No caben dudas de que The Beatles y Pink Floyd son dos de las mejores bandas que Inglaterra le ha regalado al mundo. Ambas supieron generar millones de fans a través de los años y, aún hoy, siguen influenciando a miles de músicos.
El 21 de marzo de 1967 tuvo lugar el primer encuentro entre ambos colosos británicos, quienes cruzaron sus caminos mientras estaban trabajando en sus respectivos álbumes en los estudios Abbey Road de Londres. Por un lado, Pink Floyd grababa su debut, Piper at The Gates of Dawn y, por el otro, The Beatles se enfocaba en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Ambos trabajaban en habitaciones contiguas, ya que el primer conjunto estaba en el Estudio 3 y el segundo desplegaba su magia en el 2. En aquella oportunidad, Floyd tenía programado grabar desde las 2:30 p.m. hasta las 7:30 p.m., y los Beatles debían llegar al recinto justo cuando sus colegas terminaran su primer turno.
Norman Smith estaba produciendo el primer trabajo de Roger Waters y los suyos, y ahí radica la conexión, ya que él trabajó como ingeniero de estudio para The Beatles hasta 1965. Conscientes de ese lazo, los londinenses prácticamente le rogaron a su productor que le preguntara a George Martin si podían pasar al Studio 2 para ver trabajar a los de Liverpool.
El escritor Hunter Davies, que estaba en el lugar, recuerda la situación: “Llegó un hombre con una camisa morada llamado Norman. Solía ser uno de sus ingenieros de grabación y ahora tenía un grupo propio, The Pink Floyd. Muy educadamente le preguntó a George Martin si sus muchachos podían pasar a ver a los Beatles en acción. George sonrió, inútilmente. Norman dijo que tal vez debería pedírselo a John personalmente, como un favor. George Martin dijo que no, que eso no funcionaría. Pero si por casualidad él y sus muchachos aparecieran alrededor de las once, podría ver lo que podía hacer”.
Martin eventualmente permitió que Pink Floyd pasara el rato y observara en la sala de control. “Nos llevaron al Estudio 2, donde los Fab Four estaban ocupados grabando ‘Lovely Rita'”, recordó el baterista Nick Mason. “La música sonaba maravillosa e increíblemente profesional. Nos sentamos con humildad en la parte de atrás de la sala de control mientras ellos trabajaban en la mezcla, y después de que había transcurrido un período de tiempo adecuado, nos hicieron salir de nuevo… Eran figuras divinas para nosotros”. “Todos parecían extremadamente agradables, pero estaban en un estrato más allá de nosotros, fuera de nuestra liga”, sentenció Mason.