“Lo más común es que escriba cartas y las olvide, pero si llego a enviarlas, siento que una pequeña parte de mi Yo secreto está en las manos de alguien a miles de millas de distancia, que se va a preguntar qué carajo está leyendo o a usarlo como papel higiénico”. En estas palabras, que John Lennon escribió en una carta que nunca envió a su amigo y ex bajista de The Beatles Stuart Sutcliffe en 1961, se ve hasta qué punto se involucraba al escribir su correspondencia. Ya fuera una respuesta a un fan (como muchas veces hacía), sus familiares, críticos u otros músicos, leer sus cartas compiladas por el biógrafo de The Beatles Hunter Davies, es adentrarse en sus obsesiones, sentimientos y sensaciones. Muchas veces, sus palabras derriban sus propios mitos. En sus cartas, Lennon se abre de una forma parecida a como Paul McCartney recuerda que lo hacía cuando peleaban: “A veces, en medio de los gritos, se sacaba sus anteojos y me decía: Paul, soy solo yo”.
Si hay alguien que recibió cartas demoledoras de John Lennon, ese fue su socio compositor en The Beates. Algunas son tan célebres que hasta tienen nombre. En la carta que fue llamada “El despotrique de John” (“The John Rant”), escrita en 1971 y dedicada a los “Queridos Linda y Paul“ como respuesta a una carta perdida firmada por Linda McCartney, el autor de “Across The Universe” se diferencia de ellos y también les pasa factura: “Realmente crees que la prensa está por encima de mí/vos? ¿Pensás eso? ¿Quién te crees que somos/sos? Espero que te des cuenta de la mierda que vos y el resto de mis así llamados “amables y generosos” amigos nos tiraron a Yoko y a mí, desde que estamos juntos. Algunas veces tal vez fueron más sutiles, o debería decir burgueses, pero no tan seguido. Ya lo hablamos un par de veces -yo los perdoné a ustedes dos- así que es lo mínimo que pueden hacer por nosotros, gente noble. Linda, si no te importa lo que digo, ¡callate! Dejá que Paul escriba, o lo que quieras”.
En otro párrafo de la carta, Lennon habla sobre el legado de The Beatles, volviendo a atacar a su excompañero de banda:
“No estoy avergonzado de The Beatles (yo fui el que empezó todo) pero sí de algunas mierdas que hicimos para hacerlos tan grandes -creí que todos sentíamos eso en distintos sentidos, obviamente no-. ¿Realmente pensás que la mayoría del arte de hoy vino por The Beatles? No creo que estés tan loco, Paul. ¿Realmente crees eso? ¡Cuando pares de creerlo tal vez te despiertes! ¿No dijimos que íbamos a ser parte del movimiento y no todo el movimiento? Claro que cambiamos el mundo, pero tratá de mirarlo un poco: ¡SALÍ DE TU DISCO DORADO Y VOLÁ!”
En aquel entonces, gran parte de los problemas entre los ex Beatles pasaban por la disolución de su compañía Apple Corps, pero también por declaraciones que alguno de ellos hacía a la prensa sobre los otros. En este sentido, John le dice a los McCartney: “Obviamente si me siguen haciendo preguntas de los Beatles voy a contestarlas -y conseguir tanto espacio para John y Yoko como pueda-. Me preguntan sobre Paul y yo contesto -sé que a veces las preguntas se vuelven personales- pero creanme o no trato de responder directamente, aunque siempre usan las partes más jugosas. No tengo resentimiento hacia tu marido, me da pena por él. Yo sé que los Beatles son buenas personas -soy uno de ellos- pero también sé que son tan hijos de puta como cualquier otro, así que bajate del caballo”.
En el párrafo final, Lennon da su versión sobre la separación de The Beatles, culpando a Paul y a Allen Klein, el último mánager de la banda, y aprovecha para seguir pegándole a Linda y a su padre, el abogado Lee Eastman, que había sido sugerido por Paul para hacerse cargo de los Beatles en lugar de Klein: ”Finalmente, acerca de no decirle a nadie que iba a dejar los Beatles, Paul y Klein pasaron todo ese día persuadiéndome, pidiéndome que no dijera nada porque iba a “lastimar” a los Beatles –“dejemos que todo pase” ¿Te acordás?- así que métase eso en su cabecita retorcida, Señora McCartney: ellos me pidieron que no dijera nada. Obvio que el aspecto económico es importante -para todos nosotros- especialmente después de toda la mierda mezquina que vino de tu demente familia -Y QUE DIOS TE AYUDE PAUL- te veo en dos años- cuento con que para entonces ya estés afuera”.
A pesar de que toda la carta está escrita con una ira evidente, al final John termina de la misma forma que empezó, mostrando que el afecto por su ex compañero de banda y su esposa continúa, pero también marcando que siguen dejando de lado a Yoko: “A pesar de todo, amor para ustedes dos, de nosotros dos. PD: Siguen dirigiendo las cartas solo a mí…. ¡Todavía!”.
Una de las “mierdas” que The Beatles hicieron para ser grandes de las que Lennon se quejaba parece haber sido la condecoración con la Cruz de Miembro de la Excelentísima Orden del Imperio Británico (MBE por sus siglas en inglés) que los cuatro integrantes de la banda recibieron de la Reina Isabel en 1965. En la carta a Paul, John recuerda así el momento: “Cuando me preguntaron por mi reacción a que nos dieran la MBE, contesté francamente con mi recuerdo -y recuerdo que entonces me generó un poco de rechazo -¿A vos no Paul?- ¿o seguís -como sospecho- creyendo en todo eso?”.
Finalmente, en noviembre de 1969, John devolvió la condecoración con un telegrama a la Reina donde explicaba sus razones: “Devuelvo esta MBE en protesta contra el involucramiento de Gran Bretaña en el asunto de Nigeria-Biafra, contra el apoyo británico a la guerra norteamericana en Vietnam y contra la caída de “Cold Turkey” [su primer single con la Plastic Ono Band] en los rankings”.
En una carta enviada el 23 de agosto de 1965 a su primera esposa Cynthia Powell, con quien se había casado en 1962, la emoción predominante es la culpa. Lennon, que estaba de gira con The Beatles en Los Angeles, expresa a Cynthia, de quien se divorciaría en 1968, sus sentimientos por no poder estar cerca de ella y de su hijo Julian (entonces de dos años), anticipando los motivos por los que ese mismo año The Beatles dejarían las giras para concentrarse en su trabajo en el estudio de grabación: “Realmente lo extraño [a Julian] como persona, sabés a lo que me refiero. Él ya no es “un bebé” o “mi bebé”, es una parte viva de mi vida ahora, ya sabés es Julian y todo y no puedo esperar a verlo. Lo extraño más de lo que nunca lo hice -¡creo que es el lento proceso de sentirme un padre de verdad!”.
Después, relata un poco su vida en gira con The Beatles y cómo lo afecta ese sentimiento de culpa: “Paso horas en camerinos y otros lugares pensando en las veces que no estuve para él -sigo pensando en esos estúpidos tiempos en que yo leía diarios de mierda y otras cosas mientras él estaba en la habitación conmigo- y decidí que ¡ESTÁ TODO MAL! Él no me ve lo suficiente y realmente quiero que me conozca y me ame, y me extrañe tanto como yo los extraño a ustedes dos”.
Incapaz de continuar con la escritura de una carta tan emocional, se despide de su primera esposa, a la que conoció en 1957 cuando todavía era un estudiante de arte en Liverpool: “Me despido ahora porque me estoy bajoneando pensando en el bastardo desconsiderado que aparentemente soy y recién son las 3 de la tarde y me parece un mal momento del día para deprimirme tanto”.
Otra persona que recibió algunas de sus cartas más reveladoras fue su prima Leila Harvey, con quien había sido muy cercano en su infancia pero de la que se había distanciado con el tiempo. Durante la mudanza de Lennon a Estados Unidos, que duró desde agosto de 1971 hasta su asesinato en diciembre de 1980, las cartas a su prima se volvieron más extensas y ricas en contenido. En esta carta, fechada el 30 de julio de 1975, poco antes del nacimiento de su primer hijo con Yoko Ono, Sean Ono Lennon, John empieza respondiendo ante la preocupación de su prima por los excesos con el alcohol y otras drogas que el cantante había tenido en Los Ángeles durante su separación de la artista japonesa (conocido como su “fin de semana perdido”) en 1974:
“No soy un gran bebedor, normalmente… el año pasado fue, uhm, especial… este año estoy limpio como un silbato. Me gustaría que me nombres un par de grandes/casi grandes/etc. artistas que no tuvieron lo que vos llamás “un carácter débil”. Yo prefiero los hongos a la droga -al estilo de Aldous Huxley- y no me compro el verso de que uno debería tragarse todo lo que el doctor le prescribe. De hecho no tomo ninguna droga, ni siquiera aspirinas. Tuve problemas con algunas en el pasado pero los superé… ¡sin ayuda de los doctores brujos!”
Más adelante, le dice a su prima que su “vida privada” poco tiene de eso y da su opinión sobre su forma de tocar el piano: “Es un poco ingenuo de tu parte, mi querida prima, aconsejarme sobre mi vida privada. El sentido común no se aplica… el único lugar con verdadera privacidad que tengo es casa, o la casa de un amigo… fuera de eso soy propiedad pública. No me gusta, ¡pero ya hice mi pan y tengo que comerlo! Estoy pensando en tomar clases de piano, solo se tocar con ocho dedos… autodidacta y desprolijo (Mimi [su tía, con quien vivió durante su infancia] jamás me dejó tener un piano en casa, le parecía ‘vulgar’)”.
Diez años después de la carta escrita a Cynthia, John Lennon le cuenta a su prima Leila cómo está la relación con su hijo Julian, ya un niño 12 años, y con su exesposa: “Sobre Julian… Tengo suerte si lo veo/escucho de él. Ella [Cynthia] lo dejó venir dos veces el año pasado… ¡Pero insistió en venir también! Te podés imaginar lo divertido que fue eso… Se pensó que podía volver porque yo no estaba con Yoko, y ahora que volvimos a estar juntos ella no lo deja llamarme… algo que hacía mucho el año pasado. Es un chico brillante… un poco evasivo como su padre… ¡pero va a necesitar eso para sobrevivir a su madre! Mi relación con él es bastante buena, sabe dónde estoy y cómo es mi vida… aunque piensa un poco en mí en términos de dinero, que es lo que Cynthia le enseñó (con el ejemplo). Va a volver corriendo hacia mí cuando sea más grande… todos corremos hacia alguna parte. Lo tengo bien fascinado con Estados Unidos… que es un lugar extraordinario por decir lo mínimo”.
Al final, enfocándose en el futuro, le cuenta a su prima sobre el próximo nacimiento de su segundo hijo, Sean: “¡El parto está programado para noviembre! Lo concebimos el 6 de febrero. ¡Un Japonangloamericano! ¡Qué viaje!”.
Ese mismo año, ya entrado en el retiro de cinco años que comenzó en 1975 con el nacimiento de Sean, le escribe a Rick Slar, un crítico amigo, sobre cómo se encuentra: “Actualmente estoy pasando por uno de mis retiros espirituales de 18 meses o más… como cuando estuve con la terapia del grito primario… la meditación en el Himalaya… algo que vengo haciendo desde que soy un chico, de hecho”.
Después, le comenta a su amigo algunas de sus meditaciones filosóficas: “A la corta edad de 34, me encuentro volviendo a las preguntas atemporales: ¿Qué mierda está pasando? ¿Por qué estamos acá? Seguidas de cerca por: ¿Estoy haciendo lo que realmente quiero hacer? ¿O lo que se supone que haga?”. Aunque al final parece desistir de estas preguntas, escribe que hacérselas es un rasgo indisociable de su carácter:
“De cualquier manera estoy tratando de explicar lo inexplicable. No creo que este tipo de introspección sea un lujo del artista (rico o pobre), solo nunca me sentí cómodo esperando que la muerte toque la puerta sin haber por lo menos intentado contemplar estos misterios eternos.”
En la anteúltima carta que le envió a su prima Leila en enero de 1979, Lennon se describe a sí mismo como “un pagano zen”, cuenta cómo está y hace deseos para su cumpleaños número 40, el 9 de noviembre de 1980, 30 días antes de su asesinato: “Está nevando sobre Central Park. Desde la ventana del departamento puedo ver el Hotel Plaza, cruzando la calle. Es hermoso. Estoy exhausto después de Navidad y Año Nuevo (…) Voy a cumplir 40 el año que viene, espero que la vida tenga menos problemas y más… ¿Qué? No lo sé”.