El pasado 23 de febrero se realizó una nueva edición del Jalea Festival. La primera del año. La premisa en esta ocasión fue alejarse de la ciudad frenética y loca y poder trasladarse a otro plano a descasar y pasarla bien. Y funcionó.
El lugar fue Punta Carrasco, y fue un acierto. El área del evento estaba dividido en dos sectores, unidos por una escalera que alcanza la parte más cercana al río, donde estaban los foodtrucks, algunos emprendedores y otros artistas.
La propuesta musical fue un acierto: el line up juntaba artistas emergente con algunos ya conocidos en la escena de Buenos Aires. Pero nada mainstream. Había un ambiente de camaradería entre las bandas y todos fueron a mostrar de que estaban hechos. Hubo un retraso de media hora, aproximadamente, que hizo que el cronograma se corriera. Sin embargo, es una fiesta, que es a la ves festival, y pensando en la premisa de alejarse de la velocidad de la ciudad, ese retraso no fue tan significativo.
Si bien ya había un dj ambientando en lugar, la apertura del escenario estuvo a cargo de Amalia Amapola. Una banda que, aunque con varios años funcionando, ahora se está abriendo camino en la escena de Buenos Aires. Con un EP de 6 tracks producidos por Iñaki Colombo, guitarrista de Bandalos Chinos, mas un par de temas nuevos se plantaron en el escenario ante el público que iba llegando y mostraron lo que saben hacer. Realmente entienden el rock psicodélico al que están afiliados y lo hicieron con destreza.
En algunos intervalos entre canciones, el cantante y guitarrista Juan Porta interactuó con el público, agradeciendo y presentando a sus compañeros. Al hablar parecía introvertido pero todo cambiaba cuando tocaban. Mucho teclado ambiental, mucho delay y varios pasajes entre lows y high tempos definieron su show. Y estuvieron muy bien.
Luego llegaron los Yataians. Con pulso reggae y rocksteady arrebataron el escenario y armaron la fiesta que ellos quisieron. Con Ugo a la cabeza, frontman de la banda que, vale la pena recordar, fue criado por una tribu en Nueva Caledonia, pusieron intensidad y alegria en la entrada noche. El cantante se paseó por todo el escenario pavoneándose y ocultando su mirada bajo un sombreo piluso. Hacia el final del show, invitaron a Andrés Ravioli y Maxi Russo de Morbo y Mambo para sumar una sección de vientos a la propuesta. En conjunto, cerraron el show que empezó como una invitación a bailar que se volvió inevitable.
El escenario siguió con la presencia de Juan Ingaramo. Acompañado por una nueva formación, batería/programaciones y guitarra y teclados y con la participación de Emme en los coros, el cordobés repaso temas de sus dos discos. Para “Melopea” del disco Pop Nacional ensayaron una versión r&b cargada de sensualidad. En “Hace calor”, el single lanzado el pasado enero subió a tocar la guitarra León Ish quien participó de la grabación del tema.También sorprendió una version de el track “Soltar” en versión house. “Estamos al lado del Río… el que no salta es de prefectura” disparó el cantante seguido del comienzo del beat. El show cerró con “Mi chica” con una gran performance vocal de Emme e instrumentales atmosféricos que llenaron el ambiente.
Los intervalos entre banda y banda eran necesarios y súper útiles. Había entre veinte o treinta minutos para recorrer el predio, comer y ver las propuestas que el Jalea ofrecía en materia de emprendedores y de artistas visuales. Para donde vieras había alguno laburando en su arte y, sino, los emprendedores. En esta ocasión, las motos de Carrera Motorcycles y las bicis vintage de Rouen se llevaron la atención. Mientras tanto, los djs rellenaban todos esos huecos con estilos variados entre el funk, el pop y algunos atisbos de rap. Exceptuando a Alonso Morning quien maneja el arte del mash up como si lo hubiese inventado, mezclando los estilos antes mencionados con clásicos del rock y la música tropical.
La música continuó a cargo de los marplatenses Morbo Y Mambo. Con instrumentales repletos de adrenalina generaron un ambiente de baile constante. La formación iba cambiando de instrumento cuando la canción lo pedía pero la calidad no bajaba nunca. Hubo momentos cantados, con dos de los tracks de su último trabajo, Muta (2017). Pero manejaron bien el cierre, anticipándose y agradeciendo, porque el nivel de intensidad que manejan con su música es realmente alto.
Ya eran las primeras horas del sábado cuando los Bandalos Chinos llegaron al escenario. Acababan de llegar de Estados Unidos de grabar su próximo álbum y eso significa una cosa: canciones nuevas. Manejaron el show como si fuesen los dueños del lugar. Tuvieron muchos paisajes instrumentales bailables con beats muy ochentosos que, al parecer, pueden marcar una pauta el el próximo trabajo. Se animaron a una reversión de su hit “Correr”, del primer disco llevándolo a un plano más reggae pero dentro de su pop muy marcado. Esta presentación se la debían: el último Jalea, realizado en octubre, los tenía dentro de su line up, pero por unas fuertes lluvias habían tenido que suspender.
Y para el cierre, la explosión: Louta. En lo que puede ser una de sus últimas presentaciones de este show que se conoce, el performer tuvo otra oportunidad de lucirse. Dio su show clásico, con bailarines, extravagancias, intensidad pero también sorpresas. Casi llegando al final del show, en la canción “Ayer te vi”, interpretada por un chica sentada en el sillón clásico de la puesta del artista, hubo un desperfecto de sonido. La pista sonaba mal pero aún así, la chica seguía cantando. Hasta que Louta desaparece del escenario y de repente, se presenta caminando entre el público en dirección a la carpa de sonido. En una escena que no se podía escuchar se lo veía al artista cagando a pedos a los de sonido. Después de tres minutos, aproximadamente y ya con el sonido apagado, Louta sale de la carpa y cruza nuevamente los 15 metros que separan la carpa del escenario. En el trayecto, iba silbando “Sigo sin entenderte”. Y eso si se escuchó. Hasta el momento y sin datos, esa situación podría haber sido parte del show. Pero mejor quedarse con la duda. Finalizó con “Que bien que estoy” obligando al público a agacharse, y saltar frenéticamente bajo la lluvia de papelitos.
El espacio quedó para el histórico Zucker en las bandejas, haciéndose cargo de la música de cara al cierre de la noche. Y así concluyó un nuevo Jalea festival. Una fiesta que nació como un hobby y que sigue creciendo y apostando por artistas nuevos de todas las ramas y por crear experiencias únicas. Por ahora no hay fecha de la próxima y, a demás, es muy difícil saber qué esperar. Pero seguro son cosas buenas.