El italo disco es para muchos el género que puso a Italia en el mapa musical global, pero la verdad es que el país fue un motor clave en la modernización de la música a lo largo del siglo XX. De hecho, la historia italiana está llena de grandes aportes sonoros.
Uno de los primeros hitos se encuentra en la década de 1910, con el movimiento vanguardista de los futuristas italianos. Fue Luigi Russolo quien construyó el “Intonarumori”, una suerte de dispositivo que podía producir diferentes modulaciones de sonidos, similar a las de las máquinas fabriles que anticiparon casi cincuenta años el concepto de feedback en las guitarras del rock. Más tarde, en los años sesenta se produjo una modernización de la canzonetta italiana a partir de autores como Giorgio Gaber, Paolo Comte y Nicola Di Bari que introdujeron temas sociales destacando siempre el fuerte apego a la tierra natal. Ya a finales de la década del setenta, Giorgio Moroder unió la cultura disco con la electrónica alemana para propulsar el space disco.
A partir de estos sucesos, se podría decir que Italia siempre tuvo una cultura folclórica y de suma pasión por la música y el baile como casi ningún otro país en Europa, solo comparable a la fascinación musical de la comunidad negra de los Estados Unidos. Varios años antes del auge de las discotecas norteamericanas y que culminó con el célebre Studio 54 como referente cultural de aquellos tiempos, los italianos fundaron megadiscotecas como La Fine del Mondo en Turín hacia 1966, L’Altro Mondo en Rimini en 1967 y la emblemática Baia Degli Angeli en Rimini de 1975, esta última pionera en cerrar sus puertas pasadas las seis de la mañana y esencial para la futura cultura del italo disco.
A diferencia de la visión muchas veces elitista de las discotecas norteamericanas, las discos italianas eran democráticas y abiertas a todo el público, invitando a la posibilidad de que el pueblo sueñe con el baile y la música. Su diseño respondía a una nueva interpretación de la cultura nocturna, en la que los italianos fueron pioneros en concebir al DJ como un verdadero creador, priorizando su lugar en el escenario para que el público lo visualice en ascensores móviles o en la parte central de la pista de baile.
El género buscaba conceptualmente en el hedonismo pero sin caer en el individualismo, combinando la fantasía comunitaria con el esparcimiento. Tampoco es casualidad que dos de las principales discotecas italianas, Baia Degli Angeli y L’Altro Mondo, se ubiquen en Rimini, ya que la Riviera adriática estuvo históricamente asociada a la danza y el baile desde comienzos del siglo XX. La estética del italo disco se nutriría de los clichés veraniegos europeos, interpelando lo artesanal con fantasías de un futuro cercano. Esta visión futurista comenzó a gestarse a partir de 1977 con “I Feel Love“, la revolucionaria canción de Giorgio Moroder y Donna Summer.
La conexión de Moroder con la cultura alemana de la electrónica influenció a los músicos y productores italianos que comenzaban a concebir al estudio de grabación como un nuevo y poderoso instrumento a la hora de componer y producir música. La semilla de lo que iba a ser el italo disco comenzaría en 1979 con dos artistas: Easy Going y Kano, quienes concibieron la música disco a la par de los sonidos electrónicos. En el caso de Easy Going, su hit “Baby I Love You” llegó a las discos de Nueva York y contaba como invitada a la cantante Spagna, quien años más tarde crearía su propio gran éxito, “Call Me”. Por su parte, “I’m Ready” de Kano exploraba los límites de esta fusión musical, tomando como referencia para sus arreglos los sonidos de la incipiente cultura hip hop neoyorquina, a tal punto que la canción se convirtió en un clásico entre las principales emisoras norteamericanas de breakdance.
Mientras, en Estados Unidos, la música disco había prácticamente desaparecido debido a la “Disco Demolition Night” de 1979 en Chicago, donde el disk jockey radial Steve Dahl fomentó la quema pública de miles de vinilos del género. Sin embargo, algunas corrientes electrónicas norteamericanas sobrevivientes llegaron a influenciar al italo disco, como el Hi-NRG (high energy) de productores norteamericanos como Bobby Orlando y artistas como The Flirts, Romi Green y el oriundo de San Francisco Patrick Cowley, quien propulsó la carrera de Sylvester y supo mantener vigente a Donna Summer a comienzos de los años ochenta antes de morir trágicamente de complicaciones derivadas por el HIV en 1982. También serían influyentes el synth pop inglés y el canadian disco de artistas como Lime y Trans-X, quienes con canciones como “Your Love” y “Living on Video” marcarían gran parte de la identidad futurista, romántica y bailable del italo.
Estas corrientes impactaron en la mentalidad de los europeos que, armados de sintetizadores y máquinas de ritmo, fueron a buscar formas compositivas alternativas a la influencia que la música negra norteamericana había tenido en el blues y el funk. A partir de 1982, productores italianos como Stylóo, Gazebo, P. Lion, Miko Mission y Perluigi Giombini, entre otros, formaron la primera camada de artistas que definieron la identidad del italo disco. Un paso clave en este comienzo fue el compilado Italo Boot Mix publicado en 1983 por el sello alemán ZXY Music, que además de darle un nombre del género, difundió su sonido por todo el continente europeo. Curado por el productor italiano Severo Lombardoni y el empresario alemán Bernhard Mikulski, el álbum sintetizaba las temáticas de amor cibernético y romanticismo épico que iban a tratar las principales figuras del italo disco durante su etapa de auge entre 1983 y 1986.
En cierto modo, el fenómeno del italo disco anticipó la globalización cultural que iba a llegar a la industria musical en las décadas posteriores. Esto ya se podía observar en el juego homofónico entre el inglés y el italiano en el nombre de sus principales artistas, como P. Lion (cuyo nombre real era Pietro Paolo Pelandi), Ken Laszlo (Gianni Laszlo Coraini) o el emblemático y polémico Den Harrow (Stefano Sandri), cuya pronunciación remitía a “denaro” (dinero en italiano). Otros directamente apelaron a palabras foráneas para dar una sensación de internacionalidad, como fue el caso de dos artistas claves dentro del italo disco: Roberto Zanetti, que se autodenominó Savage, y Paul Mazzolini, que se inmortalizó con el nombre de Gazebo.
El sonido del italo disco combinaba la exploración de las posibilidades de la tecnología con una búsqueda tan irónica y comercial como romántica y soñadora. Sus canciones en technicolor musicalizaron la explosión e innovación cultural que experimentaba Italia y toda Europa durante la década de los ochenta. Así podemos encontrar impecables tracks como “Happy Children” de P. Lion, “I Like Chopin” de Gazebo, “Hey Hey Guy Guy” de Ken Laszlo, “Dolce Vita” interpretada por Ryan Paris, “C’est la Vie” de Alexander Robotnick, y clásicos de culto como “Pertini Dance” de S.C.O.R.T.A. o “Happy Song” y “The Challenger” de Baby’s Gang.
Dentro del género también hubo lugar para la ambivalencia artística, ya que detrás de la imagen de muchos de sus intérpretes se encontraban notables productores que supieron combinar su calidad compositiva con los nuevos sintetizadores y las innovaciones tecnológicas de los estudios de grabación. Tal es el caso de Pierluigi Giombini, compositor de “I Like Chopin” y “Dolce Vita”, Stefano Pulga creador de la canción “I’m Ready” de Kano, o Alfredo Pignanoli y Octavio Bacciochi, autores de los hits de Baby’s Gang antes mencionados. También fue clave el aporte de los sellos discográficos para agrupar al movimiento, entre los que se destacan tres: Memory Records dirigido por Alesandro Zanni y Stefano Cundari, Disco Magic a cargo de Severino Lombardoni y Baby Records, cuyo mandamás fue Freddie Naggiar.
Así como el funk norteamericano había sido una influencia clave en el desarrollo del italo disco, los italianos luego devolvieron el favor musical a la comunidad afroamericana contribuyendo de manera esencial al desarrollo de la música house. Desde 1984, diversos clubs de Chicago y Nueva York, junto con la emisora de radio WBMX, comenzaron a difundir sus discos. El sello Emergency Records se especializó en reeditar y vender sus vinilos, y así fue cómo canciones como “Dirty Talk” de Klein and MBO o “Feel the Drive” de Doctor’s Cat llegaron a ser reapropiadas por los fundadores del house. Además, el italo disco había sido pionero en la edición de singles de 12 pulgadas, más tarde aprovechados por los DJs de house y techno en Chicago y Detroit (escuchar la versión vocal “Cybernetic Love” de Casco) que utilizaron las versiones extendidas de los tracks para samplear voces e instrumentales.
Con sus melodías ominosas y sus sonidos sintéticos, el italo disco sobrevive como una postal inmortal de los coloridos años ochentas. Representó un punto de equilibrio entre lo humano y lo artificial, antes de que la pista de baile se vuelva totalmente rítmica a partir de la posterior influencia del house y el techno. Su concepto de atrevimiento y futurismo nostálgico marcó un momento de auge cultural de la música italiana, al punto que fue la primera vez que muchos de los charts británicos y norteamericanos le abrieron paso a artistas que no eran de Gran Bretaña o Estados Unidos. Cuarenta años después, su legado delirante y romántico, artístico y comercial, pero profundamente bailable, marcó una etapa clave en la futura constitución de la música electrónica y modernización de la pista de baile como elemento central de diversión joven y nocturna.