Después del estreno mundial de Harry Potter and the Philosopher’s Stone el 16 de noviembre de 2001, la vida de su protagonista, Daniel Radcliffe, comenzó a cambiar: con el éxito de la saga basada en las novelas de J. K. Rowling vino la fama, el dinero (llegó a ser el joven menor de 18 años más rico de todo el Reino Unido) y el roce con celebridades, pero el precio a pagar por el nacido en Londres fue el de caer en la adicción al alcohol, algo que casi arruina su prometedora carrera actoral.
“Creo que todo el mundo es consciente de que en mi adolescencia tuve que luchar contra un sentimiento que, posiblemente estaba solo en mi cabeza, me hacía sentirme constantemente vigilado cada vez que entraba en un bar”, le confesó Radcliffe al periodista de GQ, Sam Jones, en una entrevista exclusiva.
“En mi caso, la forma más rápida que tenía de olvidar que todo el mundo me estaba mirando era emborrachándome lo más rápido posible” aseguró.
“Pero claro, cuanto más perdía la cabeza, más me miraba la gente y entonces bebía todavía más para ignorarlos”.
Luego, el joven de 29 años continuó: “Creo que todo venía porque pensaba que tenía que estar todo el tiempo agradecido por ser quien soy: tenía un gran trabajo, era rico… ¿Con qué derecho iba a quejarme? Era una presión muy fuerte, porque tenía todo para ser feliz, pero sin embargo no podía dejar de sentirme triste y pensar que no estaba dando la talla como famoso”.
Finalmente, Radcliffe habló de lo importante que fue rodearse de la gente correcta para superar su adicción:
“Fui increíblemente afortunado de conocer a gente, algunos actores y otros no, que estuvieron a mi lado en los momentos más duros. Son amigos claves en mi vida que me dieron los mejores consejos y se preocuparon por mí cuando peor estaba. Eso sí, dejar el alcohol al final fue exclusivamente una decisión mía. Una mañana me levanté sintiéndome fatal y me dije: ‘loco, esto que estás haciendo no está bien’”.