En el vibrante panorama del skate argentino, la historia de Woodoo Skateboards se entrelaza con el amor por los deportes de tabla. En 1996, Juan Pablo Di Mena y sus hermanos, acompañados por amigos, tomaron posesión de un galpón en Mar del Plata, un espacio destinado a convertirse en el crisol de sus sueños. En este refugio, exploraron diversas iniciativas en la fabricación de artículos para tablas de surf, pero fue el mundo del skate el que cautivó su imaginación y desató una travesía apasionante.
El momento crucial llegaría cuando, después de sortear la crisis del 2001, decidieron rearmar la fábrica y, sin clientes a la vista, comenzaron a forjar su propia identidad como marca. La elección de centrarse en el skate reveló ser una visión estratégica, aprovechando el potencial de crecimiento que este deporte ofrecía en su ciudad natal. Fue entonces que Woodoo se convertiría en algo más que un nombre: se transformó en una declaración de principios. La fusión de la madera con ese toque de hechicería transmitía la idea de que sus tablas no eran simplemente productos, sino artefactos mágicos destinados a dar energía a la pasión sobre ruedas. Tablas portadoras de una fuerza intrínseca, capaz de conjurar experiencias viscerales sobre el asfalto.
Juan Pablo se había criado en un entorno en donde la creación e invención eran la norma. La génesis de Woodoo Skateboards se puede remontar a la rica historia de la familia Di Mena. Su padre, un experimentado fabricante de cañas de pescar, paletas de pádel y tablas de surf, sembró las semillas que no tardarían en dar sus frutos en manos de su hijo aunque con una vuelta de tuerca. A diferencia de generaciones anteriores, Juan Pablo y su equipo eligieron enfocarse en la creación de tablas de skate, fusionando lo artesanal con una expresión auténtica de sus pasiones personales.
“La idea fue siempre tratar de hacer productos de la mejor calidad posible para ayudar desde nuestro lado a que se desarrolle el skate en Argentina -explica Di Mena en conversación con Indie Hoy-. Tratar siempre de mejorar, de traer las mejores tecnologías, los mejores insumos, materias primas, de conseguir siempre lo mejor para que nuestras tablas estén a la altura de las mejores de afuera, pero que sean más amigables para el bolsillo argentino”.
La escena skater es muy fuerte en Mar del Plata, ciudad que catapultó a talentosos skaters de renombre como Milton Martínez y Sandro Moral. Con numerosas pistas y lugares para practicar, el deporte sigue creciendo y atrayendo a más entusiastas. La influencia del surf y otros deportes acuáticos también se entrelaza de manera única en Mar del Plata, creando una identidad propia en comparación con ciudades como Buenos Aires o Córdoba.
“Acá hay una onda un poquito más parecida a California en el sentido que se permiten mezclar las disciplinas. La gente que hace una cosa, muchas veces hace la otra”, afirma Juan Pablo. Según él, la topografía peculiar de Mar del Plata, desgastada por el mar y caracterizada por elementos más rústicos y áridos, presenta desafíos únicos para los skaters locales. A diferencia de las ciudades con superficies pulidas y lisas, Mar del Plata exige que los skaters se ingenien para encontrar spots adecuados en sus calles golpeadas por el tiempo y el agua de mar.
Hoy, la visión de Woodoo es convertirse en una marca integral que incluya indumentaria, ampliando así su audiencia y conectando con un público más diverso. Para eso, el equipo fijó la mirada en la esencia, el estilo y la relevancia de una de las bandas más explosivas de su ciudad. La colaboración de Buenos Vampiros con Woodoo Skateboards es la armonía perfecta entre el rugir de las ruedas y la fuerza del rock alternativo. Desde la calle hasta el escenario, ambos comparten un mismo eco que conecta con aquellos que encuentran un canal de expresión en la música y en la adrenalina.
En las noches de Mar del Plata, ambas disciplinas convergen en un baile nupcial donde los skaters se convierten en devotos seguidores de Buenos Vampiros. Los adolescentes locales del mundo de las cuatro ruedas encuentran en la banda algo más que música: letras entrañables, integrantes auténticxs y una estética marcada que se entrelaza con su identidad. “Los vampis son cuatro seres simples, amables y muchas veces andan patinando, ya sea en skate o rollerskate, por varias de las pistas de la ciudad, o simplemente hangeando súper chill y compartiendo un pucho o una birra”, explica David Lukasewicks, integrante del equipo Woodoo.
“Ver toda una generación de skaters jóvenes encontrarse por primera vez con estilos como shoegaze, dream pop, post punk en los dos discos de los Buenos Vampiros, y adoptar sus canciones como himnos propios, hizo que generar esta conexión y desarrollar esta cápsula tenga total sentido para Woodoo Skateboards”, agrega David. Cuando Juan Pablo le contó su sueño de colaborar con una banda, David no dudó en quién era la opción indicada. La fusión entre Buenos Vampiros y la escena skater va más allá de la música: es una historia de amistad entre ruedas gastadas y acordes distorsionados.
Para David, Mar del Plata es famosa a nivel nacional por su pasado, pero también vive un presente activo con al menos cuatro generaciones que patinan en distintos puntos de la ciudad con intensidad y mucho estilo. “Hoy en día hay skaters rompiéndola en pistas y transiciones, con un enfoque más competitivo y profesional, así como distintas crews de patinadores llenos de estilo y creatividad haciendo lo suyo en cada baldosa, borde y pared de La Feliz”, afirma.
Irina Tuma, cantante de Buenos Vampiros y originariamente patinadora de quad, se sumergió en el mundo del skate gracias a David, quien la introdujo a un grupo de apasionados entre los que se encontraba Tobi, fotógrafo, filmmaker y amigo de la banda en la actualidad. “Empezando a ir al skatepark, me di cuenta que había una movida de pibes muy piolas, muy copados, con mucha onda -cuenta-. Empecé a juntarme mucho con ellos, invitarlos a las fechas y de repente, se empezó a armar. Les gustó la banda realmente, les gustó la movida y los skaters son una pandilla muy linda”.
Sin más que hablar, la banda se puso en contacto con su fiel colaborador, el ilustrador Santiago Moscardi, para ahondar en referencias y encontrar lo que querían plasmar. Después de una búsqueda exhaustiva, apareció El Partenón, un ícono arquitectónico en la Serena, donde Buenos Vampiros hizo sesiones de fotos, e incluyó en el video de “Momentos”, el réquiem que inaugura su álbum debut, Paranormal (2019).
“Revisamos puertas de cementerios, estacas de vampiros, dientes, sangre, pero no llegamos a ninguna idea puntual -cuenta Moscardi, también responsable de la imagen de otras bandas de la escena post punk como Mujer Cebra y Dum Chica-. Lo que sí teníamos definido era la estética: algo a pocos colores, pregnante pero simple, que represente a los Buenos Vampiros. Pensando y buceando en imágenes, encontré que existían collares de murciélagos góticos que tenían pequeños huesos colgando de cadenas y símbolos. Era el objeto que necesitamos para llevar a cabo el ritual de Buenos Vampiros. En la composición no quedaba claro si era un collar, entonces lo colgué de las letras rojas, la sangre del vampiro, que cae por la cadena para completar el ritual. En el diamante negro del centro se refleja el contexto: una luna llena que ilumina la silueta del Partenón de Serena, el sur de Mar del Plata, lugar de los Buenos Vampiros”.
Con total predisposición, confianza y libertad creativa para diseñar lo que quisieran por parte de Woodoo, Santiago e Irina pusieron manos a la obra. El objetivo era diseñar una remera, una tabla y un detalle para bordar. Orgulloso de su colaboración con Woodoo, Moscardi asegura que no dudó en aceptar la propuesta de la cantante y guitarrista por tres motivos fundamentales: “Uno porque me encanta Buenos Vampiros, dos porque ambos proyectos son marplatenses y, tres porque, siempre hay que aprovechar la oportunidad de hacer un skate”.
Conocé más sobre la colaboración entre Buenos Vampiros y Woodoo Skateboards en el sitio de la marca.