Si en vez de guirnaldas y globos colgamos de las paredes ilustraciones, pinturas, dibujos, fotografías analógicas y collages psicodélicos; si cambiamos los sanguches de miga por más (y más) cerveza; si en vez del típico video que avergüenza a cumpleañero y a ajenos proyectamos imágenes de películas épicas; y si en vez de trompetas y silbatos en una piñata contamos con los bolsillos llenos de material fumable, ¿podemos afirmar que estamos en un cumpleaños? Sí. El Emergente contó con todos estos elementos (y más) para que su locación del barrio de Almagro propiciara el clima perfecto para celebrar una fiesta tan amistosa (tan “friendly”) que se asemejó al mejor de los cumpleaños.
La vereda del bar es un símbolo ya del barrio porteño y en el Emergente no fue excepción. Los músicos que iban arribando se mezclaban con las decenas de cumpleañeros que nos aglutinábamos casi hasta la esquina de la calle Rocamora, la mayoría con latas de cerveza en la mano.
Una vez que la vereda se fue despoblando, la parte acústica abrió la noche con Anabella Cartolano de Las ligas menores. Dulce voz, repertorio propio y algún que otro clásico fueron suficientes para que el murmullo alegre de los presentes fuera cediendo. La noche la continuaron en el escenario principal los rosarinos de Mi nave. Desconocidos para muchos de los presentes, actuaron con la confianza de ese tío político que recién es presentado por la tía enamorada; se desenvolvieron con mucha prestancia y acapararon la atención de todos con sus estridentes sintetizadores a cargo de la talentosa Jo Maidagan. Para la mitad de su repertorio, se estaban comiendo la cancha y como mínimo, acapararon la atención de todos los presentes. Grata aparición.
El cumpleaños siguió con Temporada de tormentas: Desde el oeste materializando el indie más clásico y abarcativo, con algún que otro tinte de post punk (tan amplio es ese espectro del indie clásico, que quizás algún desorientado pensó a la mitad del recital que ya habían cambiado de bandas). Más conocido su repertorio, nos dieron un espectáculo en el que ahora sí, todos bailan y materializado su indie, materializado también el cumpleaños: Lucas Tunder, nació un 14 de mayo de vaya a saber que año y ese sábado brindaba la excusa perfecta para seguir el festejo.
Sin embargo, una fiesta no es una fiesta sin un poco de oscuridad. Los Riel se encargaron de brindar ese manto oscuro que apaga las coloridas luces indies y nos cubre a todos. Seguramente algunas canciones (“Fresno”, “Pasajes”) son para ese mini pogo friendly que tanto gusta hoy en día; pero en la mayor parte de la fiesta, Mora (guitarra y voz) y Germán (batería) se encargaron de atropellarnos con muchísima fuerza, claro, como un tren. “Son solo dos y suenan como diez” aprecia uno vestido en cueros y transpirando el rock con el que el dúo nos exaltaba. Germán le pega a la batería inspiradísimo y Mora maneja unos tiempos bárbaros con su guitarra, pero quizás el signo más claro del dúo son los gritos de ella: Es la clara voz del indie femenino, quizás con aires a Bléfari en la mejor época de Suárez, a la misma Cartolano en Las Ligas menores o, un poco más allá, a “la Rusa” de Los Rusos Hijos de Puta. Pero con ese estirpe propio de quien quiere levantar de los asientos a los dormidos y reventar las cabezas de los atentos; cantar por y para una generación signada por tantas cosas que se marea, puede ser un desafío que los Riel toman haciéndose su propio camino. Se desempeñan soberbios como el acero y con la fuerza del hierro. Entre EPs y LPs llevan más de 4 ediciones en su haber, demostrando las mismas ganas fuera y dentro de los escenarios; no sabemos dónde van estos rieles pero queremos ir con ellos, y si en el camino hay cumpleaños como los del sábado, mejor aún.