo… comienza con un poema, que es a la vez un dibujo de tu mamá y que deja ver el vínculo desde el amor y la comprensión que tenés con ella.
Una vez me enojé mucho con mi mamá, estaba muy peleada, y escribí este poema pensando que lo iba a ilustrar. Después me di cuenta de que no daba para ilustrarlo y tenía que ser el comienzo del libro porque mostraba la complejidad de la situación. No algo como “es que mi mamá no me contesta el celular y yo me enojo”, sino comprender que mi mamá pasó por muchas cosas como para estar enojada porque no me contesta, y que son esas limitaciones las que a veces nos llevan al choque. De repente me salió algo un poco más sentido, más conflictuado en el rol materno. Cuando al final hablo de “un imperio que te salve”, tiene que ver con la imposibilidad de borrar las marcas en el otro, entender que las personas no pueden ser otra cosa de lo que son. Intento ponerme en el lugar de mi mamá, porque a veces nos parece que las mamás no son mamás, sino como algo superior que te dio la vida. Por eso pongo la foto de cuando ella era chica, para entender que su vida no siempre fue teniéndome a mí. Es poner el pragmatismo necesario para comprender que ella en un momento fue un ser humano sin mí, con una historia que yo no conocí.
Hay un contraste muy marcado entre los viajes que describís de tu papá en comparación con el viaje que hacés con tu mamá a Mendoza, que va hacia lo simple y lo cotidiano…
En ese sentido, elegí a mi papá para darle inicio a este viaje que me reconecta con mi mamá desde otro lado. No se trataba de un destino extravagante, sino un viaje por un territorio tan familiar y cercano como Mendoza y que nos reconecta con la historia de Argentina. Elegí Mendoza como territorio para ver qué me tenía que decir la tierra. No viajar solo en calidad de turista, porque en realidad me interpela por su historia. Lo más difícil para mí fue seleccionar qué contar de Mendoza. Me parece increíble salirse de Buenos Aires y ver que el pulmón alimenticio está en Mendoza o que allí también está la lucha histórica de nuestra identidad nacional.
¿Hay una correspondencia entre la elección del título y la prevalencia del color en tu obra?
Tinto, Rosado, Blanco, Naranjo… es un título que me encanta, el único problema que siento que tiene es que no me lo acuerdo. Me encanta que tinto, rosado, blanco, naranjo sean aparte de los tipos de vino, una elección cromática. Es una enumeración y después lo completa “un viaje con mi mamá”. Para mí era muy importante que dijera eso, porque es lo que hila la historia.
En cuanto a tu estilo narrativo, por momentos se siente que aparecen unos matices de poesía. ¿A qué responden?
Una vez un amigo me dijo que cuando me lee es como que va patinando. Es como un patinaje, como que me distraigo y me voy en una idea y eso me lleva a otra y me lo permito. Esa distracción tiene que ver con la contemplación. Tiene que ver con conectar con el lugar desde otro lado, con prestar atención a los detalles, a la temperatura del lugar, a los colores. Te comés un viaje mental. Es ir al lugar y ahí tomar nota: anotás un color, anotás una palabra que te dijeron o que estás aburrida. Anotar alimenta esa actitud contemplativa. No tenés que querer parecer canchero, no tenés que querer parecer aesthetic. No va por ahí. Para eso tenés que evitar un par de clichés. No tenés que no hablar sobre el café, porque todo el mundo habla sobre el café. Tenés que intentar encontrar lo más raro, eso que te resuena, que te hace eco de la situación y que solo a vos te hace eco porque sos único. Entonces creo que es eso, como ir patinando la contemplación.
¿Cómo concebís la creación de tus novelas gráficas?
Las novelas gráficas son una experiencia inmersiva. Te metés en un universo, en una paleta, en unos personajes. No te valés solo de la comprensión de las palabras para meterte en un universo. Te valés de la textura, de los materiales, de los cambios en los colores, de la disposición en la página.
¿De ¿Cuáles son los colores…? a Tinto, Rosado…, ¿qué elementos considerás que definen tu estilo?
Entre el primer y segundo libro me metí mucho en la novela gráfica. Leí mucho y esas lecturas me permitieron conocer recursos y tomarme libertades estilísticas. Me pude permitir explotar el género. A nivel narrativo, ¿Cuáles son los colores…? tiene una estructura más clásica, con inicio y desenlace. En Tinto, Rosado… no; y tiene que ver con que yo vi que en la literatura gráfica uno no busca precisamente ver cómo termina la historia, sino que se trata de una búsqueda de sensaciones y de experiencias propias. Más allá de que no sé algunos recursos, hay algo que es el de la literatura que tengo más presente al momento de narrar: se trata de llevar al lector a un lado y correrse, para hacerle creer al lector que está leyendo una historia, cuando en realidad está leyendo otra. Entonces, por ejemplo, yo podría hacer la historia de mi bisabuela de principio a fin, pero cuando el lector se dio cuenta de que está llegando al fin, yo me puedo correr y volver a traerlo a otra cosa. Es un modo de comunicar muy efectivo que hace que el lector todo el tiempo se esté sorprendiendo y avanzando en la lectura. En cuanto a la continuidad de mi estilo, se marca el uso del color, el trazo, las texturas, los títulos largos y este gesto autobiográfico acompañado de una problemática que me interpela y me toca.
¿Qué elementos considerás que definen tu técnica?
A nivel técnico creo que el trazo es un gran hallazgo. Usar distintos materiales que me permitan distintos trazos le da a la obra mucha vitalidad y me permite jugar todavía más con las formas. Uso marcadores Posca más que nada y pasteles de tiza. Me encanta la tiza, aunque me trae muchos problemas porque se corre y tengo que usar fijador. También uso resaltadores Filgo o el que encuentre, lo separo para que toda la obra tenga la misma tonalidad. Uso acrílico, o sea, marcador acrílico Edding, lo cual es un problemón porque hay muy pocos lugares en el país que lo venden, de hecho yo solo conozco una librería.
¿Cómo elegís uno u otro material? ¿Cómo llegaste a esa exploración por los materiales?
Cuando hice ¿Cuáles son los colores…? empecé con muy poquitos Posca porque estábamos en pandemia. Tuve que usar lo que tenía, que era un lápiz Faber amarillo de tiza y la lapicera negra Pilot, muy finita, y ahí me di cuenta de que lo que me gustaba de la historieta que estaba haciendo era que todo no fuera con el mismo material. También me encanta comprar materiales. Compro muchísimos materiales, papeles y tintas de sello. Todo lo que puedo comprar, lo compro y lo pruebo y siempre lo tengo a la mano. Es muy caótico el modo en el que pinto. Esa cartuchera con lo que estaba usando para la novela siempre se desordenaba. Cuando no encontraba el color que estaba usando hasta ese momento, agarraba otro color y seguía, siempre y cuando coincidiera con eso que estaba haciendo. Voy probando. No suelo hacer bocetos, solo hago en situaciones donde necesito algo muy particular. Me gusta mucho mandarme a pintar, si hago algo mal o algo que no me gusta, prefiero taparlo con una mancha que rehacerlo. Por otra parte, me encanta que el tipo de papel sea con textura, que sea más como un lienzo. Me trae unos problemones bárbaros porque después cuando escaneo se ve la porosidad de la hoja. Con respecto a los colores, siempre me baso en los primarios y de ahí vario. Primero siempre limito los colores que voy a usar en toda la novela. Después eso se expande, pero el núcleo duro lo tengo muy claro y siempre vuelvo a esos colores. Hay un dibujante francés que me gusta mucho, Simon Roussin. Él usa el fondo de la hoja y eso me encanta. A veces yo mancho mucho y dejar un espacio en la página ayuda. El blanco de la página o el color te permite más, entonces está buenísimo. En general, intento que haya un pleno acompañamiento del material con respecto a lo que estoy contando. Cuando uso la carbonilla, por ejemplo, sentía que era ideal volcarme más al arte conceptual, a que no sea nada representativo. Que manchara la hoja, si la tenía que manchar, y que dejara esa sensación medio bruta y medio tosca. La carbonilla me parece un material espectacular al que tenemos que volver siempre. Me encanta experimentar con los materiales y para mí un material es cualquier cosa, o sea, puede ser un tenedor, si fuera por mí y lo pudiese escanear. Me parece que te habilita a crear cosas.
Tinto, Rosado, Blanco, Naranjo, un viaje con mi mamá está disponible en librerías o en la tienda online de la editorial Fruto del Dragón.