Suceden tantas cosas en el Cosquín Rock que se hace imposible poner el foco en solo algunos momentos destacados y obviar los cientos de otros acontecimientos que pasan en paralelo. El festival masivo que reúne a miles de fanáticos todos los años en el Aeródromo de Santa María de Punilla, Córdoba, tuvo un nuevo capítulo este fin de semana y se caracterizó por varias cosas, pero sobre todo por su diversidad, la gran protagonista de esta edición.
Aunque es verdad que en sus inicios tuvo una relación casi simbiótica con el rock, con el paso de los años el evento fue mutando en algo mucho más complejo y variopinto que solo un festival de guitarras y distorsión. Abarcando desde el reggae hasta el pop, pasando por la cumbia y la electrónica, hoy en día el Cosquín Rock se corona como la celebración más grande de la música popular argentina en cada una de sus formas, colores e historias.
Si la temática de la edición pasada giró en torno al triunfo de la selección Argentina en el Mundial de Fútbol en Qatar y la obtención de la ansiada tercera estrella, este año viró a un espacio de crítica e intervención sobre la coyuntura sociopolítica actual a partir de la asunción presidencial de Javier Milei: el desfinanciamiento de la cultura, las medidas de ajuste a la clase trabajadora y el hostigamiento a los artistas opositores, en distintos grados, formó parte del discurso de algunas bandas y músicos, en lo que se vivió como un festival impredecible e inabarcable con más de 100 propuestas distribuidas en seis escenarios.
Día 1: Tienen el poder y lo van a perder
La mañana del sábado en Córdoba se presentó con un cielo teñido de gris y amenazante. Sin embargo, las nubes fueron mermando con el pasar de las horas hasta rodear la montaña que bordea el predio del Cosquín y el sol llegó para quedarse.
En ese clima, Blair se subió al escenario Norte con un cigarro en la mano y una actitud arrasadora para dar apertura al festival con las canciones de su álbum debut del 2022, Llorando en la fiesta, además de un tema inédito que reza que “a los modernos les falta rock y mirar más para arriba en la calle”. Finalizó esta canción recordando: “la patria no se vende, muchachos”. Después de la artista puntaltense llegó Silvestre y la Naranja, con su pop aterciopelado de amor y ternura que puso a bailar a los primeros valientes de la tarde bajo un calor sofocante y levantaron la tierra del piso con canciones como “Sos todo lo que está bien” y “El instinto”.
Casi en simultáneo, Nafta y Melanie Williams comenzaron sus presentaciones con dos propuestas antagónicas. Los primeros aprovecharon la ocasión para repasar los temas de su segundo álbum homónimo y algunas otras de su primer LP. Emoción y nostalgia, encarnadas en las armonías vocales de An Espil y Abril Olivera. Por su parte, Williams propuso un viaje psicodélico y electrónico con una nueva formación acotada del Cabloide, su banda itinerante formada por amigos y colegas que cambia con cada uno de sus discos.
Dos shows imperdibles que comenzaron inmediatamente después fueron los de Bandalos Chinos y Airbag. Tan afilada y contundente como siempre, la banda de Beccar impresionó con un sonido sólido y tajante, además de hacer un repaso por todo su repertorio y sorprender con versiones de “Hablando a tu corazón” de Charly García con Pedro Aznar y “Canción para naufragios” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Los hermanos Sardelli no se quedaron atrás y montaron un espectáculo portentoso, donde abrazaron las canciones de su pasado e invitaron a un fan rosarino a tocar “Johnny B. Goode” de Chuck Berry.
Los platos fuertes del sábado llegaron después de la siete de la tarde. Con cambios de vestuario, invitados en pantalla, una avioneta haciendo piruetas en el cielo, y el mismo encanto de hace más de 20 años, Miranda! irrumpió en el Cosquín Rock para una pequeña demostración de lo que fue Hotel Miranda! y las reversiones de sus grandes hits. Lali siguió con el legado pop del festival, mostrando un despliegue monstruoso con luces, fuego y un cuerpo de bailarines, y no dudó en enfrentar a los que hace meses la vienen hostigando en redes sociales modificando la letra de “Quiénes son?”: “Que si fumo/ que si vivo/ que si digo/ que si bebo/ que si vivo del Estado”, cantó y les dedicó “KO” a los “antipatria”.
Ahora bien, los que siguen a Dillom desde hace un tiempo no se habrán sorprendido por la forma en que comenzó su presentación en el escenario Norte: una propuesta bastante similar a lo que mostró en el Primavera Sound 2023.
Sin embargo, su inventiva e irreverencia -si es que hay una palabra que lo define a la perfección- llegó desde lo discursivo y trascendió de forma contundente (que le valió una denuncia penal) y fue su versión de “Sr. Cobranza”, canción insignia de Las Manos de Filippi y de crítica al menemismo. Dylan cambió la letra original y optó por una actualización acorde a estos tiempos: “Me muevo para aquí/ me muevo para allá/ en la plaza a Caputo lo tienen que matar”, esputó contra el actual Ministro de Economía y siguió alternando: “En el Congreso/ se escuchan tiros/ son las armas de los pobres/ son los gritos argentinos”.
Día 2: Cátedra de trap y leyendas del rock
El domingo amaneció de la peor forma posible: lluvia torrencial, vientos y el predio del festival parecía una ciénaga. Algunas bandas y artistas se vieron obligados a suspender sus presentaciones y otros tuvieron que ingeniárselas para seguir adelante en condiciones desfavorables. Aun así, para las 16 h comenzó a asomarse tímidamente el sol y la jornada comenzó a normalizarse.
Fue ahí cuando Neo Pistea entró en escena, que a diferencia de sus últimos shows no estuvo acompañado por su banda, sino que se la bancó solo con la pista y el calor de los primeros fans que empezaban a llegar al predio y a quienes despidió con una versión reducida de “Tumbando el club”. Después llegó Milo J, la joven promesa del trap argentino, que se lo vio más afianzado que nunca y demostró que el lugar que está ocupando en la escena lo tiene más que merecido. Una gema en bruto a punto de implosionar.
Durante la tarde, el escenario Montaña se llevó la mirada del público con shows como los de El Kuelgue y Usted Señalemelo. El conjunto liderado por Julián Kartun se lució con un set acotado de canciones festivas y el infaltable momento íntimo con los primeros acordes de “Parque acuático”. Por su parte, el trío mendocino apostó por un recital inmersivo adaptando su propuesta 360° a una normal, con luces, visuales impactantes y algunas de sus canciones más enérgicas como “Laser 420” y “Las flores sangran”.
En medio de ambos shows pasó Catupecu Machu, la banda encabezada por Fer Ruiz Diaz, que presentó a su nuevo miembro y coequiper con Juli Gondell en la batería, Nicolás Meardi. Además, invitaron a los miembros de Usted, Fernando “Negro” Molinero y el Agustín “Buho” Rocino (exbaterista de Catupecu) para una versión explosiva “Dale!”. Unos minutos más tarde, y en el escenario Sur, Slash hizo lo propio con una presentación hipnótica y salvaje, donde solo se dedicó a tocar sus canciones solistas junto a Miles Kane y no hubieron guiños ni para los fanáticos de Guns N’ Roses ni para los de Velvet Revolver.
La noche del domingo fue del trap y de los miembros fundadores de Modo Diablo junto a Neo Pistea: Ysy A y Duki. Con dos de los shows más convocantes del festival, los jóvenes artistas se adueñaron del escenario Norte y dejaron en claro que el Cosquín ya no se trata de rock solamente.
Alejo Acosta se mostró suelto y por momentos enojado con la producción del evento, pero en ningún momento dejó de saltar, de gritar y de incitar al descontrol total de su público con un repertorio protagonizado por las canciones de su último disco, El after del after. A Duko se lo vio más sensibilizado y tranquilo. Acompañado por su ya infaltable banda de espíritu y actitud metalera, Mauro llamó a la unión y recorrió casi todos sus discos y singles en un extenso set que concluyó con uno de sus primeros grandes éxitos, “She Don’t Give a Fo”.
Casi al final de la jornada, otra de las bandas internacionales invitadas fue Molotov, y su presentación no pasó desapercibida. Subiendo al escenario unos minutos más tarde de lo pactado, el cuarteto mexicano no dudó en hacerse oír y se sumaron al eslogan que viene repitiéndose en las calles de todo el país: “La patria no se vende”, al mismo tiempo que tildaron a Javier Milei de “vende patria” y “llorón” durante la canción “Puto”. El gesto de los aztecas fue ovacionado por la audiencia, que una vez finalizado el show se dividió entre los que se quedaron para el cierre final a manos de Anita B. Queen y los que decidieron irse con lo ganado, en dos jornadas memorables e intensas, donde la sinergia entre lo viejo y lo nuevo fue la clave.