A fines de la década pasada -cuando Los Espíritus no eran siquiera una idea- el nombre de Maxi Prietto comenzaba a sonar fuerte entre los aficionados a la música lo-fi gracias a su proyecto Prietto viaja al cosmos con Mariano, dúo de guitarra-batería que compartía con Mariano Castro. La pareja musical que lanzó un LP homónimo en 2007 rápidamente llenó de canciones a los jóvenes que colmaban los pequeños locales del indie local y que convirtieron a los versos de Maxi y Mariano en himnos cantados con tripa y corazón. Cuatro años después llegó su segunda producción discográfica, Le Prièt vaha Chosmos e ba con Maourian!!! (2011), un disco doble que los llevó a realizar shows en Ciudad de México en 2012 y que fue la última placa lanzada por el proyecto.
Prietto viaja al cosmos con Mariano quedó en stand by, pero no así el hambre musical de Maxi Prietto, pues el argentino que tuvo el honor de tocar en 2013 con Daniel Johnston en su show en Argentina se dedicó a seguir grabando canciones e ideas y las plasmó en un disco de boleros que tituló La última noche (2013). La placa que consta de 21 tracks (todos versiones de temas ya existentes) fue ideada la última noche que vivió Prietto en México, noche en la que entró a un bar y se encontró con Alberto, un anciano dueño de una prodigiosa memoria cuando de boleros se trataba. La última noche posicionó a Maxi Prietto como una de las figuras más interesantes de la escena independiente de Buenos Aires gracias a la novedad con la que presentó un repertorio del siglo pasado, iluminándolo de manera peculiar con su característica voz borracha y resacosa, pero siempre con una frescura que deja en evidencia su juventud y sus influencias anglo.
¿Cuándo aparecen Los Espíritus? En el medio de todo esto. Cuando Prietto viaja al cosmos con Mariano estaba por tomarse un respiro y bajarse de los escenarios, Maxi juntó a sus amigos Santi Moraes, Martín Batmalle, Fer Barrey, Pipe Correa y Miguel Mactas para realizar en formato banda los temas que grababa solo y nunca llegaba a tocar en vivo. Lo que sucedió en las reuniones musicales fue que todos se sintieron más cómodos con lo que pasaba en la improvisación grupal, por lo que los temas solista de Prietto quedaron en un segundo plano para así comenzar a darle vuelo al proceso de composición grupal. Fue así como generaron rápidamente dos canciones que fueron hits en el circuito alternativo bonoarense: “Lo echaron del bar” y “El gato”. Estos temas fueron incluidos en su primer LP homónimo lanzado en 2013 de manera independiente, mientras que las composiciones que le siguieron son las que forman el disco Gratitud (2015), segunda producción de estudio que los llevó a visitar tierras mexicanas nuevamente.
El show en Ciudad de México
Luego de girar 10 días intensos por México, el sexteto bonaerense concluía su paso por el DF de la mano de un show de sábado por la noche que compartiría con sus coterráneos de Los Nuevos Monstruos y los mexicanos de Belafonte Sensacional.
El asunto fue más o menos así: a las 22.15 se subió Belafonte Sensacional al escenario de Bajo Circuito y, hablando mal y pronto, la rompió. El proyecto liderado por Israel Ramírez comenzó con encantadoras canciones folk que bien podríamos encontrar de BSO de una película indie de esas con bellos colores y excéntricos personajes, e inesperadamente -para quienes no conocíamos la banda- pasó a un delirante set de canciones que mezclaban el blues, punk, pop y psicodelia, todo absolutamente apto para un pogo feliz. Así fue. Con hermosos arreglos de trompeta y armónica, una banda muy lúdica, interesantes e ingeniosas letras y un espíritu libre y fresco, Belafonte Sensacional hizo del comienzo de la noche una genialidad para recordar.
La banda argentina Los Nuevos Monstruos terminaba su gira por México esa noche y lo hizo frente a un jóven público que gozó cada una de las canciones. Con un show de cuarenta minutos en los que presentaron principalmente temas de su más reciente disco Acto de Fe (2015) grabado en los estudios de Abbey Road en diciembre de 2014, la banda compuesta por Federico Arce, Alejo Lecuona, Fabrizio Tursi y Francisco Tursi dio una presentación pulcra y enérgica en la que agradecieron en reiteradas ocasiones el apoyo y cariño del público mexicano hacia sus canciones.
Caía la medianoche y era el turno de Los Espíritus. Repentinamente los asistentes al Bajo Circuito dejaban sus mesas para acercarse al escenario en compañía de sus cervezas mientras Prietto y sus secuaces probaban los instrumentos. “No tuvimos tiempo de hacer prueba de sonido”, dijo Santi Moraes durante el show; pero nada de eso importó (por lo menos para el público), pues a las 00.15 comenzó la última presentación de la gira en DF con “Mina de huesos” y todos los presentes se vieron envueltos en el baile hipnótico que genera sí o sí la banda con su estilo mágico que viaja desde el blues a la percusión latina y del aire arrabalero a la danza psicotribal.
A pesar de los continuos problemas por no tener suficiente retorno y de estar o parecer sumamente cansados (recordemos que en su gira casi todos los días estaban ocupados por conciertos y/o grabaciones), los integrantes de Los Espíritus no se dejaron aplacar y seguramente se retroalimentaron de la energía del público mexicano que en cada fin de tema aullaba cual lobo mirando la luna llena, y sigueron con “El gato”, “Jesús”, “Perro viejo”, “El palacio”, “La crecida”, “Vamos a la luna”, “Negro chico”, “Las cortinas” y “Las sirenas”.
Tras una hora de intenso show en el que el público no dejó de bailar y Los Espíritus no dejaron de generar espacios que comúnmente llamaríamos flasheros, el concierto llegaba a su fin. A las 01.20 de la mañana el sexteto dejaba rápidamente el escenario, pero sus fans chilangos (nombre que se les da popularmente a quienes son oriundos de Ciudad de México) no dejaban de aplaudir y pedir más, haciendo que la banda subiera a escena nuevamente con igual rapidez de la que se habían bajado. Así sonó “Lo echaron del bar” -tema con el que Los Espíritus saltaron a la fama en el circuito independiente de México- ligado luego a “Noches de verano”, canción que con su riff inicial hizo emocionar a todos los asistentes que segundos después cantaban como adolescentes agitando sus brazos y despidiéndose con amor de una banda que, gracias al Dios de música, nos invita gloriosamente a un inquieto ritual místico, honesto y original. El sábado a la noche terminó con algo real, y no se puede pedir nada más hermoso.
Fotos: Carlos H. Juica
Audios: Víctor Borgert