The Doors, al igual que tantas otras bandas, tenía distintas influencias a la hora de componer. En medio del amor libre de la generación hippie, Jim Morrison planeó buscar otros horizontes para poder expresar esa nueva libertad generacional. Su intención era ser un prisma que reflejara todos los lados de la gente a su alrededor, incluyendo las partes más oscuras.
Gente perdida y referencias poéticas
Una de las canciones de la banda que más reflejó esa dicotomía constante fue “End of the Night”, de su primer disco homónimo de 1967. La lírica es concisa y transmite de forma abstracta que hay gente cuyo curso se desvió. El sitio de trivia musical Songfacts destaca que las líneas principales de la canción “algunos nacen para el dulce deleite, algunos nacen para la noche sin fin” son interpoladas directamente de un poema de William Blake, Augurios de la inocencia.
No es sorprendente que Morrison se inspire en la literatura, pues el mismo nombre de la canción es una referencia a la novela Viaje hacia el fin de la noche, del escritor francés Louis-Ferdinand Céline. Pero lo que hace que “End of the Night” sea tan peculiar es ese interés específico con un par de líneas y no mucho más.
Lo que sucede a partir de eso es una lucha constante para descifrar si hay que entregarse a la noche o seguir peleando. Con respecto al tipo de gente sobre la que Morrison escribía, en una entrevista en 1968 compartió su punto de vista: “El aire que siento de esto es una especie de sentimiento sombrío y pesado. Como alguien que no está del todo en casa. O no tan relajado, consciente de muchas cosas pero sin estar seguro de nada, ¿entiendes?”.
Escuchá “End of the Night” a continuación.