EL INCENDIO, de Juan Schnitman
Pocas películas argentinas han logrado conquistar al público entusiasta de la 17º edición de BAFICI. El incendio es una de ellas.
La trama gira en torno a un día de mudanza de la pareja conformada por Lucía y Marcelo, dos jóvenes cercanos a los treinta que intentan proyectar una vida juntos. Ante todo vale aclarar que es el primer largometraje que Schnitman dirige individualmente, luego de El amor (primera parte) – codirigido con sus compañeros de la FUC, Fadel, Mitre y Mauregui – y Grande para la ciudad, con Andrés Estrada. El bautismo de Juan Schnitman resulta de una obra realista y contundente; un drama que apunta más a un thriller psicológico, con elementos tensos que saben captar a la perfección la atención del espectador. Las actuaciones de Pilar Gamboa y Juan Barberini en los protagónicos acompañan un guión pulcro, bien pensado y de ritmo interesante. Los altibajos que sufre la pareja a lo largo de unas horas es todo el drama que se necesita para mantener la maquinaria en funcionamiento. Los personajes mutan con el correr del día; se violentan, lloran, curten, discuten y se abrazan dentro de un huracán de emociones encontradas. El estrés que genera la ilusión del nuevo hogar no se compara con los micro-obstáculos que tanto Lucía como Marcelo deben sortear de manera individual. Las pasiones, la incertidumbre acerca del futuro y las dudas que se presentan frente a un cambio tan radical de rutina son algunas de las premisas que recorre El incendio. Algunos personajes secundarios se entrometen en la narración, a veces sencillamente para que el drama varíe de escenario. Las expresiones faciales son materia clave del guión de Agustina Liendo, que a lo largo de 95 minutos no permite que las situaciones decaigan pero obliga a los personajes a mutar constantemente sus emociones, haciéndolos pasar por variados y divergentes estados de ánimo. Esto provoca que el espectador se sienta enfrentado con una constante tensión emocional que no afloja en ningún momento. Al poco tiempo de haber comenzado la película ya se dejan entrever los detalles que hacen de los personajes construcciones verosímiles, empáticas y naturales. La nueva casa será sólo una excusa para que tanto Lucía como Marcelo pongan a prueba, una vez más, el afecto que sienten por el otro. M.S.
Para volver a ver: Jueves 23, 16.30, Village Caballito
INVIERNO, de Alberto Fuguet
Lo que primero sorprende de Invierno es, claro, su duración: 291 minutos. Cuatro horas, cincuenta y un minutos. Pues bien, una vez se apagan las luces de la sala hay mucho más que nos va a sorprender. Después del documental Locaciones (2013), Alberto Fuguet vuelve a la ficción y lo hace en grande: dividida en tres partes, Invierno parte con la historia de un escritor, Alejo Cortés (interpretado por Matías Oviedo), quien está terminando su nueva novela Caída libre que genera muchas expectativas en el mundillo literario. La película comienza en verano, con un foco especial sobre el artista. Pero llega el invierno y la película da giros insospechados y cada personaje (aparentemente) secundario es llevado al protagónico. Algunos de ellos son Jose (Pablo Cerda), Eleonora (Katherine Salosny) y, el más misterioso de todos, Tomás (Nicolás Bosman). Todos buscan lo mismo: amor, compañía, aceptación, en un ritmo narrativo que hace que los 291 minutos (el primer corte incluso duraba menos) no pesen.
La música tiene un lugar importante: suena El Mató a un Policía Motorizado (“Más o menos bien”, “El magnetismo”) e incluso hay un recital de los chilenos Marineros. Guiños sobran: desde el DVD de Excurisones, la película anterior de Ezequiel Acuña, hasta un viaje a Buenos Aires al BAFICI, pasando por una remera de Daniel Johnston y otros tantos.
Después del estreno mundial en, justamente, este BAFICI y su repercusión en la crítica local, Fuguet admite “haber venido con algo chico y volver con algo grande” ya que del otro lado de los Andes la película, que en principio generaba rechazo por su duración, crece en expectativas y se prevee un estreno en partes (cada parte estará una semana en cartel), lo que suscita todo un experimento en términos de distribución. También afirma que “el cine es cosa de jóvenes” y que si bien esta pueda ser su última película como realizador, probablemente también lo veamos produciendo y, claro, escribiendo. De cualquier modo, no quisiéramos escaparnos de Fuguet. R.P.
UPA 2: El regreso, de T. Garateguy, S. Giralt, C. Toker
El trío predilecto para desnudar, satirizar y criticar al cine independiente porteño – conformado por Tamae Garateguy, Santiago Giralt y Camila Toker – vuelve a ser el centro de atención de la Selección Oficial / Fuera de Competencia del BAFICI. Con la secuela de UPA: Una película argentina, los jóvenes realizadores encaran una comedia un tanto ácida y un tanto grotesca que cuenta con la participación de Martín Slipak, Nancy Dupláa y Ariel Winograd, entre otros. La trama se repite: una vez más, el objetivo es filmar una película “de calidad” y autogestionada, cuyo rodaje terminará siendo el punto máximo de comicidad del largometraje. UPA 2: El regreso es otra película/ensayo autocrítica que el cine independiente puede aceptar como propia; la burla de la burla se manifiesta a través de frases inteligentes dichas en el momento indicado y, por supuesto, de las expresiones y movimientos corporales de todos los participantes en escena. Sin grandes artilugios, UPA 2 entretiene a ritmo dinámico con guiños cinéfilos e ironías acertadas. La música, a cargo de Emisor – ya conocido por su participación en la película Antes del estreno, dirigida por Giralt – aporta una subida a los diferentes climas de las escenas, incluyendo los títulos. M.S.
Para volver a ver: Miércoles 22, 19.15, Village Recoleta
ABOVE AND BELOW, de Nicolas Steiner
El suizo Nicolás Steiner llegó a Buenos Aires el domingo 19, a horas del estreno de su no ficción – porque el mero “documental” le queda corto – Above and Below, participante de la Competencia Internacional. Con locaciones de belleza y esoterismo inimaginables, el largometraje trata las vidas de determinadas personas en particular que, lejos de ser consideradas invisibles outsiders, habitan en condiciones de vida completamente diferentes. Tal es así como conocemos a un hombre residente de las alcantarillas de Las Vegas, una pareja adicta al crack que vive desde hace años en un oscuro subterráneo, un veterano de guerra habitante del desierto y un grupo de científicos que se somete a extremas condiciones naturales que sueña con vivir en Marte. Lejos de ser un relato juzgador, Above and Below propone una mirada íntima a todo aquello que consideramos diferente. La relación que el director tuvo que forjar con sus protagonistas se refleja en cada plano corto, en cada respuesta espontánea, en cada intimidad compartida. La fotografía es uno de los hitos más aclamados de la película, con planos compuestos en perfecta simetría, con duraciones milimétricamente calculadas y movimientos de cámara audaces y prolijos. La gravedad es una línea que se traspasa constantemente plano a plano, donde el montaje fusiona el cielo con la tierra en una especie de collage armonioso.
La banda sonora está compuesta por elementos diegéticos (como la batería del veterano) y música original a cargo de John Gürtler y Jan Miserre, que se introduce de manera precisa para llevar al clímax el desarrollo de la escena. La respiración y los susurros de los personajes se oyen tan de cerca que parecen haber escapado de pantalla para que sus historias sean bien contadas. La creación de una atmósfera tan íntima genera empatía inmediata hacia cada uno de los protagonistas que – locura aparte – construyen su propio universo alterno dentro de los discursos hegemónicos y las prácticas sociales habituales. Si bien el largometraje presenta algunos tiempos muertos de más, la fuerza material con la que se muestran estas historias de vida es un importante atractivo. M.S.
Para volver a ver: Jueves 23, 13.30, Village Caballito
MY SECRET WORLD. THE STORY OF SARAH RECORDS, de Lucy Dawkins
¿Cómo hicieron unos jóvenes recién salidos del secundario para hacer un sello musical, y de un sello musical, un mito? ¿Cómo fue que personas de todo el mundo viajaron para la fiesta final de un sello con base en Bristol, Inglaterra? La realizadora inglesa Lucy Dawkins toma a Sarah Records, “el sello discográfico más cercano a la perfección que conozco” según uno de los de The Drums, para su primer largometraje como directora (antes hizo videoclips y es una de las co-fundadoras de Yes Please! Productions, por lo que la música es un factor intrínseco en su vida), My Secret World. The Story of Sarah Records.
A lo largo de sus 100 minutos, Dawkins entrevista a los fundadores del sello que nació en Bristol, Clare Wadd y Matt Haynes, y a integrantes de las bandas que pasaron por el sello, mientras recorren la lista de los 100 lanzamientos en 7” que realizó la discográfica en su corto tiempo de vida (el lanzamiento número 100 sería el último, y Wadd tenía apenas 19 años). Hay bandas que tienen más protagonismo que otras, como es el caso de The Field Mice y Blueboy, dos de las más importantes y que mejor resumen el espíritu del sello. También hay testimonios de periodistas y de fanáticos alrededor del mundo, todos afuera de la discusión britpop – grunge, porque a fines de los ’80 y principios de los ’90, Sarah marcaba el paso del twee pop al ritmo del do it yourself y fanzines. Es hermoso escuchar estas canciones, frágiles y perfectas, y ver a sus realizadores en la pantalla grande, aunque también es chocante ver cómo algunos de estos outsiders de la época terminan teniendo un campo o haciendo cosas que nada que ver con la música.
Además de la exhaustiva investigación, Dawkins logra que este documental sea también sumamente inspirador para cualquiera que defiende el DIY, es huérfano de Morrissey-Marr y desprestigia la NME. R.P.
Para volver a ver: Viernes 24, 23.30, Malba
FORASTERO, de Lucía Ferreyra
Forastero nace de un cortometraje homónimo de 2013 que la santiagueña Lucía Ferreyra presentó en el pasado BAFICI. A partir del gran recibimiento de la crítica y el público, Ferreyra convocó a nuevo elenco y equipo y emprendió la ardua tarea de filmar un largometraje en Mar del Sud. El verano transcurre tranquilo para Jaime, Nicolás y Anita, que pasarán algunos días juntos rememorando anécdotas del pasado. Entre cervezas, videojuegos y el viento frío de la playa el trío vagará errante con el acompañamiento de la música original de El Príncipe Idiota. Con un perfecto blanco y negro con grano de 35mm, Forastero es de esas películas introspectivas y personales que caracterizan a los hacedores de óperas prima, donde las emociones del director se encuentran fijamente ligadas a la narrativa y las decisiones estéticas. Lucía cuenta que la elección del color tiene que ver con el simple hecho de querer contar una historia que retrotrae de allá, de su pasado, y que le pareció lógico para imprimirle aún más nostalgia al verano de los amigos. Si bien la trama se desarrolla sin sobresaltos, sino que sigue el curso natural de los días, el ritmo total de narración no resulta difícil de digerir y de la sala de cine se sale con una predecible sensación de nostalgia. Con actuaciones naturales y ciertos tintes particulares en el guión, la película resulta efectiva. Los escenarios también destacan por el perfecto reflejo de la desolación que provoca recordar la infancia, anécdotas atesoradas que por tal o cual razón son imposibles de olvidar. La atmósfera sencilla y relajada que propone Forastero se mantiene de principio a fin a través de planos fijos de extensa duración e incluso del característico travelling festivalero que sigue a sus personajes desde cerca, para escucharlo respirar. Una obra completa a nivel narrativo y estético que conecta inmediatamente con su receptor, apelando a los lugares comunes de la memoria. M.S.
Para volver a ver: Sábado 25, 21.45, Village Recoleta
Textos por Melina Storani (M.S.) y Rodrigo Piedra (R.P.)