Menos de dos meses; ese fue el lapso de tiempo que necesitó el último disco de los Bandalos Chinos para desatar un fenómeno al que podríamos llamar “fiebre BACH” (de sábado por la noche, desde luego). Es que aquel manual cancionero con perfume a desierto texano que los de Béccar (o Veccar, como lo apodaron cariñosamente) compartieron vía plataformas digitales el pasado 3 de agosto, consiguió algo nada sencillo: que la palabra “hit” aplique a la totalidad del álbum. Con matices y sin fisuras, BACH es un candidato al repeat infinito que brilla cual gema pop, de esas que marcan una época, tal como sucedió allá por los 2000 cuando vieron la luz discos como Infame de Babasónicos, o aquella celebrada placa debut de Miranda!. En ese sentido, esta nueva apuesta tiene todos los condimentos necesarios para convertirse en un futuro clásico. En tiempos de alienación digital y vínculos controlados por algoritmos, apostar a la pista de baile y la comunión fue la mejor decisión que el sexteto pudo haber tomado, y las repercusiones no hacen sino confirmarlo como un acierto. Hasta Andrés Calamaro se pronunció a favor del disco tras leer una reseña publicada en la revista Rolling Stone. Pero más allá de estos intercambios, es el público quien tiene la última palabra, y a los hechos hay que remitirse: dos shows en Niceto con entradas agotadas, una extensa gira por el país que incluyó más de seis provincias, y una fecha en Ciudad de México en noviembre. Algo habrán hecho bien.
El viernes 28 de septiembre tuvo lugar el esperadísimo primer encuentro de este doble sold-out, y no solo cumplió con la fiesta que prometía, sino que además superó toda expectativa. No faltó la soberbia puesta en escena a tono con la portada del disco, el coqueto merchandising que incluía desde stickers y remeras hasta encendedores y pares de medias, la efusiva ovación de la chinada -que ya se sabía las letras de memoria-, y el estallido de globos de colores cuando arrancó “Tema de Susana”. Pero lo que realmente emocionó fue ver cómo estos seis amantes del buen ritmo y los apodos cariñosos, tras casi dos horas de show, no quisieron abandonar el escenario y terminaron fundidos en un intercambio eterno de abrazos y rostros conmovidos, con la simbólica “Let’s Stay Together” de Al Green sonando de fondo.
Al mando de la retronave, un –cada vez más- elegante Goyo Degano volvió a demostrar por qué es una de las mejores voces que nos ha dado el indie. Mientras el público calentaba sus gargantas coreando los temas de BACH con todo el vigor que merecen, el bandón sobre el escenario desplegó su fina artillería groovera, con el paso firme y la sutileza de quienes se saben en el camino correcto.
“Quizás fue demasiado”, cantaba Goyo en el estribillo de esa balada que inauguró una pista de lentos mental en cada uno de los presentes. Pero con BACH más bien sucede a la inversa: nunca es suficiente. Los Chinos supieron aprovechar al máximo los recursos de un álbum que ya de por sí resulta adictivo en la escucha íntima, poniendo toda la magia del espectáculo a su servicio, y transformando el disco más arriesgado de su carrera en una apoteósica misa en clave upbeat. ¿Y los vientos? Vaya lujo; la dupla cañera se lució de comienzo a fin, aportando matices melódicos al mejor estilo Culture Club en “Tu órbita” y “Súper V”, fundiéndose en climáticos pasajes instrumentales e incluso batiéndose a duelo. También quedó tiempo para interpretar clásicos indiscutidos como “Correr” o el ya emblemático “Nunca estuve acá”, y como buenos herederos del rock nacional de los ‘80, hasta se dieron el gusto de homenajear a Soda Stereo con una exquisita versión de “La cúpula”. Pero más allá del guiño nostálgico, si hay algo que tienen claro estos muchachos -y así también lo demuestra la intensidad de sus seguidores- es su compromiso con el presente; si bien no ocultan su amor por estilos de otras épocas, nada tienen que envidiarle a ese pasado que reverencian.
Afuera acechaba la tormenta y adentro todo era incandescente. “¡Yo me quedaría a vivir acá!” suspiró Goyo en voz alta antes de “Dije tu nombre”, y el cierre llegó con “Ácido”, para coronar lo que terminó siendo una noche épica en la historia de este team, que aún en el mejor momento de su carrera mantiene los pies en la tierra, y el corazón ahí donde tiene que estar: latiendo al beat de las canciones.
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Foto principal: Lopi Pedrini.