El 28 de mayo de 1991, The Smashing Pumpkins irrumpió en la que se convertiría en la edad de oro del rock alternativo estadounidense con su primer trabajo discográfico. Ni bien apareció, más que deslumbrar a las masas sedientas de ruido y distorsión, sentenció al cuarteto originario de Chicago, Illinois, a modo promisorio de una explosión inminente. El paso del tiempo se encargaría de enmendar a este hito musical.
Si bien no hay nada revalidado con la misma popularidad que alcanzaron hits posteriores como “Tonight, Tonight”, “Disarm”, “Today” o “1979”, un repaso actual puede resonar tan desconcertante y tenaz al igual que Siamese Dream (1993) y Mellon Collie and the Infinite Sadness (1993). Así finalmente se le puede atribuir a Gish la honra de un debut sobresaliente al que no se le tiene piedad tras ubicarlo en una mesa de disección para cotejarlo con sus hermanos, sin considerar la mística de haber representado un disparo preliminar opacado por los tanques de la época. Gish es el preámbulo de la renovación generacional de la dinastía del rock alternativo.
Antes de fundar la agrupación en cuestión, el vocalista Billy Corgan pisó varios escenarios del circuito underground norteamericano con su grupo de rock gótico, The Marked. Las cosas a sus 19 años parecían no tener un rumbo definido, pese a que entre los pocos que advertían el talento inherente del músico estaba el dueño de la sala Metro Chicago, Joe Shanahan. Por más que su primera banda no tardó mucho en disolverse, esta admiración por parte del programador cultural pronto iba a volver a influir en el sendero de Corgan. Desilusionado, comenzó a trabajar en una tienda disquería, además de seguir involucrado en otra banda con tintes new wave llamada Deep Blue Dream y capitaneada por Wayne Static.
En el interín de sus días vendiendo discos a finales de los ochenta, Corgan entabló una relación compositiva con el guitarrista James Iha y luego conoció a la bajista D’arcy Wretzky en un show de Dan Reed Network. Al regresar al Metro en formato trío, Shanahan se mostró aún más encantado y ofreció su apoyo total. No obstante puso la condición de deshacerse de la caja de ritmos y consolidar la formación con un baterista. La destreza jazz de Jimmy Chamberlin encajó a la perfección. Con todas las fichas puestas en la reposición, Corgan se desligó completamente de Deep Blue Dream y Wayne Static formó el proyecto de metal industrial, Static-X, por su parte.
Las grabaciones prematuras en cassette pasaron desapercibidas y seis años más tarde se restablecieron en un compilado titulado Early 1989 Demos. No es un hecho fortuito que “I Am One” sea la apertura de Gish, ya que también fue el primer lanzamiento del grupo con una edición limitada de la discográfica Limited Potential. A pesar de que las copias se vendieron rápidamente, Sub Pop Records, el sello laureado del grunge por haber desplegado las carreras de Soundgarden, Nirvana y Mudhoney, seguía desmereciendo a The Smashing Pumpkins en su catálogo con una oferta miserable de publicar un single a secas.
Pero aprovechar las migajas dio paso a la siembra. Surgió “Tristessa”, una canción inspirada en Esperanza Villanueva, la prostituta mexicana que obnubiló al beatnik Jack Kerouac en la escritura de su novela del mismo nombre, y llegó al oído de un representante de Virgin Records que no dudó en ofrecerles el contrato discográfico que andaban buscando. “Tristessa” fue el profundo dolor de cabeza de Sub Pop que sanaría en los meses subsecuentes con el big bang que significó Nevermind (1991).
La apuesta de Virgin Records no fue al cien por ciento y acordó que el disco se publique a través de su subsidiaria, Caroline Records. Aunque sí brindó al cuarteto todas las herramientas necesarias con tal de evidenciar la confianza. Convocaron al productor Butch Vig, quien venía de trabajar con Killdozer y Urge Overkill, a fin de ponerse manos a la obra en el Smart Studios de Madison, Wisconsin, durante cuarenta y un días de grabación y diecisiete de mezcla. Vig después sería distinguido por darle vida al segundo álbum de estudio de Kurt Cobain y compañía, y el boom que suscitó le posibilitó colaborar con Sonic Youth, Depeche Mode y por supuesto Garbage, donde además es baterista.
El trabajo dentro del estudio no fue un paradigma de lo equitativo: Corgan optó por encargarse de todos los instrumentos, excepto la batería, y esta decisión provocó las primeras chispas internas previas al incendio venidero. La promoción de Gish contó con una gira por varios epicentros del país, en la cual también se exhibieron a las multitudes teloneando a bandas consagradas como Guns N’ Roses, Jane’s Addiction y Red Hot Chili Peppers. La dicha del ascenso repentino trajo consecuencias drásticas: Iha y Wretzky ultimaron su romance, Chamberlin cayó en varias adicciones y la depresión catatónica de Billy reapareció inesperadamente.
¿Pero no es la depuración de toda esta hipocondría emocional la que hizo tan relevantes a The Smashing Pumpkins de acuerdo a la cosmovisión pesimista de la juventud millennial? “Mis hijos te admiran mucho y gracias a tu lúgubre música al fin dejaron de soñar en un futuro que yo no puedo darles”. Homero Simpson dio justo en el clavo con esa frase memorable al cantante tras cruzarse detrás del escenario en la parodia que aborda la famosa serie animada sobre el Festival Lollapalooza.
No hay simetría estética en el repertorio de Gish. Más bien parecen ser diez canciones en búsqueda de la identidad sonora que sobresaldría en adelante tras aggiornar la filosofía del manifiesto vertebral de su trayectoria: la crudeza y la melancolía son dos caras de la misma moneda. La atónita potencia de “I Am One” se complementa con la esencia frenética de “Siva” y “Bury Me”, mientras que la fragilidad lírica de “Tristessa” fluye armoniosamente con más pena que gloria en las álgidas interpretaciones a nivel vocal e instrumental de otras piezas como “Crush”, “Suffer” y “Daydream”, esta última cantada por D’Arcy.
A la vez, los contrastes se difuminan en “Snail” y “Windowpaine”, canciones con melodías híbridas que penetran la pesadumbre de atmósferas sombrías con la ira disruptiva de gritos agudos, riffs estridentes y progresiones retumbantes. De la decena de tracks, “Rhinoceros” fue el que se quedó con la aureola trascendental, el tercer corte del disco es el favorito de la gran mayoría de fans, que vuelven una y otra vez a aliviar sus heridas.
Con un amplio abanico de influencias dispares que abarcan tanto el hard rock de Black Sabbath y la psicodelia de Jimi Hendrix, como el post punk y new wave de The Cure y New Order, The Smashing Pumpkins alinearon su propuesta disonante a la escena grunge de Seattle con Gish, un disco que en el año de su lanzamiento liquidó más de 400.000 copias y se convirtió en la producción independiente con récord de ventas.
El crecimiento del grupo generó colateralmente que hoy esté infravalorado por la crítica, olvidado en la remembranza del pasado y lapidado por seguidores que fomentan el rótulo de desprovisto. Sin embargo, al conmemorar el debut de los de Chicago en su trigésimo aniversario, no carece de temperamento, ni tampoco suena arcaico. Quizás lo que hace falta es una minuciosa relectura en pos de descubrir el fundamento que los impulsó a transformarse en uno de los máximos referentes del movimiento fulminante que condecoró el nervio histórico de los noventa.
Escuchá Gish de The Smashing Pumpkins en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).