Cuando la República Argentina ingresa en los años noventa, lo hace con muchos cambios respecto de lo que había sido esa década cortísima que significó un país en post dictadura y post Malvinas: los ochenta, para el rock argentino, empiezan con el primer disco homónimo de Los Violadores (diciembre de 1983) y terminan con las muertes de Luca Prodan, Federico Moura y Miguel Abuelo (el díptico trágico que fue 87-88). El cambio de almanaque mostraba que la Historia en esta parte del mundo siempre avanza hacia zonas de opresión, desigualdad y confusión absolutas.
Los noventa, entonces, muestran un recambio de gobierno (Alfonsín con una inflación imparable es obligado a adelantar las elecciones para entregar su sillón de mando a Menem), la llegada del neoliberalismo se instala como símbolo económico que arrasa con cualquier expectativa de movilidad social (una bomba que prende su mecha en ese momento pero estalla a fines del 2001), la música mainstream comienza a dialogar de forma sincrónica con el estado del mundo desde exploración de lo alternativo y lo sónico (para esto fue fundamental la salida de Dynamo de Soda Stereo en el 92), el consumismo se vuelve una religión donde los shoppings son las nuevas iglesias, había un recambio en el punk argentino y las tribus urbanas se convierten en refugios razonables para la juventud disidente que los adultos, por supuesto, no pueden comprender. La dispersión era descomunal.
¿Qué lugar había en este contexto para un punk old school? Es en este momento en el que Enrique Chalar aka Pil Trafa decide abandonar el país e instalarse en Lima, Perú. Parece solo una mudanza, un exilio como tantos buscando mejores coordenadas para continuar una vida. Sin embargo, es mucho más: es un gesto, una toma de posición y una acción concreta de cómo Pil Trafa decidió enfrentar el suelo que lo vio nacer en 1959: desde la acción. ¿No es eso un punk verdadero? Totalmente: un punk es alguien que decide intervenir el tiempo que le toca vivir tomando una postura y llevándola a cabo. Es así como Pil Trafa comprendía el punk: es mucho más que un estilo musical, es el fuego que incendia el mundo. Se acerca el que quiere y abandona el que quiere. Pil Trafa decidió siempre acercarse y trascender sus días en estado de lucha permanente.
De todos los textos que se publicaron para recordar a Pil Trafa, incluso en medios extranjeros que todavía tienen algún valor simbólico como Pitchfork o NME, el más importante fue el posteo en Facebook de la música, activista, editora y agitadora cultural Patricia Pietrafesa. ¿Por qué? Como voz autorizada y transgeneracional que atravesó décadas de under con sus distintas bandas (desde She Devils hasta Cadáveres de Niños y llegando a su presente en Kumbia Queers) y registró toda la escena punk desde su comienzo en nuestro país con su legendario fanzine Resistencia, Pietrafesa conoce el territorio y las entrañas de la escena musical como pocas y siempre fue muy crítica y lúcida con su mirada sobre los músicos que la rodearon o que observó.
Su texto comienza así: “terrible tristeza me invadió el sábado por la mañana cuando me enteré de la muerte de Pil. Y así seguí como en un bajón lento y extendido. No éramos amigxs, hable en una sola oportunidad con él, la última vez que vi a los violadores fue en 1985!!!. Pero eso que tiene que ver? no se trata de eso, se trata de significados que me rescataron cuando estaba desesperada en pleno final de la dictadura”.
Esta clase de ejercicio de la memoria y de reconocimiento por parte de lo que se puede considerar como una compañera de batallas en un frente donde había muy pocas personas peleando por lo que sucedía en este país, nos dice mucho de la estatura ética y moral de alguien como Pil Trafa. Alguien jugó la fichas que había que jugar (con Los Violadores pero también en sus distintas bandas, la última fue Pilsen) cuando el juego era totalmente peligroso en un país como Argentina. El texto de Pietrafesa termina así: “diciembre 1985, presentación de 1, 2 ultraviolento, estuve ahí en primera fila tirándole del cable del micrófono a Pil durante tres canciones para que me agarre el volante de una marcha contra la policía. Obvio lo agarró y lo comentó, Pil, fue uno de los pocos que había estado en la manifestación contra la yuta ese mismo año”.
Pil Trafa era alguien que había heredado la curiosidad expansiva de esa clase media argentina ilustrada de los cincuenta y sesenta que confiaba que algo parecido a la verdad se encontraba en libros, películas, discos. La cultura importaba. Por entonces había kioscos que se llamaban “Rayuela” o “La Maga”. Pero Pil no tenía habilidades con el instrumento y no consideraba que tuviera una buena voz. Solo era delgado, blanco y hermoso. Sabía que quería habitar el terreno de la música pero no tenía delimitado el espacio.
¿Dónde estaba su lugar? El punk fue la brújula que lo guió. No solo en términos música, sino también fueron los rieles existenciales que le señalaron un destino. El punk en Argentina fue un señalamiento de que a partir de ese momento existía una herramienta de combate contra la dictadura militar para aquellos que no quería armarse de guerrilla sino que usaron sus cuerpos y sus instrumentos como trincheras de confrontación. El punk, a Pil Trafa y a gente como él, les dio el combustible para definir que las cosas tenían que cambiar.
Nunca está de más recordarlo: las únicas bandas que se negaron a tocar en el Festival de la Solidaridad (un concierto de rock digitado por militares) fueron Virus y Los Violadores. El rock, el pop y el punk están hechos de sonidos, vestuario y canciones pero también de gestos y tics de revolución. Es como si de algún modo con sus pequeñas acciones se vislumbrara todo un mundo que puede ser mejor. Los Violadores y Virus demostraron, con negativa a formar parte de ese festival, que las elecciones importan, que para ingresar en los libros de historia es necesario poner en la balanza a quién estar respondiendo pero también a quién te estás enfrentando.
El nombre de la banda, Los Violadores (una ocurrencia del baterista Sergio Gramática), es una derivación de un grupo anterior: Los Testículos. La idea era escandalizar, provocar, situarse en el costado de los rechazados por la sociedad. Fue un posicionamiento frente al mundo y una decisión de cómo vivir en un momento represivo de la historia argentina.
La explicación que se dio a sí mismo Pil Trafa era que hacía referencia a “violar la ley”. Tenía ese componente de sentido irreverente respecto de lo que sucedía en esos años de plomo. Si una dictadura atroz, violenta y asesina se ampara en la ley para llevar adelante sus secuestros, torturas y desapariciones, entonces es exactamente eso lo que hay que destruir, quebrar, romper: violar la ley era volverse de una vez y para siempre responsable de tu propio cuerpo en contraposición de lo que declaraba un gobierno dictatorial. De ahí a cantar a los gritos algo como “¡Represión!” en una canción que se vuelve y resignifica como estallido de hartazgo y necesidad de cambio, hay un solo paso. Es por eso también que con el tiempo Pil Trafa tuvo una banda que se llamo Pil & Los Violadores de la Ley: para que nunca se pierda vista de qué estaba hablando, de cuál era el link al que había que prestarle atención.
Las muertes y renacimientos de Los Violadores fueron incontables y no importa en absoluto. Todos sus discos de estudio son, como mínimo, interesantes, dignos y atractivos. Pil Trafa siempre estuvo al frente. Lo importante era que era una banda que recordaba cuáles eran los frentes de combate: el consumismo, la parálisis social, la desidia, el desinterés, los espejismos del poscapitalismo (o como lo llama Mark Fisher: el realismo capitalista), la explotación laboral y del medio ambiente, etc. Es decir: que el estado del mundo siempre ofrece señales y signos de que no se puede estar conforme con lo que sucede alrededor o en cualquier parte.
Pil Trafa, y Violadores, recuerdan que es necesario salir a gritar y quejarse y exigir modificaciones necesarias para la inclusión, el acortamiento de la brecha salarial, la mejora de alguna zona de la existencia. El punk para Pil Trafa nunca fue solo entretenimiento, sino la posibilidad de vislumbrar que el sistema siempre hay que atacarlo. O por lo menos: intentarlo. En la canción “Tiempos de acción”, del disco Fuera de sektor, dice algo que se puede considerar un legado vital: “El momento de la acción/ Ha llegado el tiempo/ En que actuar es lo mejor/ Estos son tiempos de acción”.
Que la muerte le llegue a un músico luego de sacar un disco excelente ya parece toda una tradición dentro del rock. Pensar, sin ir más lejos, en Blackstar de Bowie, You Want it Darker de Leonard Cohen o Spinetta y Las bandas eternas de Luis Alberto Spinetta, por nombrar unos pocos casos de una larga lista.
El último disco en el cantó Pil Trafa fue Carne, tierras y sangre de Pilsen. Un trabajo excelente que había ganado un premio Gardel. Lo que representa una paradoja ya que no deja de resultar extraño la aceptación y prestigio de alguien que quiso ser revulsivo y con el tiempo a su favor se volvió un clásico. Si en algún momento, Pil cantó “Hermosa tierra de amor y paz/ Hermosa gente cordialidad/ Fútbol, asado y vino/ así es el pueblo argentino” como quien escupe en una identidad represiva para preguntarse “en donde está la diversión perdida?”, ahora estaba recibiendo un premio de esa argentinidad de la que alguna vez quiso fugarse.
Estaba contento por esto Pil Trafa: por haber hecho un buen disco, por haber ganado un Gardel (dedicado al músico Tommy Loiseau que murió mientras lo terminaban) y por hacer lo que quería. Se supo, gracias a una nota de Daniel Flores, que había muchos planes por delante: volver a vivir en Argentina, una gira de presentación de este disco, escritura de un libro (junto a Juan Ignacio Provéndola, una experiencia que ya había transitado al escribir Más allá del bien y del punk con Juan Carlos Kreimer), entre otras cosas. En la canción “Represión”, Pil Trafa se pregunta “¿en dónde está la igualdad deseada?”. Resulta conmovedor saber que Enrique Chalar, que falleció el 13 de agosto de un paro cardiorespiratorio en su casa en Lima, Perú, nunca dejó de cuestionarse esto y buscar la respuesta.