“Perdón por no haber venido el año pasado”, se disculpa Mark Hoppus con el público argentino, en medio de su presentación cerrando la primera jornada del Lollapalooza, y después de que Blink-182 cancelara su show en la edición pasada del festival debido a un accidente que sufrió su baterista, Travis Barker. Sin embargo, la disculpa es anecdótica, porque los fanáticos que vienen esperando al trío californiano desde hace más de una década y media no pueden dejar de obnubilarse por lo que está aconteciendo ante sus ojos: Blink está tocando en la Argentina.
Histórico e inolvidable, como toda primera vez, así fue el debut del conjunto de Poway en el país. Un show directo y al palo donde, si bien abundaron las canciones de su último álbum de estudio, One More Time… (siete en total), de ninguna manera faltaron los himnos pop punkeros que volvieron a Blink una de las bandas más queridas y entrañables de finales de los 90 y principios de los 2000. Y qué mejor que escucharlos con su formación original, después de que Tom DeLonge volviera a la banda en 2022.
Como no podía ser de otra manera, el trío subió al escenario con la epicidad de “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss -al igual que lo hace Green Day-, para que luego acontezca un tándem de canciones viejas y al ángulo que despertaron la efervescencia del público millennial: “Anthem Part Two”, “The Rock Show” y “Family Reunion”, “Wendy Clear”, “Feeling This” -antes, Mark se dirige al público diciendo “Primero, gracias. Segundo, Francia”- y “Violence”. En cada una de ellas, la simbiosis del caudal grave de Hoppus con la estridencia y desprolijidad vocal de DeLonge sonó casi idéntica que hace quince años atrás.
Después de una tímida aparición de “Up All Night”, la guitarra pastosa y aguda de Tom -con stickers de Fugazi, Bad Religion y más- hizo vibrar el riff principal de “Dumpweed”, tema que abre su tan querido Enema of the State, con una versión fugaz y al taco.
“Es una presión ser una banda mejor que los Beatles”, deslizó en broma -pero creyéndoselo- DeLonge. Luego, una serie interminable de chistes al mejor estilo El Bananero sobre genitales, madres y sexo anal. El revival generacional también estuvo en lo discursivo. Por supuesto, todos reímos igual. “Aliens Exist”y “Happy Holidays” -interpretada en la oscuridad y a la luz de los lanzallamas-, siguieron al trote de los golpes eufóricos de batería de un Barker imparable y pleno. La parte final del show estaba a la vuelta de la esquina.
“Es tiempo de un poco de emo ahora, saquen sus celulares y prendan la linterna”, pidió Mark para dar inicio a “Stay Together For The Kids”: una de las interpretaciones más sentidas y emotivas de la noche, más aún, con el sabor de la vuelta de DeLonge.
Blink volvió por los que están ahí en el público y por ellos mismos, los jóvenes eternos. Mucha cursilería junta, por lo que descontracturaron como mejor lo saben hacer: “Esta canción es sobre tener sexo, sobre el pene y la vagina”, siguió Tom para empezar a tocar “Down”, y las lineas de bajo de Hoppus que iban directo al pecho como un mazazo.
Las caras de entusiasmo en el público crecían a medida que el show se acercaba a su fin, porque desencadenó en una batahola de hitazos. “I Miss You”, la balada de amor más hermosa de pop punk -tema ideal para dedicar en estados de MSN, si los había-, se hizo presente y la parte de DeLonge fue cantada al unísono por todo el Hipódromo de San Isidro. “Where are youuuuu”, se escuchó por los aires el coro que rebotó en los cimientos del escenario Flow.
Inmediatamente después, una seguidilla de clásicos indiscutidos: “What’s My Age Again?”, “First Date” -con guiños a “Pinhead” y “Blitzkrieg Bop” de los Ramones-, “All The Small Things” -la canción más coreada del show-, y un cierre enérgico a cargo de “Dammit”.
Cuando todo parecía que había terminado -salvo para los que le venían siguiendo el setlist a Blink en otros países-, la banda volvió para un cierre definitivo con “One More Time”, canción que le da nombre a su último LP y sintetiza el estado en que se encuentra el trío actualmente, habiendo superado diferencias, enfermedades, y prejuicios.
El primer show de Blink-182 en Argentina fue lo que tenía que ser: un recital de punk sin rodeos, con quintas, octavas y la energía de un grupo que parece haberse fortalecido en la adversidad. Detrás de la búsqueda artística de Blink no hay misterios ni secretos, su único fin es hacer que su público se sienta como un eterno adolescente, y su debut en la Argentina resultó eso mismo: un lugar donde el tiempo no existe y no importa otra cosa más que el aquí y ahora.