La música no sólo puede cambiar el estado de ánimo de una persona, sino que también puede causar efectos en el cuerpo humano. Es por esto que Matthew Sachs, un estudiante de doctorado en la Universidad del Sur de California, se dedicó a estudiar a individuos que, al escuchar determinadas piezas del cuarto arte, experimentaban diferentes sensaciones como la “piel de gallina” o el “nudo en la garganta”.
Durante su tiempo en la Universidad de Harvard, Sachs junto a sus colegas Robert J. Ellis, Gottfried Schlaug y Psyche Loui descubrieron que las personas que sienten escalofríos por la música en realidad tienen diferencias estructurales en el cerebro: un mayor volumen de fibras que conectan su corteza auditiva a las áreas asociadas con el procesamiento emocional, lo que significa que las dos áreas se comunican mejor.
“La idea es que más fibras y mayor eficiencia entre dos regiones significa que hay un procesamiento más eficiente entre ellas”, dijo Sachs.
En otras palabras, la conclusión de la investigación sentenció que que las personas que frecuentemente experimentan emociones intensas al escuchar música tendrían una mayor conectividad estructural entre estas regiones y las de procesamiento auditivo en el lóbulo temporal superior.