El tan polémico 12.12.12 era una fecha bastante particular; dejando de lado las absurdas teorías apocalípticas en esta fecha el vintage daría otro coletazo letal: Nirvana volvería a los escenarios con Paul McCartney remplazando a Kurt Cobain; así es, una banda que, a pesar de estar extinta hace 18 años, sigue siendo la banda de cabecera de incontables fans de la música, aunque su propuesta esté anclada en la suciedad grunge mientras que hay artistas que durante este lapso se encargaron de renovar el mundo musical con interesantes improntas. No importa, Kurt Cobain es un mártir más carismático. Este regreso sucedía en el primer mundo, en nuestras tierras el vintage puro, salvaje y creativo de Ariel Pink’s Haunted Graffiti (quien curiosamente tiene la estética de un Cobain actual) se presentaba en Niceto, en lo que sería el debut de uno de los artistas más prolíficos y polémicos de la actualidad en nuestro país.
Luego de una tediosa prueba de sonido, Ariel Pink sale a escena junto a su banda; el artista presenta una indumentaria entre descuidada, extravagante y mundana: mocasines, medias blancas estiradas a más no poder, jeans cortados para convertirse en pantalones cortos y una remera de Speedy González con la leyenda “México 86”. El shock inicial es importante, nos encontramos ante un artista que utiliza una pista vocal de fondo mientras que su desempeño como cantante es mediocre; ésto no importó, resultó ser una nimiedad ante la potente “Kinski Assasin”, seguida por “Pink Slime” y “Is This The Best Spot?”, auténticos clásicos con el sello distintivo de la banda. Hasta aquí comprobamos que “Mature Themes” no es uno de los discos del año por mera casualidad, cuestión que se reafirmó en “Symphony of The Nymph”, a partir de este punto se vería a un Ariel Pink mucho más comprometido y afinado vocalmente.
Pink goza del espectáculo, disfruta ver al público convertir sus himnos en temas de fiesta, encuentra placer devorando y regurguitando las canciones que lo llevaron a la fama, ya sea añadiendo ruidos o improvisando líricas. Las canciones se suceden y la figura de Ariel Pink se convierte en la de un performer; se nos hace imposible verlo solamente como un cantante, el espectáculo personal que monta encuentra a un artista poético y desfachatado por igual, el cual no tiene punto medio: te fascina o lo odiás. La épica “Nostradamus & Me” junto a su toque ambient dio lugar a posteriores experimentaciones entre el pop y el noise, ámbitos en donde se pudo a ver a la banda realmente ensamblada con un Pink desgarrándose las cuerdas vocales. A la hora de los bises el grupo se comportó generosamente con el público: pelucas rosas y botellas de agua eran arrojadas a una horda de fans calcinados.
Finalmente, el cénit del show se dio con “Round and Round”, el tema que catapultó a la fama a Ariel Pink y el himno con el que sus fans entran en comunión con el poético artista. La banda se mostró ajustada al revisitar la etapa lo-fi de Haunted Graffiti, pero “Among Dreams” (un favorito personal) fue uno de los momentos más destacables del show: la poesía, el romance y la fantasía se adueñaban del recinto a la hora de uno de los clásicos más edulcorados del indie. “Baby” es el punto final de la noche, la sensualidad del cover de Donnie & Joe Emerson crea un clima intimista que forja una relación especial entre Ariel Pink y Argentina; el feedback positivo entre el público y el artista lo confirmaron durante toda la velada.
El show de Ariel Pink en Argentina no merece mucho análisis; gozamos de un artista único que disfruta cada segundo de la noche, alguien que no se toma a sí mismo en serio por eso es capaz de montar un show principalmente visual el cual se complemente con técnicas vocales que por momentos realmente impresionan. Una hermosa velada acompañada de buena música, que obviamente, cumplió con mis expectativas.