En la actualidad, la imagen de un músico resulta indivisible de su obra discográfica. Esto tiene su origen en la década de 1980, con el advenimiento de MTV y los videoclips, y la consiguiente sobreexplotación de la imagen. Pero en la década anterior, la década de The Carpenters, la imagen tenía un papel más accesorio. Lo realmente importante, lo realmente atractivo, se encontraba en la música. Y respecto a esto, mal no les fue. Actualmente, las ventas de la banda se ubican entre los 100 y los 150 millones de copias vendidas.
En los setenta, Karen y Richard Carpenter eran inevitables. Lejos del excentricismo, la provocación, y los excesos, los hermanos cultivaron una imagen sobria y naif, de clase media sin pretenciosidades. En parte acentuada por la discográfica —basta con ver las portadas de algunos de sus discos— y replicada en forma de broma por la prensa. Aunque también es conocida la afición de Karen como una entusiasta de Disney, documentada en el célebre video de “Please Mr. Postman”.
Pero si hay algo destacable dentro del límpido sonido del dúo es la única e inigualable voz de Karen. Empezó su carrera con 15 años, y a los 20 ya era una super estrella que vendía millones de discos. Su voz lo acaparaba todo. Pues, a pesar de la azucarada imagen de los hermanos, había un profundo dejo conmovedor de melancolía y madurez, que hasta resultaba extraño para una muchacha tan joven.
Los hermanos no estuvieron exentos de las penurias de la fama: Richard atravesó una adicción a los sedantes y su hermana, como sabemos, sufrió silenciosamente una anorexia que la fue demacrando poco a poco hasta su temprana muerte.
Una canción para Karen
El cóver hecho por Sonic Youth de “Superstar”, uno de los más grandes éxitos del dúo, fue para muchos el primer acercamiento a la banda neoyorquina. Thurston Moore, guitarrista y vocalista del grupo, explicó el por qué del homenaje a Los Ángeles Times: “Hay un cierto tipo de oscuro misterio en su música que nosotros siempre encontramos muy potente”. Pero su admiración hacia los Carpenters ya tenía antecedentes.
En 1990, a siete años de la muerte de la baterista y cantante, Sonic Youth sacó su sexto álbum de estudio titulado Goo. En él aparece una curiosa canción con letras de autoría de Kim Gordon titulada “Tunic (Song for Karen)”, un tributo a la difunta Carpenter.
El tema aborda dos figuras fundamentales en la vida de Karen: Richard y su mamá, quien nunca fue muy condescendiente con su hija (el favorito era su hijo). El repentino ascenso de Karen ofuscó a su madre y al propio Richard: en él se habían depositado las esperanzas de éxito, mientras que ella era vista como una mera acompañante del éxito de su idolatrado hermano.
Después de una punzante introducción de guitarra y distorsión, Kim toma la palabra personificando a Karen: “Siento que desaparezco, haciéndome más chica cada día/Pero me miro al espejo, soy más grande cada día”, en clara alusión a su anorexia nerviosa. “Siento que desaparezco, haciéndome cada día más pequeña/Pero cuando abro mi boca para cantar, soy más grande en todo aspecto”. La voz contralto de Karen la acompañó hasta su último día de vida. Nunca flaqueó. Mientras su enfermedad la iba deteriorando, ella parecía cantar mejor. Aprovechando su talento, se transformó en una de las formas por la cual Karen negaba su enfermedad, y a su alrededor nada parecía alarmar. Su voz estaba intacta, ninguna otra cosa importaba. Gordon plantea que su voz tampoco le pertenecía: era patrimonio de la banda, de su hermano, la discográfica, de su madre, del público.
“Estoy en el cielo ahora, puedo verte, Richard/Adiós Hollywood, adiós Downey, hola Janis/Hola Dennis, Elvis, y a todos mis nuevos amigos/Estoy muy feliz de que estén aquí conmigo, hasta el final”. Aquí, Karen le habla a su hermano. Se despide de su hogar y saluda a sus ahora nuevos amigos: Janis Joplin, Dennis Wilson y Elvis Presley. Todas figuras de la música popular, muertas jóvenes por los excesos, el abandono y la tristeza. Como Karen.
La túnica blanca (como se ve en el video) simboliza aquel aspecto virginal y de niñez que Karen representaba. En ella se escondía de sus problemas: no podía ver su cuerpo desvanecerse. Pero también simboliza la muerte: “Otra ensalada, otro té helado/Hay una túnica en el armario esperando por mí.” Con ella pasa a la eternidad.
Le habla a su madre: “Hey, mamá, mirá, estoy acá arriba, al fin lo logré/Estoy tocando la batería de nuevo también/No estés triste, la banda no suena nada mal/Y recuerdo mamá, lo que decías/Vos decías: cariño, te ves muy desnutrida”.
Kim Gordon dijo sobre la canción en 1997: “Quise ponerla a Karen Carpenter arriba en el cielo tocando la batería y siendo feliz. Toda esta cosa de adolescentes cortándose y eso, asociado con la anorexia y las chicas siendo condicionadas a tener un gran deseo de complacer… solo me pregunto, ¿hasta qué punto las chicas empiezan a tener su autoestima y la necesidad de complacer a los demás?”.
Una carta para Karen
“Karen fue erigida como la figura del saludable éxito norteamericano. Pero sabiendo cuán trágica fue su vida, esas canciones toman un diferente significado. De alguna manera, ella es la clásica mujer reprimida norteamericana; el único control que tenía era sobre su cuerpo, y ella eligió hacerse desaparecer”
– Kim Gordon en una entrevista para Toronto Star.
Karen era una chica inquieta, le gustaba jugar al baseball, las carreras y -sobre todo- tocar la batería. Distintos factores pronunciaron aún más su enfermedad. Una de ellas fue alejarse, dolorosamente, de su instrumento predilecto. Richard y la discográfica la convencieron, no muy fácilmente. La batería era parte de su identidad. Detrás de su batería, Karen era solo una más de la banda. En cambio, estar al frente ahora demandaba una imagen, y luego de algunas malas críticas por su peso, se convirtió en una obsesión. Debía ser y verse más femenina, y ser flaca era parte de ello.
Para 1979, la banda se encontraba descansando. Pero Karen, con 29 años, estaba lista para dar su salto como solista. Su hermano, quien se encontraba bajo tratamiento por su adicción, le dijo “Hacé lo que quieras, pero no hagas música disco”. La discográfica tuvo que aceptar esta decisión aunque no la apoyó, y Karen tuvo que poner de su bolsillo más de la mitad del presupuesto destinado al proyecto. Pero el disco fue encajonado y recién en 1996 salió a la venta. Y sí, Karen hizo música disco.
Un año más tarde, luego de años sin una relación amorosa duradera —impedida por su trabajo— Karen pareció conocer al amor de su vida. Ella anhelaba una familia y un matrimonio feliz. Una semana antes de casarse, en 1981, su pretendiente le confesó que se había realizado una vasectomía. Esto la alteró por completo e intentó suspender la boda. Pero su madre lo impidió, ya estaba todo arreglado. Su matrimonio fue un fiasco y se divorció poco más de un año después, quedando destrozada. También fue un factor el maltrato y la conocida voracidad del hombre por la cuenta bancaria de su esposa.
Kim se vio interpelada en su historia de vida, a tal punto de identificarse con ella. “Rehusarme a comer era una forma de revelarme contra mis padres”, reveló Gordon en una entrevista a la revista Triple J, en relación al trastorno alimenticio de Karen. Debido a esto, la bajista y vocalista de Sonic Youth escribió una carta que figura en el libro Sonic Youth: Sensational Fix, dedicada a Carpenter:
Querida Karen,
A través de los años, desde los especiales de televisión de los Carpenters, te he visto cambiar de aquella inocente chica ojos de galletitas con leche a una muchacha de ojos vacíos y un cuerpo liso a la deriva sobre un escenario colorido como dulces. Vos y Richard, para el final, lucían drogados— había tan poca energía. Las palabras salían de tu boca, pero tus ojos decían otra cosa: “Ayudame, por favor, estoy perdida en mi propia pasiva resistencia. Algo anduvo mal. Quiero desaparecerme del control de ellos. Mis papás, Richard, los periodistas que me llaman ‘hippie, gorda’. Desde que fui, como muchas chicas, criada para ser cortés y considerada, me ocupé de que nadie avistara algo malo —en tanto, externamente, continué haciendo lo que era esperado de mí. Tal vez ellos podían controlar todos los aspectos externos de mi vida, pero mi cuerpo está todo en mi control. Puedo hacerme más pequeña. Puedo desaparecer. Puedo pasar hambre hasta morir y ellos no lo sabrán. Mi voz nunca me dejará. Esas no son mis palabras. Nadie adivinará mi dolor. Pero haré las palabras mías porque tengo que expresarme de algún modo. El dolor no es perfecto, así que no hay lugar para él en la vida de Richard. También tengo que ser perfecta. Debo ser flaca, así soy perfecta. ¿Fui una adolescente alguna vez…? Lo olvido. Ahora luzco de mediana edad, con una mala permanente y ropa country-del oeste”.
Debo preguntarte, Karen, ¿quiénes fueron tus modelos a seguir? ¿Era tu mamá? ¿Qué tipo de libros te gustaba leer? Alguien, alguna vez, te hizo esa pregunta: ¿Qué se siente ser una chica en la [industria de la] música? ¿Cuáles son tus sueños? ¿Tenés amigas mujeres o eran solo vos, Richard, mamá y papá, A&M [el sello discográfico]? ¿Has corrido por la arena, sintiendo el océano precipitarse entre tus piernas? ¿Quién es Karen Carpenter, realmente, además de esa triste chica con la extraordinariamente hermosa, conmovedora voz?
Tu fan — con amor
Kim.