De la unión de fuerzas del sello Yolanda y las fiestas Brandon surgió una edición especial del Martes Indiegentes encabezada por Mykki Blanco, abanderado del rap queer proveniente de Nueva York, quien en su segunda visita al país compartiría fecha con promesas de la movida pop alternativa como Defensa, Louta e Ibiza Pareo. En esta ocasión, la curaduría del cartel resultaba a todas luces acertada y apuntando hacia la vanguardia de géneros urbanos.
Ya durante su primer recital en Buenos Aires, que tuvo lugar a fines de 2014 en una edición del Festival Hyperlocal, Mykki embistió a los asistentes con la fiereza de sus rimas y su agitada puesta en escena en la cual la interacción directa con el público es siempre fundamental. Ahora regresaba por un segundo round, y los encargados de abrir la fecha fueron los chicos de Defensa, trío de hip pop/electrónica experimental. Su estilo cargado de beats y texturas enigmáticas fue desplegado con pericia e interpretaron canciones de su disco debut homónimo que hicieron ondular sus cuerpos a quienes por entonces ingresaban en el salón.
A los pocos minutos, las Ibiza Pareo abordaron para impregnar el ambiente de sus melodías ligeras con aroma de verano. Juegos de luz violeta y azul giraban sobre el dúo femenino mientras tocaban su percusión electrónica y sintetizador bailando al ritmo de sus temas. Dentro del setlist que presentaron se encontraban piezas de su álbum autotitulado, así como “Loba de Noche”, su más reciente sencillo producido por Ale Sergi, canción que estrenaron coreando briosos aullidos.
Llegó después el turno de Louta, un gran showman del cual hay bastante para destacar porque es inevitable que cautive a los espectadores con su carismático despliegue que incluyó, además de su insigne escenografía (un living estándar con sofá, macetas, lámpara y demás), un enorme globo transparente inflable en el cual se encapsula para cantar, un par de bailarines y mucho mucho papel picado y plumas. Su repertorio también enganchó a la mayoría al oscilar entre canciones de amor millenial -casi baladas-, como “Alto Uach”, y cumbias reencauchadas en clave pop como “Cuadradito de prensado”, aunque en otros momentos el rubio también se acercó al rap y los monólogos propios de una obra de teatro. La ovación por parte de los presentes fue entonces efusiva en sintonía con semejante actuación que merece la calificación de intrépida, y cuanto menos, entretenida.
Como estaba anunciado, el cierre de la jornada estuvo a cargo del rapero neoyorquino que se hizo esperar un poco y dio comienzo a su show tan solo con su DJ sobre la tarima, mezclando sonidos al tiempo que la marea de gente aguardaba moviéndose rítmicamente. A su salida en escena, Mykki lucía un vestuario hecho de cuero y telas veladas, una peluca de largos risos oscuros y maquillaje dorado en sus párpados. Contrastaban con su imagen la potencia de sus versos, esos fraseos agrestes que exorcizan años de marginación social, de esas cosas que solo el rap y el hip hop saben expresar con fidelidad. Durante su set interpretó éxitos como “Loner”, perteneciente a su único álbum de estudio lanzado el año pasado, así como temas anteriores a ese material. Al grito de “We must protect queer people! We must protect transgender women! We must protect black children!” y otras consignas más dedicadas a la comunidad LGTB y a minorías raciales en Estados Unidos, Blanco defendía acaloradamente sus visiones políticas.
Al rato se aburrió de estar sobre el escenario y bajó a estar entre los presentes formando un círculo para rapear, mezclándose entre los espectadores, traspasando la habitual frontera entre artista y asistente, como suele hacer cada vez que puede. Por momentos parecía enojado -como casi todos los raperos-, por otros se le percibía cargado de sensibilidad. Al rato paseó por el segundo piso del recinto y encima de una de las barras de tragos laterales mientras seguía cantando. Finalmente, se sacó la peluca y volvió a bajar a estar en medio del público para disparar sus últimas rimas. Si algo es seguro es que nadie salió ileso de aquella experiencia y que Mykki Blanco literalmente owned that fucking place. Gran noche.