Si Brian Eno solo fuera recordado por ser uno de los creadores del concepto de la música ambient, aun así miraríamos al músico y productor inglés como una de las figuras más influyentes de la música popular. Pero siendo el artista inquieto que es, su aporte ha sido más generoso y puede rastrearse en distintas ideas que cambiaron la forma de pensar en la creación musical.
Desde sus comienzos como estudioso de John Cage y sus primeros pasos como tecladista de Roxy Music, hasta convertirse en el productor estrella de artistas como David Bowie y Talking Heads, la carrera de Brian Peter George St. John le Baptiste de la Salle Eno es sinuosa y llena de recovecos que aún esperan ser descubiertos por nuevas generaciones.
“Desentrañar los innumerables giros y cambios en la vida de Eno podría ser un trabajo a jornada completa”, afirma la crítica Geeta Dayal en su reseña del disco Another Green World para la serie 33 1/3, recientemente traducida al castellano y publicada por las editoriales argentinas Dobra Robota y Walden. A continuación, repasamos cinco grandes aportes de este reconocido “no músico” que generaron pequeñas revoluciones en la música.
Las estrategias oblicuas
Confeccionadas en 1975 en colaboración con su amigo y pintor Peter Schmidt, este mazo de cartas contiene consignas que pueden ser útiles para todo tipo de disciplina artística o espiritual. Sin ir más lejos, Dayal utilizó las tarjetas para estructurar los capítulos de su análisis sobre Another Green World.
Las estrategias oblicuas se sienten menos como reglas estrictas y más como un oráculo que puede consultarse en cualquier momento del proceso artístico y ser interpretado de manera libre. Algunas de sus más célebres consignas son “Hacé primero lo último”, “La repetición es una forma de cambio”, o “Honrá tu error como si fuera una intención oculta”.
En nuestro país, las Oblique Strategies fueron publicadas en forma de libro por la editorial Zindo & Gafuri, pero también podemos encontrar otras cartas inspiradas en las estrategias de Eno y Schmidt como los mazos que diseñó Creadores de Imágenes, la red de talleres para artistas visuales.
La música como sistema
Uno de los primeros intereses de Eno durante su formación académica fue la cibernética, o el estudio de sistemas, como la definió el matemático Norbert Wiener. Eno buscaría formas de aplicar este sistema de herramientas conceptuales al estudio de grabación y a la composición musical. Según él, un grupo de músicos en un estudio podían conceptualizarse como un sistema al que se alimentaba con cierta información, se establecían algunas pautas y luego se analizaba el resultado obtenido.
Tal vez el disco en el que este experimento fue más evidente es Discreet Music de 1975, conocido como el primer álbum ambient de Eno. La pieza principal del disco -un track meditativo y taciturno de 31 minutos- fue creada a partir de un sistema complejo integrado por un sintetizador, loops de cinta de grabación y unidades de delay. Eno describiría más tarde esta música como “automática”, e incluiría un diagrama del sistema creado en la contraportada del álbum.
Genio vs escenio
Tanto en el periodismo como en los fanatismos, no es raro encontrarse con una idolatría hacia la figura del “genio musical”, ese artista tocado por una varita mágica que es individualmente responsable de crear obras de arte maravillosas. Incluso Eno ha sido descrito así por muchos, pero él preferiría en cambio el concepto de “escenio”, que sería “la forma colectiva del concepto de genio”. Esta idea representa la inteligencia e intuición de toda una escena cultural, en vez del talento aislado de un solo individuo.
El término apareció por primera vez en un artículo escrito por Eno en 2008 para la revista Wired, y hecha luz sobre la compleja red de influencias recíprocas e ideas que circulan libremente en determinados contextos culturales. El artista establece cuatro factores que ayudan a nutrir la geografía de un escenio: la apreciación mutua, el rápido intercambio de herramientas y técnicas, los beneficios en red del éxito y la tolerancia local hacia la novedad.
Sintetizador como generador de sonidos
Eno nunca se interesó en lo que la teoría puede explicarnos sobre la música, sino en las ideas extra musicales que pueden inspirarnos ciertos sonidos. Por eso siempre alabó las infinitas posibilidades que se abrían al subvertir el uso cotidiano de ciertos instrumentos musicales, o al considerar al estudio de grabación como un instrumento mismo.
En su búsqueda de alejarse del virtuosismo tan en boga durante el auge del rock progresivo en los 70, Eno comenzó a utilizar el sintetizador no como tanto un instrumento musical sino como un creador de texturas y atmósferas sonoras. Como cuenta en una entrevista citada por Dayal en su libro:
“Cuando hago un disco, suelo trabajar como un pintor. Pongo algo y veo que quedó casi bien, así que lo modifico un poco. Luego pongo otra cosa encima, y eso requiere que cambie un poco lo anterior, y así sucesivamente. Siempre estoy sumando y restando cosas. Obviamente, este proceso es muy diferente a cualquier método de composición tradicional. Se acerca mucho más a la pintura. Por eso mismo está al alcance de cualquier no músico. No necesitás tener ninguna habilidad técnica tradicional para trabajar de esta forma”.
Obscure Records
Durante los años en los que comenzó a experimentar con la música ambient, Eno creó un sello discográfico llamado Obscure Records. Entre 1975 y 1978, ayudó a publicar un total de diez discos de artistas que más tarde se volverían referentes en la escena experimental, como David Toop, escritor de la biblia del ambient Océano de sonido. La intención de este sello fue la de presentarle a una audiencia más grande lo que estaba sucediendo en la escena londinense de música experimental y vanguardista.
Además del mencionado Discreet Music, los dos discos más representativos del sello fueron los encargados de inaugurar y cerrar el catálogo. El primero, The Sinking of the Titanic de Gavin Bryars publicado en 1975, es una obra orquestal inspirada en la historia de que el ensamble del Titanic siguió tocando durante el hundimiento del barco, e imagina cómo ese sonido podría haber seguido reverberando a través del océano. El último, The Pavilion of Dreams del estadounidense Harold Budd publicado en 1978, es una de las obras más aclamadas del pianista reconocido por su estilo suave e hipnótico.