Idiosincrática. Esa es la palabra que define a la banda Deerhoof. Surgida en los años ‘90 en la ciudad de San Francisco, ya son considerados veteranos de la escena indie con 13 discos de estudio bajo su nombre y múltiples EPs. Son idiosincráticos porque lo que hacen es único y nunca podría ser replicado. La voz chistosa y letras bizarras de Satomi, las guitarras distorsionadas y coloridas de John y Ed y la batería potente y bestial de Greg hacen de Deerhoof una banda con un sonido inconfundible. Puede gustar o no, pero es suyo y lo han construido en más de 20 años de carrera, con un catálogo increíblemente prolífico.
Jamás pensé que viviría algo como lo que viví el pasado 24 de febrero por la noche. Ingresamos al Centro de Experimentación del Teatro Colón y lo que todos notamos fue lo cerca que estaríamos de la banda. A duras penas nos separaba un metro de distancia del escenario. La sala fue llenándose rápidamente y en un momento vimos salir a Greg por detrás del escenario, como si nada, para hablar con gente de la organización.
La banda salió puntual a las 21 horas. Satomi, vestida en uno de sus trajes característicos violeta y verde, maquillada de una forma por demás extravangante. A su derecha, John y del lado izquierdo, Ed, y luego Greg. Abrieron con “Mirror Monster”, del disco La Isla Bonita (2014, Polyvinyl). Un inicio discreto, pero logró calentar los motores de la audiencia para que pasaran a saltar con el segundo tema, “Twin Killers”, uno de sus temas más conocidos y más divertidos, y que continuaron con “We Do Parties”.
Satomi dijo a la audiencia que al lado de Greg había un sitio muy especial: una jaula con una silla desde donde uno podía sentarse durante una canción y mirar más de cerca. A esta altura, ya se empezaron a escuchar los primeros “Olé olé, Deerhoof”, a los cuales la banda se prendió instantáneamente. El show continuó con la canción “Milk Man” y luego con “Paradise Girls”, para la cual decidí sentarme en el asiento especial. Luego de eso, siguieron las canciones “That Ain’t No Life for Me”, “Fresh Born”, “Dummy Discards Heart” (la cual fue una de las más intensas y celebradas de todo el show) y “Bad Kids to the Front”.
En este punto, Ed rompió una cuerda y la correa de su guitarra. Para entretener a la audiencia mientras se arreglaba el desperfecto, Greg se levantó y comenzó a decir que había tomado “mucho jugo de arándano” entre otras cosas con escaso sentido, que generaron muchas risas en el público. Si bien tomó bastante tiempo solucionar el problema, el show continuó con dos canciones tranquilas: “No One Asked to Dance” y “Buck and Judy”, la cual es una de las favoritas del disco Offend Maggie (2008, Kill Rock Stars). Pero luego, Deerhoof nos regaló tres canciones increíblemente intensas y divertidas de su nuevo disco The Magic (2016, Polyvnyl): “Kafe Mania”, “Debut” y “Nurse Me”, siendo la última particularmente entretenida y poderosa, que dejó nulo espacio entre la banda y el público, que a esta altura ya se había posicionado lo más cerca que podía de los músicos.
Los tres últimos temas antes de la retirada de la banda fueron “Believe E.S.P.” del disco Friend Opportunity (2007, Trifekta), “Plastic thrills” y “There’s That Grin”. Luego de esto, los cuatro se hicieron a un costado y descansaron un rato, antes de volver al escenario para tocar un poco más.
La antepenúltima canción fue un clásico del primer disco de la banda, “Polly Bee” la cual fue bastante bien recibida. La siguiente, “Last Fad” tuvo una performance excelente por parte de toda la banda y, en un momento, Satomi fue desde el escenario a subirse a una columna y cantó un rato desde allí. No es una front-woman que tenga miedo de mezclarse entre la gente. Para la última canción, Satomi nos enseñó a todos a cantar “Come See the Duck”, lo cual costó un poco, pero al final salió y dio lugar a un final de show muy íntimo, con la banda compenetrada muchísimo con la audiencia.
Los pocos que éramos fuimos desalojando el lugar de a poco, aunque algunos nos quedamos para poder charlar un poco con algunos miembros de la banda. En este momento, me acerqué a Greg Saunier y le pedí si me podía regalar el setlist que habían hecho y fue muy amable al regalármelo. También se acercó John, al cual tuvimos el gusto de saludar y felicitar por el show.
Fue un recital sencillo, íntimo, pequeño. Deerhoof no es para cualquiera: su sonido es extraño, pero muy técnico, aunque por momentos no se toma tan en serio a sí mismo; y esto se notó en la convocatoria y en el espíritu del público. “No sé de qué planeta salieron” escuché al salir del lugar y creo que esa es una pregunta más que legítima para hacerse. Vinieron y nos engatusaron con sus canciones y su locura. No pudimos estar más que satisfechos.