Talking Heads, el grupo liderado por David Byrne, fue una de las bandas esenciales del new-wave entre los 70 y los 80, fusionando cosas del pop, art-rock y el funk con una sensibilidad por demás vanguardista. Aunque no son especialmente conocidos por hacer baladas románticas, Byrne aún recuerda cuándo compuso la primera canción de amor para el grupo.
La disruptiva banda fue, en esencia, un producto de las tradiciones promulgadas por la escuela de arte. Se formó en el centro de la ciudad de Nueva York en 1975 y rápidamente se volvieron parte vital de la escena punk neoyorkina, uniéndose a bandas como Blondie y Television en el famoso antro CBGBs.
Aún así, Talking Heads siempre se mantuvo al margen de la escena en la que se movían. A diferencia de muchas bandas punk de aquel entonces, su look era elegante e impoluto, mientras que su música estaba más influenciada por artistas del estilo de Fela Kuti que por los temas avasalladores de The Stooges. Tampoco estructuraban sus canciones del mismo modo que el resto de las bandas, escapaban de lo predecible, sumando letras oscuras y transversales.
Resulta interesante que una de sus canciones más queridas y conocidas, en efecto, sea una canción romántica. No es como cualquier canción melosa de amor, por supuesto, pero es una canción de amor al fin de cuentas. “This Must Be The Place” es uno de los temas más pegadizos y bailables del grupo, combinando la esencia de la banda con retazos de ritmos cubanos.
“Es una canción de amor compuesta casi en su totalidad por incongruencias, frases que pueden tener una fuerte resonancia emocional pero que en realidad no tienen ninguna cualidad narrativa. Es una canción de amor muy honesta. Creo que nunca antes había hecho una canción de amor de verdad. Lo mío siempre fue más bien lo reservado“, contó Byrne en el concierto-documental de la banda Stop Making Sense. “Traté de escribir algo que no fuera cursi, que no sonara estúpido ni aburrido como lo hacen muchos. Creo que lo logré, estaba bastante feliz con eso”.
La intención de Byrne era la de expresar “ese sentimiento de euforia embriagadora sin ser demasiado específico sobre sus sentimientos”. El resultado es un conjunto de letras que se sienten como los fragmentos de una historia más grande, como si fuesen pequeñas piezas de historias separadas que el músico logró reunir a su manera.