En su edición de noviembre de 1987, la revista Rock & Pop se refería al nuevo álbum de Virus, Superficies de placer, como “el disco del culo”. La imagen, que ilustraba dos glúteos desnudos en primer plano, fue tildada de obscena, vulgar y pervertida. A pesar de esto, el disco tuvo un éxito indiscutible: en su primera semana vendió más de 30 mil copias, logrando la categoría de “Disco de oro” en Argentina. También contó con dos míticos shows en el estadio de Obras Sanitarias donde se reunieron más de 8 mil personas. La historia alrededor de la creación del disco es conocida: la salud de Federico Moura como disparador creativo, las letras como presagios de muerte y despedida, la calidad estética y sonora de los temas.
A principios de los años ochenta, Virus llegó para cambiar el clima de la música argentina, en especial el de la escena rockera. Sus peinados, sus vestimentas y los sonidos electrónicos de la new wave hicieron de la banda un modelo de crítica a los modos masculinos convencionales. Los tildaron de frívolos y hasta los insultaban con expresiones como: “Ahí vienen los putos de siempre”.
Los ochenta no fueron fáciles y reconocerse homosexual implicaba una condena social importante. Por ejemplo, es reconocida la situación que vivió Moura poco antes de sacar el disco Locura (1985). Los directivos de la compañía discográfica CBS Columbia le pidieron que no revelase su “condición gay” y así no perder a sus fanáticas. Canciones como “Sin disfraz” eran su respuesta a un mundo que quería invisibilizarlo, a él y a sus deseos. Aun así, la banda plantó su bandera y desplegó un sinfín de canciones donde se valoraba el sexo, la masturbación y la provocación.
Superficies de placer fue el sexto disco de estudio de Virus y el tercero con un arte de tapa ilustrada por Daniel Melgarejo, íntimo amigo de Moura y un creyente absoluto de la propuesta de la banda. Para esa época, Melgarejo era conocido por haber diseñado la identidad gráfica del mítico sello Mandioca, el logotipo de la banda Manal y diversas colaboraciones con el mundo de la música y la publicidad. Sus diseños siempre tuvieron un dejo de ironía y humor, pero también convocaban a la ternura y a la fantasía.
Melgarejo era un artista silencioso. Se movía en diferentes ámbitos sin decir mucho y rara vez expuso en público sus obras: tuvo una sola muestra en un lugar llamado El Garage. Se fue de Argentina a España y terminó en Estados Unidos. Entre sus grandes éxitos se encuentra el diseño de la secuencia animada de la película Who’s That Girl (1987), protagonizada por Madonna: siempre estuvo interesado en la cultura pop. Más que exponer en museos o galerías, le interesaba que su obra esté presente en historias, películas o tapas de discos.
Su biografía está llena de agujeros. Como a toda criatura huérfana de un clan, le gustaba mucho la noche y todo lo que esta proponía: sus secretos, la disposición de los cuerpos, la seducción. En sus obras aparecía todo el cóctel nocturno, en forma de colores ácidos y líneas que se extendían por todo el plano. Será por esto que a la hora de diseñar la tapa de Superficie de placer eligió dos glúteos azules, un objeto de deseo prohibido, asociado a una práctica sexual para entonces inmoral, y el azul como sinónimo de la noche, un lugar donde se rompen las reglas del día y se puede vivir más libre.
Roberto Jacoby es artista conceptual, sociólogo, autor de algunas letras de Virus y activista del grupo vanguardista Tucumán Arde. En conversación con Indie Hoy, recuerda el gesto de su amigo Melgarejo como “un acto de locura y audacia“. En esa época, la prensa denunciaba que se trataba del culo de un hombre y señalaba a la banda y a Federico como autores de una perversión visual. Seguramente, Melgarejo se reía a escondidas de todo el escándalo.
Jacoby también recuerda el clima sombrío alrededor de la creación del disco. La salud de Federico se veía cada vez más comprometida y lo que se pensaba como un viaje de placer terminó decantando en una situación muy angustiante. Aun así, el artista recuerda a Moura como una persona que le dio una libertad absoluta para crear las letras de las canciones y alguien con quien se reía mucho.
Superficies de placer está plagado de baladas eróticas y melodías que invocan a la sensación de dolor y placer que a veces generan las despedidas. Las letras hablan de la situación de Moura con el VIH y señalan: “Por los parlantes te iré a buscar”, como si la vida física no fuera el final de todo. Quedará la música y su capacidad de generar estados de ánimo. En ese sentido, la tapa es engañosa: a pesar de la provocación que propone y sus asociaciones al placer, es también la superficie que antecede a la pérdida. Se entra al disco mediante el goce y a medida que avanza uno se choca con el dolor del cantante, un dolor que fue trabajado desde la poesía y la fantasía, como una terapia alternativa contra el virus que lo debilitaba.
Se podría resumir el poder de la tapa a partir de un comentario del escritor Fabián Casas en su columna para el diario Perfil en 2020: “En algún momento siempre poníamos Superficies de placer de Virus. La tapa, un dibujo de Daniel Melgarejo, era la ilustración de un culo andrógino que podía estar también en un mural de la ciudad de la noche roja. Ese disco era táctil. Necesitaba ser tocado, transpirado, vivido, era todo lo contrario a la distancia social que pregona este nuevo virus. Un disco con colchones de sintetizadores que escuchaban unos chicos en unos colchones improvisados. Una lírica perfecta para abandonar el mundo con una sonrisa”.