Para Slipknot, una de las bandas más consagradas del metal de fines de los 90, las distintas mutaciones que han tenido como conjunto son lo que continúa atrayendo a tantos fanáticos. Una gran porción de su discografía está vista como parte del panteón del metal clásico, crucial para poder comprender su impacto. Es por eso que tener un disco del que el mismo frontman reniegue abiertamente es una rareza.
Lanzado en 2008, el cuarto álbum de la banda, All Hope Is Gone, recibió tanto éxito como sus discos anteriores, incluso llegando al puesto #1 en los EE.UU. por primera vez. Pero detrás de escena, fue un período lleno de conflictos. Entre otras cosas, fue el último disco con dos miembros fundacionales: el baterista Joey Jordison -quien fue despedido en 2013- y el bajista original Paul Gray -quien murió en 2010-.
En varias ocasiones, Corey Taylor se ha referido a la experiencia de grabar el disco de forma despectiva. Así le dijo a Metal Injection en 2015 cuando ordenó los discos de Slipknot de peor a mejor:
“Solo por la experiencia que tuvo alrededor -nada que ver con la música- debo decir que mi disco menos favorito es All Hope is Gone. Fue muy difícil hacer ese disco en primer lugar, y fue muy difícil tener a todos en la misma página al irnos de gira. Fueron unos dos años miserables. Una de las razones por las que lo puedo recordar con cariño es que pude pasar muchos años con Paulie. Aparte de eso, el resto fue tanto trabajo duro y sacarnos los dientes, me cuesta escuchar ese disco sin conjurar recuerdos horribles de lo que pasó”.
Algunos años después, cuando habló con Metal Wani, expandió su punto de vista diciendo: “En mi opinión, fue una experiencia tan abismal para mucha gente, aunque ese disco tiene algunas de nuestras mejores canciones, irónicamente. Es que… creo que se había agriado para ese entonces por lo que estaba pasando en ese momento”.