Música que se materializa en palabras; páginas que suenan como acordes; párrafos organizados como estribillos. En los últimos meses, fueron publicados cuatro títulos que nos ayudan a pensar el devenir de nuestra tradición musical y profundizar en la obra de artistas consagrados. Desde la historia del rock del conurbano hasta un ensayo sobre cómo se mimetiza tecnología y voz, atravesando el pensamiento de dos leyendas de la composición como John Cage y Charly García, esta selección se vuelve ineludible para la biblioteca melómana.
Gritos de neón, de Kit Mackintosh
Caja Negra Editora
Los relatos distópicos sobre cómo la tecnología terminará por destruir a la humanidad ya fueron relatados por la ciencia ficción, la academia y el ambientalismo. Pasamos de dominar los dispositivos tecnológicos a depender de ellos y ahora hasta los cuerpos son transformados por su uso intensivo: cada vez estamos más encorvados, más chicatos, más perezosos. A todas estas certezas cimentadas por décadas de pesimismo, Kit Mackintosh las destruye en su prólogo: “Deslúmbrate con los sonidos del próximo siglo. […] Un nuevo futuro espera para enloquecerte”.
La premisa de Gritos de neón es elemental y, al mismo tiempo, innegable: “Hoy se producen sonidos que literalmente no se habrían podido hacer con la tecnología del pasado”. Desde su punto de vista, los artistas ya no tienen que luchar por controlar a la tecnología, sino encarnarla, transitar junto a ella un camino de exploración que nos guíe por destinos infinitos y desconocidos. Los capítulos destacan al bashment del jamaiquino Vybz Kartel como hito musical, la destrucción de fronteras del drill británico y el viaje alucinante que viene realizando el trap desde el 2010 (“un hijo bastardo completamente demente” del rap, según el autor). En todos, el auto-tune emerge como elemento central para que la autenticidad de la entonación humana desestabilice progresivamente lo ya inventado, y así darle lugar a lo que aún no podemos siquiera nombrar pero permitiría “dar rienda suelta al costado más desquiciado de uno mismo”.
La seguridad del autor sobre los próximos años provoca escepticismo porque es contraintuitivo afirmar que “el futuro se ha vuelto humano”, pero no deja de entusiasmar su confianza en que en la experimentación tecnológica “van a triturarse y dejarse abandonados los límites del sonido”. Esta nueva publicación de Caja Negra Editora es disruptiva y radical: eso la convierte en necesaria. Porque mientras las ciencias de la razón premonizan un apocalipsis tecnológico, Mackintosh se planta con el optimismo de que la digitalidad del sonido le inyectará una vitalidad sin límites a la música.
Charly Queer, de Facu Soto
Chirimbote
“Yo siempre estoy como cagándome un poco en los prejuicios y eso me tira mucha gente en contra, lo sé; pero alguien tiene que hacerlo porque si nos quedamos todos en la cueva no pasa nada”. Así respondía Charly García en un reportaje y sintetizaba su espíritu adelantado, en permanente mutación y disrupción. A partir de esa perspectiva del artista, fluido y transgresor, sui generis y abyecto, Facu Soto escribió Charly Queer, una biografía con perspectiva LGBTIQ+ del cantautor más popular de nuestro país.
El autor, prolífico en biografías o ensayos de la temática, fue metódico y generoso. Reunió décadas de un archivo imposible, a partir de revistas y entrevistas que no se encuentran en ningún sitio web, y decidió sistematizarlas para dimensionar cómo hoy la sociedad argentina ama a un artista que no podía comprender en su momento. Porque Charly se la bancó: soportó insultos y subrayó tabúes como única vía para cantar lo que quería, pintarse las uñas y declarar contra el status quo de una sociedad que aún usaba rosarios en el pecho. Puso el rostro frente a periodistas mala leche y colegas machistas que entendían que el rock solo debía vestir de negro. Se agarró a las piñas contra la misoginia de los ochentas y conoció las comisarías y los tomatazos, a pesar de ser uno de los artistas más vendidos del país.
Esta edición de Chirimbote acompaña con ilustraciones el collage que fue la vida de Charly que, escandalizando con sus performances públicas o apariciones en los principales medios de comunicación, encarnaba una mirada no binaria de liberación del deseo y predispuesto a conocer lo inexplorado. En pleno siglo XX cantaba que cambiar de sexo y de dios está bien, se bancaba sus defectos y se animaba a despegar. Se mantuvo cerca de las revoluciones aún inesperadas porque sabía que los dinosaurios, tarde o temprano, iban a desaparecer. Ahora está impreso: cuando había que transformar algo en el rock nacional, el primero en hacerlo siempre era Charly García.
Una lluvia de escombros, de Hernán Cortés
Madreselva
Hay libros que guardan sonidos inéditos, que se perdieron en una sesión de garaje o en las columnas de un sótano. Generosas y esclarecedoras, esas publicaciones nos abren un mundo de canciones que solo sobreviven en casetes llenos de polvo o, con algo de suerte, en videos de pocas reproducciones en YouTube. Ese es el caso de Una lluvia de escombros, que con vocación de archivo rockero detalla la trayectoria de dos décadas de bandas del sur del conurbano bonaerense, desde el fin de la dictadura hasta los años menemistas.
Esta usina de vanguardia musical que representaba la zona fabril del Gran Buenos Aires construyó un circuito de escenarios en donde dieron sus primeros pasos las agrupaciones que conformaron el llamado “nuevo rock argentino”: Los Brujos, Babasónicos, Juana La Loca o El Otro Yo. Pero el periodista Hernán Cortés pone el foco en todo el universo de bandas que se quedaron en el camino o desaparecieron sin que nadie pueda explicar muy bien cómo. Sólo a través de su rigurosidad para revisar el archivo o para buscar un recuerdo de cada uno de los protagonistas de esa escena es posible dimensionar el privilegio de escuchar música en Temperley en los noventas.
Toda una generación, que nacía cuando bandas como Chiquero, Copiloto Pilato, Barrio Turco o Los Corrosivos estaban en su período de gracia en el under, puede entender con este libro el universo de identidades y experimentación sonora que rodeó al rock de final del siglo. Las zapatillas de lona como uniforme, el tetrabrik como manifiesto, los pubs como unidades básicas. En su escritura, el autor devela el proceso de investigación y reaviva el misterio de estos artistas que, sin buscarlo y a pesar de su inaccesibilidad, conforman la tradición musical argentina a través de una herencia que es transmisible exclusivamente con el impacto de un show en vivo.
Conferencia sobre nada, de John Cage
interZona Editora
Este libro pesa menos de cincuenta gramos, es más chico que un guante y, a pesar de eso, es una de las principales rarezas que se pueden encontrar en las librerías. Porque la apuesta de interZona Editora es performática: otorga materialidad a la premisa filosófica sobre la existencia del ser en detrimento de la nada. El vacío toma cuerpo o, más bien, papel, para experimentar las posibilidades rítmicas que tienen las conversaciones y los silencios cuando son llevadas a un soporte gráfico.
John Cage conduce al lector a través de la experiencia de leer la musicalidad de sus versos alineados en compases, al mismo tiempo que lo desafía, porque es necesario reconstruir internamente estructuras conocidas del formato poético para que sea posible el tránsito por las páginas. Nada -categoría que a partir de este libro hay que utilizar con responsabilidad- está dispuesto de forma azarosa. Palabras, espacios, comas y puntos se constituyen como los instrumentos que garantizan esta pieza híbrida del ensayo y la poesía.
Las dificultades para subrayar Conferencia sobre nada refuerzan la propuesta de transitar el momento de lectura como un acto constante de descubrimiento. La significatividad está en el placer de pasar las hojas; es eso lo que se recuerda. “Lentamente, mientras la charla avanza, estamos llegando a ningún lado y esto es un placer”, escribe Cage y expone la pretensión de dejarse llevar por la continuidad de las palabras, existir en las letras. Así quizás se entienda que la media hora que llevará devorar este libro no fue en vano, no ha sido para nada.